El Nowak Metro Finance Lab de la Universidad de Drexel es un laboratorio ayuda a las ciudades a desarrollar estrategias para conseguir un crecimiento que no fomente la desigualdad.
Revista de prensa.- Por Miguel Molina. La Vanguardia.- El futuro de las sociedades urbanas se debate menos en las capitales que en las ciudades que no lo son. Es poco habitual que en Madrid, París, Roma o Washington se discuta en torno al propio modelo de ciudad, mientras que Barcelona, Lyon, Milán o Filadelfia se entregan hasta con frenesí a ese ejercicio de autoevaluación y autoafirmación. La proximidad de las capitales a los gobiernos centrales favorece en algunos casos un solapamiento de intereses que es en sí mismo un modelo de desarrollo urbano.
Eso explicaría esa menor predisposición al debate. Mientras, las no capitales se ven a menudo obligadas a decidir por su cuenta lo que quieren ser en la vida.
En Filadelfia precisamente tiene sede el Nowak Metro Finance Lab de la Universidad de Drexel. Este laboratorio ayuda a las ciudades a desarrollar estrategias para conseguir un crecimiento que no fomente la desigualdad. Su director fundador, Bruce J. Katz, ha participado esta semana por videoconferencia en las jornadas Barcelona React, impulsadas por el teniente de alcalde Jaume Collboni con el apoyo entre bambalinas de los técnicos Lluís Gómez y Bàrbara Pons.
En los últimos años, Katz ha popularizado el concepto de nuevo localismo, en el que se basa su libro The new localism (Brookings), coescrito con Jeremy Nowak. Se refiere al mayor poder de las ciudades en detrimento de los estados y las regiones y al hecho de que las metrópolis sean hoy más eficaces que los gobiernos en la solución de los problemas de las sociedades urbanas.
Atiende a La Vanguardia también por videoconferencia. Sostiene Katz que las ciudades que avanzan más son las que funcionan como eficaces redes horizontales en las que participan el gobierno local, la iniciativa privada, la comunidad educativa, los hospitales o las entidades sociales, con una visión interdisciplinar y holística de los problemas de la metrópolis.
–¿Y los gobiernos?
–Los gobiernos federales o estatales tienen una estructura del siglo XX. Se componen de organismos superespecializados, como son los ministerios, que actúan en vertical mediante silos de competencias que no están interconectados. Por eso son menos eficientes que las ciudades que saben tender esa red horizontal para buscar soluciones.
–¿Este trasvase de poder a las ciudades, ese nuevo localismo se ha intensificado durante la pandemia?
–La pandemia, de alguna manera, ha elevado al estado nacional como garante de la sanidad o impulsor de la economía. Y, sin embargo, se ha reforzado el papel crucial de las ciudades. ¡En Estados Unidos están liderando la salida de la crisis! El gobierno federal actúa como inversor, pero las ciudades no se conforman con distribuir ese dinero, sino que están diseñando los programas y las estrategias para solucionar los problemas de la gente. Problemas como la regeneración del centro o la ayuda a los pequeños negocios o, en concreto, a los negocios de personas no blancas.
En opinión de este arquitecto, durante la calamitosa presidencia de Donald Trump se produjo un vacío de gobierno que obligó a las ciudades a asumir competencias que no eran la suyas. Ahora, en cambio, cree que están desarrollando políticas estructurales muy válidas.
–En este contexto parece fundamental la colaboración público-privada...
–Por supuesto, es esencial. En las ciudades americanas, la recuperación del downtown o la estabilización de los pequeños negocios es posible porque el capital privado puede aportar el dinero de forma más rápida y ágil que el Gobierno, aunque va a ser necesaria mucha innovación en los productos financieros privados para adaptarse a la situación.
Salvando todas las distancias, un ejemplo de esa actitud proactiva de la ciudad que teje una red de complicidades para mejorar su futuro sería este foro Barcelona React. Durante tres días, políticos locales y representantes empresariales y sociales han puesto en común ideas para la reactivación. Además de este ciclo, hay otros en marcha impulsados desde la iniciativa privada. Este intercambio transversal de experiencias se parece bastante a la red virtuosa de la que habla Katz.
–¿Cómo ve hoy a Barcelona en el contexto de las ciudades globales?
–Es una ciudad eléctrica, aunque a veces cuesta definirla... Como Tel Aviv, es una ciudad que emana innovación. En los últimos veinticinco años dio un par de pasos que la situaron en el primer nivel de las ciudades globales, y ahora puede volver a darlos. Es una de las ciudades europeas que entienden la necesidad del momentum y de la aspiración. Tiene el ADN para salir de esto rápido, aunque otras ciudades también lo tienen. Además, tiene problemas políticos que solucionar. Como siempre decimos, ha de habituarse a pedir perdón antes que a pedir permiso.
Sobre el incierto futuro de los distritos centrales de las ciudades, ahora desiertos, Katz destila cierto optimismo. Cree que estos centros sufrirán una transformación radical durante los próximos años, con la llegada masiva de emprendedores de sectores innovadores y de instituciones educativas.
Pero es más pesimista cuando se le pregunta en concreto por la salida de la crisis en Europa.
–Las grandes ciudades europeas iniciarán la reactivación en desventaja respecto a las de Estados Unidos o Asia por culpa del lento proceso de vacunación. ¿Está de acuerdo?
–Me ha dejado de piedra esa lentitud. En EE.UU., donde aún hay mucha división, ha cambiado el ánimo de todo el país en solo un mes gracias a la vacunación masiva. El problema de Europa es que no es lo mismo hablar de un mes que de tres o de seis. La temporada turística peligra y eso es grave para la economía. Los estadounidenses podrán viajar pero no vendrán este verano a Europa. Podrían venir por el hecho de estar vacunados, pero por culpa de las restricciones a los viajes no lo harán.
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