lunes, 15 de febrero de 2016

La eficacia de los portales de Transparencia

"La transparencia se garantiza porque se puede preguntar y se va a responder con la verdad a lo que se pregunta"

El blog de analítica Web Public. Sergio Jiménez-  En las últimas semanas, coincidiendo con los balances del primera año de vida de la Ley de Transparencia y las revisiones de los portales a tal efecto, está surgiendo una preocupación sobre la materia: la gente no pregunta. O mejor dicho, no pregunta mucho, o no pregunta lo que esperamos, o no pregunta lo que nos gustaría.

En todo caso, la coincidencia del cierre de Tu derecho a saber por las complejidades de la Ley, ha puesto en primera línea la preocupación sobre el ejercicio de este derecho. Ante esto, y sin que signifique la renuncia a promover el ejercicio de un derecho básico para el funcionamiento institucional del Estado, tal y como acaban de hacer Civio y el Consejo de Transparencia, nos encontramos ante la duda de saber si lo que debemos esperar para hablar de una ley exitosa es que se hagan más o menos consultas. ¿Cuánto tendría que preguntarse para que lo consideráramos aceptáramos?

La ley de la transparencia: El big bang de los portales

La ley de transparencia de España ejerce un principio burocrático fundamental: fija como objetivo lo que se hace y no lo que se logra.

Dicho de otro modo, cuando se realiza la ley, se fijan  unas condiciones (plazos, principios y objeto cubiertos por la ley) y unos medios: los portales de transparencia. Esta apuesta supone literalmente la apertura de miles (¡miles!) de sitios web en los que dejar disponibles los documentos definidos por la norma y establecer los canales para ejercer el derecho de consulta. Entre estos objetivos esta la posibilidad de preguntar dejando constancia inequívoca tal, y como precisa el procedimiento administrativo, garantizando el cumplimiento de dicha ley.

Sin embargo, el principal output que estamos usando para saber si funciona la norma, el número de preguntas que se realizan, distan bastante de ser un número alto, con algunos casos llamativos, como el portal de la Comunidad de Madrid, del que ya hablamos en su momento y que en sus primeros meses de vida había recibido 10 consultas.  Sin embargo, a mi, ejerciendo de abogado del diablo, se me plantean dos dudas fundamentales. En primer lugar, si la manera de saber que funciona la Ley y sus medios es el número de preguntas que se realizan y, si esto fuera así, cuál sería el número que podríamos considerar como un éxito.

Pero ¿De verdad pregunta tan poca gente?En un reciente post Mª Concepción Campos Acuña hacía una reflexión acerca de por qué se pregunta poco.  Viendo muchos de sus argumentos importantes (de hecho, aquí ya hemos trabajado sobre los portales de Transparencia aquí, aquí, aquí y aquí proponiendo muchas de las mejoras) , desde el punto de vista de un analista, antes de seguir estas hipótesis, me gustaría validar la su corrección o, al menos, las condiciones de para validarlas:
  • La complicación del proceso: Preguntar en un portal de transparencia no es nada fácil. Encontrar dónde y cómo preguntar, disponer de los medios para hacerlo, como un certificado, un equipo configurado para que se pueda firmar la solicitud, y que todo vaya bien es relativamente difícil. De hecho, yo, que he preguntado bastante en diferentes portales, he encontrado algunos donde ha sido fácil (el del Estado) y en otros no he podido hacerlo en el canal plenamente digital (el de Madrid). Sin embargo, para saber si este es el problema tendríamos que saber cuantas personas inician el proceso, cuantos lo dejan y dónde (el embudo de conversión) y, si somos más ambiciosos, buscar cuantos han ido a la página en la que se informa cómo se realiza la pregunta, o cuántos han buscado en el sitio términos relacionados con presentar una consulta. Si el número de los que hacen esto es alto y mucho mayor de los que preguntan realmente, podemos asumir que esto es así.
  • No se conoce el portal: Puede ser que haya mucha gente dispuesta a preguntar, pero que no encuentra el sitio al que dirigirse. Siendo esto posible, y entendiendo que entonces el problema es de promoción de la plataforma, podríamos ver que hay una parte importante del público que proviene de buscadores o de medios que no gestiona el propio portal (redes sociales no gestionadas por el portal, y otros sitios web) que generan un público que está ahí interesado en la oferta, pero que no lo conoce.
  • Se conoce la ley, pero no hay interés: Para saber si un sitio se conoce, lo normal es buscar cuánta gente accede para lo que miraremos las sesiones (las veces que se entra en la página) y los usuarios. El matiz entre ambos es importante, porque, incluso teniendo un número muy alto de sesiones, estas pueden ser del mismo grupo de usuarios (prensa, personas muy interesadas, profesionales, …). Desde luego, si entendemos que el público de un portal como este es el conjunto de los ciudadanos mayores de edad y con internet, en España tendríamos que hablar de millones de usuarios al año. Sin embargo ¿Es ese el público real?
No digo que estas posibilidades no sean ciertas, solo señalo que podemos comprobar si lo son si tuvieramos conocimiento de estos datos (que evidentemente, se pueden pedir, e incluso puede que existan, pero que no voy a hacer por cada portal de transparencia)


Y ahí es donde tenemos la pregunta: ¿Cuánta gente debería preguntar? La cuestión es si esperamos de algún modo que la cantidad de público que lee prensa generalista (los diarios), debe ser similar a la que lee prensa especializada (por ejemplo, prensa médica profesional) y  que, en caso contrario, eso supondría que la salud del país está en riesgo. ¿Es realmente el ejercicio del derecho de consulta algo masivo? Y, en caso de no serlo ¿supone eso que hay “menos” transparencia?

