Ver también este post de Borja Colón: Ahora es el momento del gran transformación. A río revuelto ganancia de servidores públicos.
Por Carles Ramió - EsPúblico blog.- Siempre suelo comentar que considero que tengo el mejor trabajo del mundo. Cada día es una sucesión reuniones de trabajo (sigo acumulando años como gestor público), de impartir cursos o conferencias, de hacer lecturas y de escribir un poco. Todo aderezado con algunas llamadas de teléfono y muchísimos mails.
Cada día interacciono con un variado elenco de personajes interesantes que cuentan cosas intelectualmente fascinantes: profesionales de variadas especialidades y profesores de distintas disciplinas. Con la clase política tengo escasos contactos pero es inevitable que algunos de ellos se introduzcan por sorpresa en mis reuniones, aulas y correspondencia digital. Nadie me lo ha dicho de manera explícita pero detecto un aroma a cambio en la actitud política ante los problemas de la Administración. No puedo dejar de tener la intuición (que es la magia de los profesionales) que algo está a punto de suceder. Por primera vez en unos treinta años de carrera profesional noto en el ambiente aires de cambio en materia de gestión pública. Hay un extraño ambiente de calma que es el preludio de una tormenta. De la tormenta eternamente esperada: la reforma de la Administración pública.
Por primera vez detecto interés político en poner el cascabel al gato del leviatán público. Es un interés tímido y sosegado y, precisamente por ello, me parece que serio y profundo. Durante muchos años he recibido periódicas llamadas de responsables políticos para definir estrategias para modernizar la gestión pública. Siempre los he atendido con respeto pero con un inevitable escepticismo. Lo más curioso es que después de tantas décadas de letargo institucional y político siempre había mucha prisa en colmar estos requerimientos para abordar una reforma parcial o general de una determinada Administración pública. Nos poníamos, los profesionales interpelados, inmediatamente manos a la obra: arrancada de caballo y parada de burro. Estas iniciativas o bien eran iniciativas ingenuas (los promotores políticos no tenían suficiente capacidad de liderazgo e influencia para superar las inevitables resistencias) o bien eran iniciativas cínicas promovidas por descarados impostores (removerlo todo en teoría pero no cambiar nada en la práctica). Con el tiempo he llegado a detectar con una cierta facilidad si el político que interactuaba conmigo por qué deseaba pilotar una reforma era ingenuo o cínico. A pesar de tener este diagnóstico previo tan desalentador siempre he decidido participar en el juego que me proponían. Nunca se sabe, me decía a mi mismo, si uno no compra nunca un número de la lotería es imposible que se lleve el premio. Y de tanto apostar en este incierto juego tengo que reconocer que alguna vez me ha tocado alguna pedrea y algo se ha logrado mejorar pero jamás me he logrado agenciarme con un premio importante.
Desde la covid 19 todo es diferente. Ya no se acercan ni detecto a políticos que van en plan machote o con el lirio en la mano de cabeza a una reforma administrativa. Siempre acompañados con un ambiente festivo y dispuestos a lanzar tracas a diestro y siniestro con pólvora mojada. Ahora los políticos se acercan con inquietudes y preguntas más indirectas, con un talante muy serio, con reflexiones más pausadas y profundas. Con muchas más preguntas que respuestas. Parece que una parte importante de nuestros dirigentes políticos institucionales se están macerando como paso previo a decidir impulsar un auténtico portafolio de reformas administrativas.
Estos blogs los suelen leer algunos miles de empleados públicos de estirpe inconformista e innovador. Hay que ser realistas: no somos muchísimos pero si los suficientes para ejercer, cada uno en sus dominios competenciales, de palancas de cambio. Hasta ahora hemos sido capaces de diseñar e implantar mejoras bien interesantes pero siempre se nos ha cerrado la puerta a participar en reformas administrativas de alta intensidad. Es posible que esta puerta se abra durante los próximos meses. Por tanto, debemos prepararnos para aprovechar esta ocasión y coger con contundencia el inédito pájaro que pase volando por nuestras oficinas y plataformas. Mi consejo es que todos los amigos y compañeros reformistas e innovadores tengamos en nuestro disco duro un relato de reforma (qué mejorar en nuestros respectivos campos de dominio profesional) y, en especial, tengamos definida una estrategia (cómo implantar estos cambios de manera realista). Y todos nuestro relatos propuestas y estrategias deberían definirse en un contexto holístico para que nuestras contribuciones puedan adaptarse fácilmente entre ellas y que todas coincidan en la necesidad ineludible de transformar e implantar las grandes reformas perennemente pendientes: dirección pública profesional, ordenación, sencillez y flexibilidad del modelo de gestión de recursos humanos (iniciándolo con profundos cambios en el modelo de selección) y flexibilizar de nuestro modelo de organización para que sea más contingente y transversal. Todo ello aderezado por la urgencia en el incremento de las capacidades institucionales para una buena gobernanza de datos, como paso ineludible para una gestión más eficaz y eficiente y como catalizador de la anhelada incorporación de la inteligencia artificial en la gestión pública.
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