Según datos del CIS, un 54% se declaran católicos (practicantes o no), mientras que el 26% dicen ser agnósticos y el 17% ateos
Leonardo
Sánchez Ferrer, Andrés
Benítez Espinosa, Xavier
Coller. Agenda Pública blog.- Esta semana pasada ha sido importante para el mundo
católico, mostrando la fortaleza de la presencia de los rituales y
celebraciones católicas en una sociedad cada vez más secularizada y laica.
Esta
muestra es también un reflejo de las creencias de buena parte de los españoles.
En concreto, según datos del CIS, un 54% se declaran católicos
(practicantes o no), mientras que el 26% dicen ser agnósticos y el 17% ateos.
Constituye un tópico afirmar que la religión ha sido una de las cuestiones que
más han dividido políticamente a los españoles en los últimos dos siglos. Tanto
en determinadas épocas históricas (en especial, la Segunda República), como en
el período democrático iniciado en 1977, las creencias y prácticas
religiosas han estado fuertemente asociadas al eje izquierda-derecha. Lo
curioso es que, a pesar de la secularización que ha experimentado la sociedad
española y de que disminuye el número de personas que manifiestan vivir la fe
religiosa, el factor religioso no ha disminuido su impacto en el voto con
el paso de los años, sino que lo ha mantenido o incluso aumentado, como
muestran diversas investigaciones[1].
Por supuesto, el nexo entre religión, política y voto no es exclusivo de
España, pero en nuestro país posee una relevancia superior a la existente en la
mayoría de los países europeos. Así, de acuerdo con datos de la Encuesta Social
Europea de 2018, los ciudadanos europeos que acudían regularmente a los
servicios religiosos (al menos una vez a la semana) se autoubicaban en promedio
0,8 puntos más a la derecha más que las personas que nunca acudían a los
servicios religiosos. Sin embargo, en España, la diferencia entre ambos
grupos era de 1,9 puntos, uno de los países con el valor más alto (y el
más alto de Europa Occidental), lo que muestra que la religión se
encabalga en un eje político más divisivo que en otras sociedades.
Un aspecto bastante olvidado es el de las creencias religiosas de nuestros
representantes y si éstas influyen en las decisiones políticas que toman. Sobre
lo segundo no podemos especular sin datos adecuados, pero afortunadamente, ya
podemos conocer mejor el perfil religioso de las personas que ocupan un escaño
en alguna de las 19 cámaras de representación en España: ¿Se asemejan las
creencias y prácticas religiosas de los parlamentarios a las del conjunto de la
ciudadanía? ¿Reflejan los representantes de cada partido a sus votantes en
términos religiosos? ¿Las diferencias religiosas por ideología, son más o menos
profundas entre los parlamentarios que entre la ciudadanía? ¿Las distintas
generaciones de parlamentarios presentan actitudes y comportamientos religiosos
similares a sus coetáneos en la ciudadanía? Estos son interrogantes que
habitualmente no resultan fáciles de responder por falta de datos, pero hemos
realizado
la tercera encuesta
a parlamentarios que nos ha permitido disponer de una radiografía de
sus opiniones y actitudes en muchas cuestiones, entre ellas la práctica
religiosa. Los detalles del estudio se pueden consultar en este
enlace:
https://consenso.uned.es/
Gráfico 1.- Religiosidad de los representantes políticos
según partido político
Fuente: Datos Parlamentarios: Tercera encuesta a representantes
políticos en España. Datos Ciudadanía: CIS Estudio 3390 (2023)Resulta que, entre nuestros representantes, la mayor parte (57%) se
declaran católicos (ya sean practicantes o no practicantes), mientras que el
40% no son creyentes. Esta categoría aglutina a ateos y agnósticos, aunque se
trata de posiciones distintas: la atea niega la existencia de Dios, mientras
que el agnóstico cree que ésta es indemostrable. El gráfico 1 señala que hay
diferencias ideológicas en las que se encabalga la posición religiosa. En
los representantes políticos se observa una tendencia hacia los extremos, con
una mayor proporción de católicos en la derecha y de no creyentes en la
izquierda. Así, en el caso de los representantes políticos del PSOE, el
60% se declara no creyente, frente al 39% de católicos. Unidas Podemos
(+confluencias) alcanza un 90% de no creyentes. Solo un 8% se declara católico.
Por el contrario, PP y Vox son los grupos más religiosos, con un 95% de
católicos. Tres cuartas partes de los parlamentarios de Ciudadanos se
consideran católicos.
Gráfico 2.- Religiosidad según partido político
(representantes y ciudadanía)
Los datos muestran que la religiosidad sigue estando muy asociada a la
ideología y, como muestra el gráfico 2, que la división entre las
élites políticas es, si cabe, mayor que entre la ciudadanía. Se observa que, en
conjunto, los parlamentarios de los partidos representan a sus votantes en
términos religiosos, puesto que no hay grandes diferencias entre unos y
otros. Los partidos que más se diferencian de sus votantes en términos
religiosos son Vox y Unidas Podemos. Un 57% de los parlamentarios de Vox
son católicos practicantes (un 25% de sus votantes lo son) y apenas hay
agnósticos y ateos entre los representantes, en tanto que suman un 16% y un 9%
entre los electores, respectivamente. En el caso de UP, un 71% de sus
parlamentarios se declaran ateos (por un 44% de los votantes), mientras que un
exiguo 8% de católicos no practicantes (y ningún practicante) representa al 15%
de católicos (13% de no practicantes y 2% de practicantes) entre sus electores.
Por su parte, PSOE, PP y Ciudadanos se parecen más a sus votantes. No
obstante, en los representantes políticos del PSOE destaca un mayor número de
ateos (28%) que en su electorado (16%), y un menor porcentaje de católicos
practicantes (4% frente a 9%). Los/as representantes del PP se consideran por
igual católicos no practicantes (49%) y practicantes (46%), mientras que en el
electorado popular hay menos católicos practicantes (32%) que no practicantes
(54%). Aunque existe el mismo porcentaje de ateos (2-3%) entre los votantes
destacan más agnósticos (9%). En Ciudadanos destaca un porcentaje casi idéntico
de católicos no practicantes entre los representantes (52%) y los electores
(50%), si bien los parlamentarios se confiesan más practicantes (24%) que sus
votantes (11%).
En definitiva, las cámaras españolas reflejan bastante bien la división
religiosa existente en la sociedad, si bien los parlamentarios/as parecen ser
más intensos en sus creencias que sus votantes. Con estos datos, se podría
concluir que los parlamentarios/as españoles están, también, más polarizados en
cuanto a las creencias religiosas que a quienes representan. De cara al futuro, habría
que indagar en qué medida y cómo estas creencias (o ausencia de ellas) influyen
en las microdecisiones que se toman en cualquier cámara legislativa o en el
gobierno.
Notas: Guillermo Cordero (2014), “La activación del voto religioso en España
(1979-2011)”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 147: 3-20.
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