lunes, 25 de septiembre de 2023

Lo que no me dejaron contar: 15 Reflexiones (de urgencia) sobre el (mal) estado de la función pública en España.

"El mal funcionamiento de la Administración parece ser una constante en muchos casos, y es debido principalmente a una desatención política por los temas de gestión pública. Una política sin mirada ejecutiva y con baja capacidad de gestión, es impotente"

Por Rafel Jiménez Asensio. La Mirada Institucional blog.- Presentación

A raíz de una entrevista sobre el estado actual del empleo público concedida al diario digital El Confidencial con la excusa de la aparición editorial del libro El legado de Galdós. Los mimbres de la política y su “cuarto oscuro en España (Catarata, 2023), y muy bien conducida por el periodista Ángel Vilariño, recibí algunas invitaciones para reiterar el tratamiento de aquel tema en distintos medios. Una de ellas fue para participar en un programa televisivo de gran audiencia. La citada entrevista tuvo lugar, ciertamente en términos muy distintos a los pactados. Del cuestionario de seis temas a tratar que me enviaron, previa exigencia por mi parte, sorprendentemente solo se abordó el primero de ellos. Para los demás temas, “no hubo tiempo”. O no interesaban.

En fin, puede ser oportuno reproducir el cuestionario planteado por el programa y exponer a continuación cuál es escuetamente mi punto de vista sobre tales preguntas que finalmente no se hicieron (para quien esté interesado en una versión ampliada o más desarrollada técnicamente de las respuestas puede acudirse a la Capa 2 de esta entrada).

(CUESTIONARIO DE LA ENTREVISTA: ESQUEMA DE LAS RESPUESTAS)

Le voy a pedir un primer diagnóstico genérico sobre el empleo público en España ¿Cómo funciona?

1.- El empleo público deriva del Estatuto Básico del Empleo Público (EBEP, 2007), que creó una institución mestiza o bastarda. Personalmente, me gusta más hablar de función pública, por la idea objetiva de servicio a la ciudadanía que contiene. El EBEP puso el foco en el empleado y distorsionó la concepción tradicional de la función pública.

2.- La función pública española no existe. Está fracturada en compartimentos estanco. Lo único que les une es una cada vez más delgada legislación básica de fuerte componente dispositivo con pocas reglas. Hay, al menos, tres subsistemas de empleo público según los diferentes niveles de gobierno (estatal; 18 %, solo 8 % Administración del Estado (AE); autonómico, casi el 60 %; y local, el 21 %). El empleo público estatal tiene pocos efectivos. Aun así, es el más profesional, mientras que el autonómico y local, con excepciones, ofrecen más debilidades funcionales.

3.- El EBEP pretendió activar cuatro palancas de cambio: evaluación del desempeño; carrera profesional; dirección pública profesional; valores públicos e integridad. Ninguna de las cuatro se ha desarrollado satisfactoriamente. Un empleo público que retribuye por estar y no mide resultados premia a quien trabaja poco y castiga al funcionario responsable. Una carrera que se basa en la antigüedad no es profesional y resulta una pantomima solo para retribuir más. Y donde se admite el libre nombramiento y cese no existe dirección pública profesional. Un empleo público sin integridad, como un saco vacío, nunca se puede mantener recto.

4.- La reforma de la función pública no está en la agenda política, hay un desdén político. Esto tiene raíces históricas, pues la Administración y la función pública han sido en España “el cuarto oscuro de la política”, adoptando siempre una posición vicarial. Hoy en día la política sigue ocupando groseramente la zona alta de la Administración y de la función pública.

¿A qué desafíos hace frente ahora mismo el empleo público?

5.- Los retos a los que se enfrenta la institución son mayúsculos. Las respuestas insuficientes. La función pública debe adaptarse a los constantes cambios. Y no lo está haciendo. Debe hacer frente a una peligrosa erosión de la profesionalidad e imparcialidad de la función pública, principios constitucionales que se están poniendo en entredicho por una política voraz y un sindicalismo del sector público con mirada muy endogámica. El reto de la reducción drástica de la desorbitada temporalidad del empleo público en España, sobre todo en las administraciones territoriales (sin parangón en otros países de la UE), es un gran desafío (no se está ejecutando adecuadamente).

6.- El gran desafío inmediato/mediato es el relevo generacional. En los próximos doce años dejarán el empleo público más de un millón de personas (más de 1/3 de sus efectivos). Se está produciendo una salida en masa de funcionarios. La media de edad del personal del sector público oscila en una franja entre 52/56 años. Hay que captar talento joven. Es urgente. Y debe ser una tarea planificada estratégicamente, lo que no se está haciendo. La gestión de recursos humanos es el talón de Aquiles del empleo público.

7.- Otro gran reto es la digitalización de la Administración y el fortalecimiento de las competencias tecnológicas de los empleados del sector público, así como la creación de nuevos perfiles profesionales. Una vez más, la improvisación es la norma y la falta de estrategia (déficit constante de planificación) el agujero negro. Las Administraciones no han introducido apenas nuevos perfiles profesionales en sus estructuras de empleo, de tal modo que en este ámbito están capturadas (también en parte la AE) por el sector privado.

