"El bloque de partidos de la derecha estatal logró su máxima movilización, que desde 2008 se mantiene en torno a los 11 millones de votos"
Por Juan Rodríguez Teruel. Agenda Pública blog.- Los resultados del 23-J han producido un fuerte impacto emocional entre políticos y observadores, entre la consternación de columnistas y tertulianos cercanos a los partidos de la oposición y el alivio de los partidarios de la mayoría gubernamental.
Como suele suceder, los trazos gruesos que se utilizan para leer estos resultados en términos de ganadores o perdedores, y de qué gobiernos pueden derivarse de ello, pueden distraernos de aquellas tendencias más de fondo que se han vuelto a manifestar este domingo 23-J.
Por eso, más allá de las estimaciones electorales y de las explicaciones que podamos dar sobre lo sucedido (aparte de las conjeturas, necesitaremos buenos estudios posteriores para ello), poner esos resultados en perspectiva nos ayuda a entender qué ha pasado realmente y qué podemos esperar en la nueva legislatura, incluidos los márgenes posibles para una eventual (e improbable) repetición electoral.
Para evitar esa distorsión, responderemos telegráficamente los ocho interrogantes que proponíamos observar días antes de las elecciones, manejando los datos del escrutinio provisional del domingo.
El resultado pone de manifiesto cierto contraste entre lo coyuntural y las línea de fondo.
1. La participación no superó el 72%
A pesar de los vaivenes que se dieron a lo largo de la peculiar jornada, al final la participación se mantuvo dentro de los parámetros que se registran desde 2011. Lo que antes hubiera sido una de los datos de participación más bajos de la democracia, ahora es el segundo registro más elevado desde 2008.
Esto nos indica dos aspectos relevantes. Por un lado, con esa participación no cabía esperar grandes sorpresas en los equilibrios entre los principales espacios electorales. No hubo un desfallecimiento generalizado de uno de ellos. Y cuando lo hubo, en el independentismo catalán, este quedó equilibrado por la plena movilización de todos aquellos que vienen votando en la última década en el conjunto de España.
Reflexionando con más perspectiva, este dato de participación nos indica que, desde 2011, se ha desconectado del proceso electoral entre uno y dos millones de ciudadanos más de los que habrían votado en el pasado. Aunque en 2023 hay dos millones más de votantes en el censo que en 2004, han acudido a las urnas más de un millón menos que entonces. Con cierta fluctuación, es una pauta relativa que ha ocurrido a lo largo de la última década.
Nuestra democracia debe reflexionar por qué se ha encogido una parte de su demos activo.
2.- Se mantuvo el empate técnico entre bloques, aunque la derecha amplió su ventaja.
Como afirmamos hace unos días, hay una tendencia estructural creciente en el electorado español a favorecer el predominio electoral de la derecha. Hace ya algunos años que la tradicional superioridad de la izquierda se disipó. Las elecciones del 23-J confirman esa tendencia.
No obstante, la derecha necesitaba acercarse al millón de votos de ventaja para asegurar la mayoría de gobierno que le pronosticaban algunas encuestas. No lo hizo, y por lo tanto, el escenario que permanecido en un bloqueo que solo Pedro Sánchez está en disposición de romper a su favor.
Desde 2011, la derecha avanzó a la izquierda en cuatro de las seis elecciones generales celebradas. Sin revertir esa tendencia estructural, la izquierda difícilmente podrá volver a pensar en gobernar sin el apoyo determinante de las fuerzas políticas periféricas de la tercera España.
3. La derecha alcanza su techo electoral, la izquierda sigue en retroceso.
A la derecha, los resultados estrictamente electorales le fueron muy bien; a la izquierda no tanto.
El bloque de partidos de la derecha estatal logró su máxima movilización, que desde 2008 se mantiene en torno a los 11 millones de votos. Desde esa perspectiva, la estrategia de tensión de la legislatura resultó efectiva. No quedó se casi nadie en casa. Las especulaciones sobre la desmovilización causada por el calor quedaron refutadas.
Por el contrario, la izquierda estatal mantiene su tendencia estructural de encogimiento. La suma de PSOE e izquierda radical recibió menos votos que en abril de 2019, un millón de votos menos que en 2015, y 1,5 millones de votos menos que en 2008. Un decrecimiento en forma de sierra que tendría mala pinta para cualquier analista bursátil.
Con esos datos, no se puede afirmar que la base social de la derecha se esté expandiendo, pero sí que la de la izquierda se está encogiendo, a pesar del aumento de votantes en el censo español.
4.- El PSOE logró los ocho millones de votos que le daban opciones para gobernar.
A la izquierda, las elecciones no le fueron muy bien en número de votos, pero al PSOE sí.
Con perspectiva, el resultado del PSOE sigue estando en los registros más bajos de la serie anterior a 2011. Pero una lectura voluntarista puede insinuar cierta recuperación, si quiere ver en el 23-J el mejor resultado del PSOE desde 2008.
Si tenemos en cuenta la situación electoral de la socialdemocracia en la mayoría las principales democracias europeas, puede sostenerse que Pedro Sánchez ha salvado al PSOE, a pesar de los reproches de algunos históricos del socialismo.
5.- Sumar logró retener la cota de los tres millones de votos.
