Revista de prensa. Por Jaume Masdeu. La Vanguardia.- Las expectativas que se crearon en los primeros momentos de la pandemia respecto al teletrabajo han quedado lejos de la realidad. Desde que pasó el momento álgido de los encierros obligados, el trabajo a distancia muestra una disminución continua de la cantidad de personas que lo practican.
Es cierto que en el último trimestre del año pasado hubo un ligero repunte, básicamente en el teletrabajo ocasional, pero que se cree provocado por la variante ómicron. En definitiva, 2021 cerró con un 13,6% de la población ocupada teletrabajando, lo que supone 2.741.000 personas, de las cuales un 7,9% más de la mitad de los días de la semana, y un 5,7% ocasionalmente. Está muy por encima de los niveles prepandemia (en 2019 era del 8,3%), pero la tendencia es a la baja.
“Va a arraigar muy poco. No superamos el 2 o 3% respecto a la etapa anterior a la pandemia”, afirma José Varela, responsable de digitalización de UGT. “Vamos a subir un escalón, el teletrabajo será algo más implantado que antes”, coincide Carlos Gutiérrez, de CC.OO., que destaca que el problema son las grandes expectativas que se generaron en el primer momento sobre un traspaso generalizado al teletrabajo. De esto se quedará lejos.
La gran razón para esta falta de arraigamiento del teletrabajo “es la cultura presencialista instalada en una gran mayoría de empresarios, típica de otra sociedad y otro siglo”, afirma José Varela, de UGT.
También desde el ámbito empresarial coinciden en que el teletrabajo se va a quedar en niveles solo ligeramente más altos de los previos a la pandemia. “Hay una gran cantidad de sectores en los que no es factible aplicarlo”, recuerda Andreu Cruañas, presidente de Asempleo. Añade que en el resto se buscarán fórmulas para combinar el trabajo presencial con la actuación a distancia.
Donde más difícil es que arraigue el teletrabajo es en las pequeñas empresas. “En las empresas con menos empleados el teletrabajo ha tenido menor implantación y también se cree que tendrá una menor continuidad una vez superada la crisis sanitaria”, concluye un informe de Vodafone.
El estudio muestra el retorno al trabajo presencial, con las microempresas (entre 1 y 9 trabajadores) que pasaron de un 30% de teletrabajo durante la covid a un 18% después, y las pymes del 72% al 36%, es decir, a niveles ligeramente superiores a los de la prepandemia. Por su parte, las grandes empresas, que llegaron a un 94% durante la covid, también han reducido al 51% el trabajo a distancia, según este informe. Un estudio de CC.OO. nos permite trazar el retrato robot del asalariado que teletrabaja: una mujer, desde su domicilio, y residente en Catalunya o Madrid.
Por otro lado, uno de los instrumentos que con más éxito se ha utilizado durante la crisis de la pandemia se ha ganado su instalación como mecanismo permanente para salvar a las empresas en los momentos de más dificultad. Son los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE), ahora en plena transición de los ligados a la covid hacía los nuevos mecanismos establecidos por la reforma laboral: los ERTE Etop por causas económicas, técnicas, organizativas y de producción, y los del Mecanismo RED, que responden a dificultades sectoriales o cíclicas. Este tipo de ERTE sectorial se va a aplicar en primer lugar a las agencias de viajes, que aún mantienen al 28% del total de la plantilla sujeta a estos expedientes.
En total, son ya solo 104.363 los trabajadores acogidos a los ERTE covid. Unas cifras que contrastan con los 3,5 millones a que se llegó en el momento álgido de la pandemia, en la primavera de 2020. En cualquier caso, estos mecanismos han venido para quedarse, y con aplauso de todas las partes. Suponen una inyección de dinero público para evitar que cierren las empresas, y con exoneraciones para que se facilite formación a los trabajadores.
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