¿Cómo influye en esta situación el envejecimiento de la población en España?

8.- La muy baja tasa de natalidad existente en España, unida a unas expectativas de vida mayores que antaño, pueden generar un cóctel explosivo. Pero en lo que se refiere al empleo público las consecuencias más visibles de ese envejecimiento se muestran también en los ámbitos de sanidad, servicios sociales y educación. Son temas, no obstante, que requieren muchos matices; y que aquí no pueden recogerse.

9.- El envejecimiento de la población debe promover una ética del cuidado y una atención empática por parte de la Administración hacia las personas de la “cuarta edad”, muy vulnerables y objeto de políticas discriminatorias (pandemia), que tiene necesidades crecientes para paliar o atenuar sus dependencias. Es muy importante que la digitalización de la Administración no excluya a esos colectivos del trato directo que la Administración les debe satisfacer. No se les puede exigir, tampoco obligar de facto, a que se relacionen con la administración sanitaria, social o general por medios exclusivamente digitales. Clamamos cuando lo hacen las entidades bancarias, callamos cuando pisotea sus derechos la Administración. La atención a la ciudadanía está en el ADN existencial de la Administración.

Nos quejamos, todos, de cómo funciona la Administración, ¿terminaremos perdiendo la confianza en el sector público y acudiendo al sector privado?

10.- El mal funcionamiento de la Administración parece ser una constante en muchos casos, y es debido principalmente a una desatención política por los temas de gestión pública. Una política sin mirada ejecutiva y con baja capacidad de gestión, es impotente. No hay, salvo excepciones singulares, un correcto alineamiento política y gestión. Una política así se convierte en una suerte de fuegos artificiales y, además, empobrece la función pública y la conduce a ser una estructura vicarial.

11.- Los años de pandemia han sido letales para el deterioro cada vez mayor de los servicios públicos. La pésima aplicación de “la cita previa”, sin cobertura legal bastante, ha empeorado mucho las cosas. Una mala práctica del teletrabajo en el sector público tampoco ha ayudado a que la atención ciudadana mejore. No deja de ser desalentador que la Seguridad Social, que desde su proceso de modernización de la década de los noventa funcionaban magníficamente, haya terminado siendo un pésimo ejemplo de gestión.

12.- El derrumbe del sistema de gestión (o el déficit manifiesto de competencias administrativas) en todos los niveles de gobierno del sector público, a quien más afecta es precisamente a los colectivos más vulnerables de la sociedad. No todo ni mucho menos se resuelve con más gasto público ni con inyecciones desordenadas de fondos europeos extraordinarios. Se malgastan los recursos o, lo que es peor, se pierden. Tampoco arregla mucho subvencionarlo todo, a veces sin tino ni criterio. Ya Tocqueville advertía a los gobernantes que nada había peor que un pueblo de solicitantes.

¿Algún aspecto positivo, algunas fortalezas en nuestra función pública, de la que se pueda tirar para mejorar la situación?

13.- La función pública española ha tenido un azaroso proceso de construcción, muy dependiente de la volcánica e inestable política española durante los siglos XIX y XX. La estructuración de la función pública en cuerpos, fue inicialmente una fortaleza, ya que a tales estructuras se accedía mediante procesos selectivos rigurosos y, por lo menos en la AE, ha supuesto que existieran profesionales cualificados. Otra cosa es cuál era y es su extracción social, así como qué tipo de pruebas de acceso se exigen (obsoletas en muchos puntos y manifiestamente mejorables).

14.- La fortaleza mayor que tiene la función pública es que aún se sostiene por sus inercias y porque hay un buen número de funcionarios (de niveles superiores, intermedios o bajos) que tienen un elevadísimo sentido de pertenencia institucional y actúan y sirven a la Administración con una acusada responsabilidad. Eso es, en efecto, lo que mantiene en pie un edificio que desde hace mucho tiempo amenaza ruina y, por mucho que se apuntale, con medidas aparentes, puede derrumbarse en cualquier momento.

¿Nos podemos mirar en el espejo de algún otro país, de algún país vecino, para tratar de mejorar las cosas?

15.- Hay muy buenas experiencias comparadas en distintos ámbitos. España en este punto tiene un claro subdesarrollo institucional que afecta directamente a las bajas capacidades administrativas que ofrecen sus respectivas administraciones. En materia de selección, la Comisión Europea e Irlanda (esta última con un modelo muy consistente) son puntos de referencia. En lo que afecta a la función directiva, el ejemplo está al lado, en Portugal, que tiene además una función pública con estándares de integridad y unas estructuras directivas profesionales de las que en España carecemos.

(CAPA 2: ENTRADA AMPLIADA Y RESPUESTAS MÁS DETALLADAS. PUBLICACIONES PENDIENTES DE APARICIÓN EN ESTA MATERIA Y OTRAS CONEXAS): https://wordpress.com/page/rafaeljimenezasensio.com/6768

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