Sumar ha logrado ralentizar el declive acelerado en el que se encontraba las expectativas de Podemos, manteniendo la cota de los 3 millones de votos que necesitaba para competir con Vox por la tercera plaza, y que alcanzó en circunscripciones decisivas.
Es cierto que Podemos parecía aguantar en las encuestas, pero las dudas crecientes sobre esa resistencia se confirmaron en las elecciones municipales y autonómicas: Podemos no se hundiría, pero tampoco aportaría la fuerza suficiente para complementar la del PSOE.
Este 23-J el experimento improvisado por Yolanda Díaz el último año ha evitado repetir el mismo escenario de hace dos meses. No obstante, su camino hacia los registros de IU en el pasado sigue avanzando.
6.- El PP obtuvo un pésimo resultado, quedándose muy lejos de los 9 millones de votos.
Aunque el bloque de derecha alcanzó la máxima movilización de su base social, al PP le fue muy mal.
La campaña del PP ha estado orientada, desde hace meses, a recuperar esos 9 millones de votos que le situaban cerca de poder gobernar en minoría. Los intentos han sido un fracaso rotundo. Apenas movilizó 700.000 votos más que PP y Ciudadanos en las municipales de mayo.
De hecho, Feijoo ni siquiera fue capaz de recoger toda la herencia de Pablo Casado y Albert Rivera en abril de 2019, quedándose por debajo de los votos de PP y Ciudadanos entonces (cuando los naranjas ya solo contaban con votos contrarios a Sánchez).
7.- Vox obtuvo un excelente resultado, manteniendo sus 3 millones de votos.
El fracaso del PP tiene que ver con la capacidad de Vox de empezar a consolidar un espacio propio que socava paradójicamente las expectativas de gobierno de la derecha. El gran reto del partido de ultraderecha era ser capaz de estabilizar un apoyo en torno a los 3 millones de votantes. Lo ha logrado, y con ello marca un nuevo techo para el PP.
Es importante subrayar ese logro, se ha conseguido pese a la enorme inestabilidad interna, al bajo atractivo de su programa electoral, y a la pobre atracción por parte de sus líderes nacionales.
¿Significa eso que Feijoo no fue capaz de persuadir a una parte del votante no extremista de la derecha, que siguió apoyando a los de Abascal? ¿Serían capaces Ayuso o Moreno Bonilla de hacerlo mejor, encogiendo a Vox como hicieron en sus respectivas autonomías? El gran enigma que el PP deberá resolver en los próximos meses, si Sánchez acaba formando gobierno y con ello da el golpe final al líder gallego, es cuál de esas dos estrategias es mejor para aplicar al conjunto de España.
8. El PSC aumentó su distancia respecto al PP… sin llegar al millón de votos diferencial
Para que Pedro Sánchez mantuviera opciones para continuar como Presidente, no solo tenía que obtener un buen resultado en Cataluña, sino que debía sacarle una diferencia sustantiva al PP en votos y, con ello, en escaños. Lo logró… aunque lejos de los parámetros de antaño.
No hay que sobredimensionar la victoria socialista en Cataluña. Salvador Illa le dio al PSOE los escaños necesarios para aumentar la representación de 2019. Pero los resultados del PSC están al nivel de los peores registros que el partido obtenía antes de 2011.
Cabe añadir algo en lo que los analistas no han reparado hasta ahora: ceteris paribus, el PSC habría obtenido menos escaños con los mismos votos si los independentistas más enfados con la dirigencia soberanista actual que se han abstenido hubieran ido a votar, y con ello hubieran arrebatado algunos escaños a PSC, Sumar y PP. Sánchez también les debe a ellos su avance parlamentario.
Para su fortuna, sucede que el PP actual quedó lejos aún del apoyo social que Aznar estableció durante dos décadas en Cataluña. Eso es culpa en parte de Vox. Pero también de la incapacidad del PP nacional de conectar con una parte importante de los estratos sociales que le votan en otras Comunidades.
Josep Piqué rompió el techo de la derecha españolista en Cataluña en 2000. Su marcha impidió consolidar ese avance. La victoria de Sánchez Camacho, en este sentido, fue más un espejismo que un signo de recuperación. ¿Ayuso lo haría mejor?
En todo caso, se puede afirmar que el PP perdió sus opciones de gobernar en Cataluña.
Addenda: El PSOE resiste en Andalucía… en los registros que dejó Susana Díez
Si el PSOE mantiene opciones para gobernar, no solo es gracias a Cataluña, sino también a la capacidad de resistencia en varias regiones claves, entre las que destaca Andalucía (aparte de Madrid y Comunidad Valenciana).
Los malos resultados de las autonómicas de 2018, apenas recuperados en 2022, alimentaban el horizonte de un realineamiento en beneficio del PP, que desinflara el antiguo bastión electoral socialista.
El 23-J señala que el suelo del PSOE vuelve a elevarse (sin ir más allá aún de los mejores resultados de esta década pasada), mientras que parece fijarse un techo para el PP entorno a los 1,6 millones.
El presidente Moreno Bonilla debería no acomodarse en la mayoría absoluta que obtuvo en junio de 2022. Esta podría no reflejar realmente la verdadera base social de su apoyo.
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