La transparencia no es Mainstream.

Como he dicho, yo he ejercido mi derecho a consultar, a veces en Tu derecho a Saber, otras veces en las sedes electrónicas de diferentes organismos y otras veces en portales de transparencia. Sin embargo, siempre que he preguntado he tenido claros unos cuantos aspectos.

  • Primero he tenido algo que preguntar: parece obvio pero no lo es tanto. Puedo tener una inquietud y alguna conjetura sobre algo, pero que no se concrete en una pregunta. Por ejemplo, a mi me puede interesar “en qué se gasta el dinero” pero no tengo una idea, conjetura o tema en concreto que me permita preguntar o me inquiete. ¿Te gusta saber dónde van tus impuestos? Claro, pero no vas a preguntar ¿A dónde van mis impuestos? porque ni es una inquietud concreta, ni, desde luego, tendría ganas de leerme toda la respuesta sobre algo que para mí es todavía una abstracción,.
  •  He tenido ganas de preguntar: Esto tampoco es tan evidente como parece. Yo puedo tener curiosidad por saber los criterios de contratación de espectáculos lúdicos en los carnavales de Madrid (por poner un ejemplo), sin que eso suponga necesariamente que tenga ganas de irme a preguntar y dedicar el tiempo que sea para hacerlo. O bien me enteraré si lo veo en la prensa, o si no me entero, no pasa nada, pero no voy a dedicar los 10 minutos (siendo optimista)  que me supondría preguntar.
  • He sabido qué preguntar: Puedo tener una duda y que esta me preocupe lo bastante para preguntar, pero es muy posible que no sepa exactamente qué preguntar (ya no digo a quién, dentro de los portales de y sedes electrónicas que inundan el ciberespacio).  Si por ejemplo, llego y pregunto ¿qué resultados está dando el portal de Transparencia? me responderán sobre las visitas y las consultas que tiene. Sin embargo, si quiero preguntar acerca de las dudas que he detallado más arriba, tendría que ser mucho más específico. Ser así de concreto tiene una condición, que es saber que hay algo que no sabes (por ejemplo, yo preguntaría cuál es el número de usuarios que entran en cada paso de las etapas de realizar una pregunta en el portal de transparencia, porque se que es el indicador y porque sé que se puede medir, pero muchísima gente interesada en el tema se contentaría con la respuesta simple o, intuyéndolo, ni preguntaría).
Todo esto es lo que me llevaría en un momento dado a realizar la pregunta, y ahí si que podríamos mirar la complejidad técnica, administrativa o el temor a preguntar, pero ¿Cuánta gente llega hasta este punto? Realmente creo que hablamos de un público más reducido de lo que se espera mucha gente. Esta “minoría” susceptible de preguntar no significa que no haya interés, o que no se quiera saber, sino que hay un filtro de selección cognitiva del proceso que genera el mercado real de la Transparencia. Este mercado (y esta es mi hipótesis) es relativamente minoritario, con un alto compromiso político, un nivel formativo alto y, en muchos casos, ejerce de prescriptores y divulgadores de contenidos que se obtienen en los portales. Se trata de un tipo de una especie de “divulgadores” de la Transparencia y del funcionamiento del Estado, igual que hay divulgadores científicos como por ejemplo Irreductible o Gominolas de Pretroleo.

¿Significa esto  que es España un país menos transparente si no se pregunta? No, o al menos, no es más o menos transparente por la cantidad de personas que tienen preguntas que dirigir a los portales de transparencia. ¿O que los problemas de corrupción son fruto de una indiferencia ciudadana sobre las instituciones? Realmente la efectividad de un derecho se basa en su garantía y no en su ejercicio. Por ejemplo, un país no tiene menos libertad de expresión porque la gente no haga discursos y presentaciones más transgresoras y provocativas, sino porque en caso de hacerlo, no van a tener ningún tipo de temor a represalias jurídicas o sociales que amenacen su integridad. La transparencia se garantiza porque se puede preguntar y se va a responder con la verdad a lo que se pregunta.

Esto no significa que no se deba promover el ejercicio del derecho y animara a ejercerlo, más aún cuando se considera que su ejercicio es beneficioso para la sociedad, como lo es el derecho al voto. Sin embargo, creo que el éxito o el fracaso del portal no se debe considerar en función del total de consultas realizadas, y menos aún sobre una base del conjunto de la sociedad española.

En este caso, tenemos una objeción mas que hacer ¿Es la estrategia de los portales de transparencia la mejor que se podía implementar para garantizar que el derecho de la transparencia se realizaba de la mejor manera posible? Muy probablemente no, pero eso lo hablaremos otro día.

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