" ¡Qué fantástica Administración han construido nuestros insignes políticos y sindicalistas! ¡Cómo les gusta alardear de que las pruebas selectivas tan exigentes y complejas que convocan son capaces de superarlas casi el cien por ciento de los aspirantes! "
Por Rafael Jiménez Asensio. La Mirada Institucional blog.- En la fase de oposición de los procedimientos selectivos de «concurso-oposición» (dejemos ahora de lado la broma de los «concursos») en los llamados procesos de estabilización del empleo público desarrollados en algunas Administraciones Públicas (dicho más llanamente, cómo anclar al personal interino en las nóminas públicas para toda la vida), están superando la fase de “oposición” más del noventa por ciento de los aspirantes presentados. Han leído bien, el noventa por ciento. Y si baja de ese porcentaje, lo es por poco. No es nuevo. Había precedentes.
Se trata, y hay que subrayarlo, de procesos a los que “concurren libremente” y pagan sus tasas candidatos de “la casa”, esto es, los que tienen ese nuevo derecho fundamental absoluto de calzarse «su» plaza, junto con otros de la “calle”, es decir, puros outsiders, cuya única ambición posible y probable consiste, siendo imposible física y metafísicamente que formen parte de los elegidos, en incorporar sus apellidos a esas bolsas basura de trabajo (para seguir cubriendo eternamente las interinidades) formadas por los innumerables residuos que queden después de celebrar tan meritorios procesos de “selección”. Y pasar, así, a mejor vida.
Realmente lo desconocíamos; pero estamos en un país de sabios. Una España en la que, al parecer, (casi) todos sin excepción tienen tan elevados conocimientos y destrezas que, en verdad, resulta casi absurdo convocar procesos “selectivos”. Que aprenda Europa de nuestro nuevo modelo, que en buena parte se lo debemos a ellos. Nuestro empleo público tiene donde elegir: es un mar de intelecto. Ya les gustaría ver a los revolucionarios franceses en qué ha quedado su artículo 6 de la Declaración Universal de Derechos del Hombre y del Ciudadano, su principio de igualdad y, lo que es más importante, el talento y las virtudes para el acceso a un empleo público, gracias a que aquí lo hemos “universalizado” de verdad y no de boquilla: todos los humanos, mujeres y hombres sin excepción, valen (casi) lo mismo, aunque -no se engañen por las apariencias- más quienes están dentro y menos quienes deben esperar para ingresar, por eso del “concurso”. Pero todo llegará. A esperar su turno.
¡Qué fantástica Administración han construido nuestros insignes políticos y sindicalistas! ¡Cómo les gusta alardear de que las pruebas selectivas tan exigentes y complejas que convocan son capaces de superarlas casi el cien por ciento de los aspirantes! ¡Hasta ellos mismos, si me apuran, podrían hacerlo! Pero, no deben dormirse en los laureles. Aún hay un diez por ciento que no pueden acreditar los conocimientos exigidos, lo que, por tanto, denota que tales procesos son irracionales o desproporcionados, pues están discriminando y sobre todo estigmatizando a un porcentaje nunca irrelevante de la ciudadanía, que también tiene derecho a comer de la olla presupuestaria, como diría Galdós. Esas exclusiones se deban probablemente a que las pruebas exigidas han sido de una dureza extrema, o tal vez a que la Administración no fue sensible a que algunos aspirantes el día anterior se fueron de farra y, por tanto, ejercieron su derecho fundamental al ocio, otros no entendieron lo que leían porque no recibieron una educación de calidad y los habrá, incluso, que apenas supieron diferenciar una ley de un atestado, cosas de abogados y no de legos como ellos. En fin, una Administración terriblemente injusta que deja fuera a los menos diestros. El objetivo político debe ser más ambicioso: aprobado general en todas las oposiciones. Que tomen nota. Andan torpes.
“colócanos a tós”
En España vuelve a resonar el grito desesperado del “colócanos a tós” que tuvo que escuchar en un mitin hace más de cien años el cacique de turno, Natalio Rivas. Dejémonos de tonterías, lo más democrático es abrir las puertas de la Administración de par en par a cualquier aspirante que lo pretenda. Tenemos algo menos de cuatro millones de empleados públicos. Son muy pocas bocas a alimentar. Y la mayor parte tienen familia, que no cabe abandonar a la indigencia. La Administración Pública debe dar cobertura universal a tanto talento suelto y a esas virtudes descarriadas. Es la gran entidad de beneficencia del siglo XXI. La que hará el nuevo Estado Social Administrativo; invento hispano de última generación. Hay que ensanchar las nóminas del empleo público, para que quienes no han podido entrar porque otros estaban ya calentando la silla lo puedan hacer en el futuro próximo, pues tan abrumadores capacidades no se pueden desperdiciar, ya que la inmensa mayoría se ha quedado fuera habiendo aprobado o incluso sobresalido en tales “oposiciones” y, por tanto, como nos recordará dentro de no mucho nuestro también plagado de talento jurídico Tribunal Constitucional, han acreditado ya sobradamente su enorme mérito y capacidad superando tan exigentes procesos selectivos, lo que ya, por sí mismo, les habilita para hacer cualquier cosa que se precie durante toda la vida en esa casa común que todos pagamos denominada Administración Pública. Sobre todo, vivir adosados a la nómina pública, que en época de brutal incertidumbre es un refugio seguro. Que se lo cuenten a ellos.
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