"La proximidad vinculada al Gobierno local es ahora un ingrediente vanguardista ya que es el escenario más adecuado para implantar las dinámicas modernas y contemporáneas de la gestión pública en lo que podemos denominar como un modelo de gobernanza social"
Por Carles Ramió, esPúblico blog.- Ya hace tiempo que los especialistas afirman que el siglo XXI es el siglo de las ciudades al que yo añado y de los pueblos. Como es bien sabido España posee tres niveles de Administración: Estado (AGE), Comunidades Autónomas y Gobierno local.
Las tres operan en función de sus competencias, pero hay una jerarquía entre estos tres niveles que responde al orden expuesto. Pero a pesar de esta jerarquía formal las redes públicas, tanto a nivel político como administrativo, han pivotado durante estos cuarenta años sobre las administraciones autonómicas. El nivel autonómico ha sido la Administración estrella desde la aprobación de la Constitución de 1978. Primero por la novedad, luego por la importancia social de sus competencias (sanidad, educación y servicios sociales) y durante todo este tiempo por un complejo proceso de traspasos de competencias y de empoderamiento autonómico que ha generado no pocas resistencias tanto del Estado como de las ciudades más relevantes. La carpeta autonómica dista mucho de estar cerrada y ha entrado en un punto de debate entre cansino y decadente. Es lo que sucede cuando un país opta por un Estado materialmente federal pero formalmente unitario (por tanto, no federal). Una contradicción que arrastramos durante mucho tiempo y que no acaba de resolverse políticamente.
Considero que, a
partir de ahora, el nivel administrativo estelar, sobre el que debería pivotar
todo el debate y buena parte del poder y capacidad de influencia, es en el
Gobierno local. La sociedad, la política y los medios de comunicación deberían
cambiar la mirada y concentrarse en la Administración local del país. La
distribución de funciones contemporáneas entre los tres niveles de
Administración es la siguiente: Administración General del Estado: coordinación
general del sistema y dominio de las palancas institucionales de un Estado
vinculado al concepto de soberanía que está claramente en crisis (defensa,
seguridad interna, relaciones exteriores, prestaciones laborales y una tibia
organización y cohesión territorial). Representa el nivel central, pero con cada
vez menos capacidad de influencia y poder real debido a la Unión Europea y a
una economía globalizada. Comunidades Autónomas: su relevancia va a residir en
que prestan los dos servicios básicos y universales: la sanidad y la educación
y, también, de manera discutible y competitiva con las administraciones locales
los servicios sociales. Hablemos claro: a pesar de la enorme relevancia
política que han tenido hasta ahora las Comunidades Autónomas la verdad es que
su rol es de simples gestoras de servicios públicos. No hay que restar
importancia a esta relevante función, pero tampoco hay que magnificarla ya que
su capacidad política para transformar la sociedad es bien limitada.
Finalmente, las administraciones locales, hasta ahora el patito feo de nuestro
sistema institucional que está ahora en fase de metamorfosis para transformarse
en el cisne del sistema institucional. Desde mi punto de vista, el Gobierno
local se va a convertir en el gran motor de competitividad y de atracción del
bienestar de cualquier país moderno. Veamos algunos argumentos para sostener
esta afirmación:
La Administración
local mantiene los importantes atributos que ha tenido hasta ahora: por una
parte, los servicios públicos de proximidad. Por otra parte, la capacidad de
aportar seguridad jurídica a la sociedad vinculada a su territorio que es lo
que fomenta el crecimiento económico y por ende el bienestar ciudadano. Estas
dos funciones son similares a los de los otros dos niveles de Administración:
prestar servicios (administraciones autonómicas) y aportar seguridad jurídica
(Administración General del Estado y Comunidades Autónomas). Pero el elemento
clave es la proximidad que implica que estas dos actividades (y en especial la
de prestación de servicios) tiene una esencia muy política que la aleja de ser
una simple gestoría de servicios. Política en mayúsculas ya que desde la
Antigua Grecia la política y la democracia muestra su máximo esplendor en
pequeñas comunidades y en sistemas en que las autoridades políticas y los
ciudadanos de a pie están muy próximos, con una relación promiscua, que
revitaliza las esencias de la política y de la democracia.
La proximidad
vinculada al Gobierno local es ahora un ingrediente vanguardista ya que es el
escenario más adecuado para implantar las dinámicas modernas y contemporáneas
de la gestión pública en lo que podemos denominar como un modelo de gobernanza
social: dinámicas de participación ciudadana, cogestión de servicios públicos y
mecanismos de innovación. Estas tres novedades afloran con mayor esplendor en
la proximidad y en las pequeñas escalas.
La gran novedad del
actual empoderamiento del Gobierno local reside en que es el actor clave para
competir a nivel económico, por el conocimiento y por el bienestar en el
contexto de la globalización. El tejido empresarial, los centros de
investigación y de educación superior ya no apuestan ni por países ni por regiones
sino por ciudades o pueblos sean estos grandes áreas metropolitanas, ciudades
intermedias o pequeños pueblos. Es la paradoja de la globalización en la que lo
global aterriza y se encarna en lo local. En este contexto los países y las
regiones se desdibujan a favor de territorios muy concretos. Por ejemplo, en
términos de pujanza económica, de conocimiento e innovación hablamos más de
Silicon Valley y de San Francisco y no tanto de EE.UU. o de California. Lo
mismo puede decirse de Londres en relación a Gran Bretaña o Inglaterra.
Un ejemplo de la
dinámica anterior son los actuales roces y conflictos entre el Gobierno de la
nación y la Comunidad Autónoma de Madrid. Más allá de la lógica partidista y
personalista una lectura superficial puede atribuir a la pujanza política de
Madrid a que desea ponerse al mismo nivel autonómico-nacional que Cataluña o el
País Vasco. No creo que esta sea la interpretación más adecuada ya que
realmente la Comunidad de Madrid no es una región sino una gran área
metropolitana que se escapa incluso del Estado español ya que posee una agenda
propia para competir a nivel global.
Por tanto, a partir
de ahora en este país tendríamos que focalizar el debate social político e
institucional en cómo podemos empoderar a las áreas metropolitanas, a las
ciudades y a los pueblos. Hay que actualizar el marco normativo local con la
participación directa de los propios alcaldes, hay que dar más autonomía y
capacidad competencial al Gobierno local para que pueda competir sin las manos
atadas a nivel global, nacional o regional. Las resistencias del Estado y de la
Comunidades Autónomas van a ser numantinas ya que van a perder poder e
influencia. Finalicemos con un escenario de prospectiva: en Valencia crean una
auténtica área metropolitana ¿quién será el actor político más influyente de
este territorio? ¿el presidente del área metropolitana de Valencia o el
presidente de la Generalitat de Valencia? Seguramente el presidente de la
Generalitat Valenciana no solo va a estar políticamente y socialmente detrás
del presidente del área metropolitana de Valencia sino también del de Alicante
e incluso del de Castellón.
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