"En ocasiones opera la ley escrita en el Evangelio de que nadie es profeta en su tierra"
Por Fernando Castro Abella -espúblico blog.- Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española el término cunero tiene los siguientes significados:
«1. adj. Dicho de un toro: Que se corre o lidia en la plaza, sin saberse o designarse la ganadería a que pertenece.
2. adj. Dicho de un candidato o diputado a Cortes: Extraño al distrito y patrocinado por el Gobierno.
3. adj. desus. expósito. U. c. dialect. U. t. c. s.
4. m. Cuba. En los hospitales y clínicas, nido (‖ lugar donde están los recién nacidos).
5. f. Mujer que en palacio tenía por oficio mecer la cuna de los infantes.»
Y, recurriendo a la primera acepción de la palabra, cabría decir que del toro no importa su hierro o linaje, lo que cuenta es la bravura y casta que el toro en concreto tenga en la plaza. Que un “miura”, un “pablorromero” (hoy en día anunciados como Partido de Resina) o un “victorino” no tenga ni un pase queda en anécdota frente a las inolvidables páginas de la tauromaquia escritas por sus consanguíneos; a la hora de la verdad lo que importa es la casta del animal concreto que se quiere enseñorear del ruedo.
Pero es a la segunda acepción a la que hoy nos referimos, término que coloquialmente se suele extender a los candidatos a cualquier elección extraño a la circunscripción por la que se presenta a elección, no solo representante a Cortes. Y es a ellos a los que nos referimos, debiendo confesar que el pensamiento nos surge al conocer diversas candidaturas de diferentes partidos para las próximas elecciones locales y autonómicas. Y ello sin ánimo de ser crítico, pues el ser alcalde o concejal puede ser un buen motivo para acabar convirtiéndose en vecino de la población, sin necesidad de “enseñorearse” del ruedo.
El hecho de presentar un candidato ajeno a la circunscripción a la que presenta puede obedecer a diversos motivos, entre los que, sin ánimos de agotar las posibilidades, a vuelapluma se nos ocurren los siguientes:
-Durante los años de plomo de los terroristas de ETA el Partido Popular solía rellenar sus listas en pueblos de Euskadi con afiliados de otras provincias. No obedecía tal proceder al hecho de carecer de seguidores, sino de evitar el riesgo de un cobarde tiro en la nuca a sus candidatos.
-En ocasiones el partido político trata de explotar la popularidad o buen nombre del candidato, para tratar de conquistar una plaza difícil.
-También hay ocasiones en que simplemente se quiere buscar un acomodo que el partido considera fácil a un candidato a quien se quiere compensar unos servicios previos.
En mi humilde opinión, este último supuesto es el que no parece deseable.
Cuando la formación política presenta al candidato destacando que “ha tenido mucha relación con la localidad”, malo. Y digo malo, pues las relaciones no tienen siempre que ser buenas. Así, por ejemplo, numerosos etarras han tenido mucha relación con El Puerto de Santa María, por el simple hecho de cumplir sus condenas en una de sus prisiones. Pero estoy convencido que ninguno de ellos sería bien acogido por los votantes portuenses.
Por otra parte, me pregunto: si una formación debe presentar como candidato a la Alcaldía a una persona que no es vecina de la localidad, ¿considera que sus afiliados y simpatizantes que residen en ella son impresentables? Parece que no ha sido capaz de encontrar un vecino que merezca la confianza política de ser postulado como candidato, aunque creo que no siempre es así.
Efectivamente, en ocasiones lo que se trasluce son disensiones internas en la organización local. “Si fulanito encabeza la lista, no contéis conmigo” y fulanito se cae de la cabeza de la lista, pero no prestará su apoyo a quien le haya vetado.
En otras ocasiones opera la ley escrita en el Evangelio de que nadie es profeta en su tierra. Así, a reconocidos expertos de la Administración Local les halagan los oídos diciendo que serían grandes candidatos, pero no se lo ofrecen en su pueblo.
Finalmente hay otra razón poderosa para recurrir a candidatos ajenos a la localidad, que no es otra que el interés de la formación política en lograr esa Alcaldía, lo que lleva a tratar de buscar un candidato con buen tirón electoral, aunque sea “cunero”.
Como siempre, se debe distinguir entre el mundo urbanita y los pequeños núcleos rurales, lo que hoy se denomina la España vacía o vaciada. En estas pequeñas poblaciones se suele conocer todo el mundo y cuando se vota al alcalde es por saber de su buena gestión y por el sacrificio que le supone asumir, por lo general de manera absolutamente gratuita, el cargo. Por ello no es raro encontrar alcaldes que lo han sido sucesivamente por una formación política y por la adversaria, igual que en los primeros años de democracia no era raro encontrar alcaldes que ya lo eran desde antaño, los cuales solamente habían tenido que elegir la lista a la que prestaban su nombre.
Por el contrario, en las poblaciones de mayor entidad poblacional las elecciones locales se politizan mucho más, de forma que se vota mayoritariamente por el “color” de la papeleta. Se puede llegar a aplicar el voto con los dedos tapando la nariz o el voto a los que se considera unos hijos de…, siempre que sean nuestros hijos de… Pero para combatir este fenómeno, hay otro invento localista, que son las formaciones de vecinos “independientes”. Con este sistema, se puede colocar y salir bien situada una lista de izquierdas en un pueblo de derechas o una lista de derechas en un pueblo de izquierdas. Para ello se buscan vecinos suficientemente conocidos, pero sin filiación política declarada, los cuales deben hacer gala de su “independencia” y su interés por “servir” al pueblo.
Conclusión, no todos los candidatos cuneros tienen que ser malos, y además hay realidades peores.
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