"Detectar deficiencias en la planificación de proyectos no es suficiente; el control debe proponer soluciones concretas, como mejorar la evaluación previa de impacto o establecer plazos más realistas. Esto transforma el control en un aliado estratégico, no en un mero mecanismo correctivo o, como a veces se percibe, punitivo."
Por Álvaro García Molinero.-Reflexiones de un Interventor blog.- La llegada de los Reyes Magos es siempre un momento especial, cargado de ilusión. Sus regalos: oro, incienso y mirra, no son simples objetos, sino símbolos cargados de significado. Oro para reconocer el valor, incienso para honrar y mirra para enfrentar las dificultades. Haciendo un «pequeño» paralelismo en cuanto a los escenarios tratados, ¿No deberían las administraciones públicas inspirarse en este gesto y entregar a la ciudadanía lo que realmente necesita?, porque más allá de las palabras y las promesas, la gestión pública también tiene regalos que hacer: confianza, transparencia y resultados.
Pero estos regalos no llegan solos. Al igual que los Magos de Oriente necesitaron una estrella para guiarse, las administraciones necesitan un control público eficaz que ilumine el camino, garantice que las promesas se cumplan y asegure que los recursos lleguen cuándo, cómo y a dónde deben –> «del dicho a los hechos»
Oro: La confianza como el regalo más valioso
El oro es símbolo de lo más valioso, y en la gestión pública, ese regalo es la confianza. Sin confianza, las instituciones pierden su razón de ser. Pero no se puede pedir confianza; hay que ganársela. Y esto no se logra con discursos grandilocuentes ni con promesas que se quedan en el papel, sino con hechos.
Los discursos políticos están llenos de grandes promesas. Transformar el modelo económico, liderar la transición ecológica, digitalizar las administraciones públicas… Todo ello acompañado de eslóganes cuidadosamente diseñados para captar la atención y generar ilusión. Pero cuando el eco de las palabras se apaga, queda la realidad: una brecha inmensa entre lo que se dice y lo que se hace.
No porque falten ideas, sino porque las promesas suelen olvidar algo esencial: cómo aterrizarlas en un sistema que tiene limitaciones reales. Prometer es sencillo, cumplir exige planificación, recursos y, sobre todo, una conexión entre el objetivo y la capacidad de ejecutarlo. Sin embargo, vemos una y otra vez cómo lo urgente eclipsa lo importante y el impacto mediático pesa más que el impacto real. La política no puede limitarse a construir castillos en el aire, porque estos, aunque impresionen desde lejos, se desmoronan al primer análisis serio o con el primer contratiempo que surge.
Un buen ejemplo lo encontramos en la gestión de los fondos europeos. Se han presentado como una oportunidad histórica para transformar sectores clave como la transición energética o la digitalización. Sin embargo, ¿cómo se gestiona esa expectativa cuando los procesos se vuelven ineficientes o los recursos no llegan a quienes los necesitan? La confianza se construye demostrando que los fondos no solo se ejecutan, sino que generan el impacto esperado. Esto implica planificación rigurosa, comunicación clara y resultados medibles.
Reconocer los errores también forma parte de este regalo. Por ejemplo, en auditorías y controles realizados sobre fondos europeos se han identificado retrasos en proyectos vinculados a los mismos por una excesiva carga administrativa o por no acreditar una madurez razonable en los sistemas de control interno de las entidades decisoras/ejecutoria/instrumentales, máxime cuando no en pocas ocasiones se han autoevaluado con valoraciones claramente alejadas de la realidad que lo que hacen no es más que poner una benda en la herida (sus propias carencias)
Por lo general, estos retrasos suelen estar asociados a la complejidad de los procedimientos exigidos para garantizar el cumplimiento normativo, la necesidad de coordinar a múltiples actores institucionales y la falta de recursos técnicos o humanos especializados. Además, no en pocos casos, la burocracia genera incertidumbre en los plazos, afectando no solo la gestión de los proyectos, sino también la percepción de los beneficiarios finales y la capacidad de alcanzar los objetivos establecidos dentro de los plazos previstos.
Admitir estas deficiencias y tomar medidas para simplificar los trámites no solo refuerza la confianza, sino que también mejora la ejecución futura.
Incienso: La transparencia que purifica las instituciones
El incienso simboliza pureza y conexión. En la gestión pública, ese regalo es la transparencia. Pero no basta con la simple publicación de datos con un carácter estrictamente formalista, la transparencia debe ser accesible y comprensible para todos.
Un caso paradigmático es el seguimiento de los planes de recuperación. La publicación de los indicadores de ejecución y los informes de progreso debería ser un ejercicio de transparencia real. Sin embargo, a menudo estos datos son opacos o difíciles de interpretar para la ciudadanía.
En informes emitidos por el Tribunal de Cuentas Europeo (TCE) ha expresado también su preocupación también por la falta de datos fiables proporcionados por los Estados miembros sobre las ayudas públicas concedidas en respuesta a la pandemia y a la crisis inflacionaria tras la invasión de Ucrania. Ponen de relieve que las deficiencias en la recopilación y notificación de datos dificultan la evaluación efectiva de dichas ayudas. El Tribunal recomienda mejorar la transparencia y la información para evaluar estas políticas.
Una administración verdaderamente transparente no solo publica información, sino que la presenta de forma clara, explicando cómo se toman las decisiones y qué resultados se esperan.
Otro ejemplo de debilidades detectadas en actuaciones de control, está vez relativa a los contratos de obras públicas: se detecta un patrón recurrente de modificaciones contractuales que aumentaban significativamente los costes iniciales previstos. En muchos casos, estas modificaciones no se publicaban en tiempo y forma, lo que generaba una percepción de opacidad en la gestión de los recursos. Aunque técnicamente se podría estar cumpliendo con la normativa, el retraso en la publicación y la falta de explicaciones sobre el aumento de costes dificultaban la fiscalización tanto interna como externa… Y es que cuando la contratación pública se abre a la luz, se reducen los espacios para la sospecha y se generan incentivos para una gestión más profesional y responsable.
Estas iniciativas, bien implementadas, no solo fortalecen la confianza, sino que también disuaden prácticas poco éticas o fraudulentas.
Mirra: Resultados tangibles para los problemas reales
La mirra, con su simbolismo de esfuerzo y superación, representa el regalo más práctico: los resultados. Porque al final, lo que la ciudadanía necesita no son más discursos, sino soluciones que mejoren su día a día.
La gestión pública, sin embargo, está atrapada en un ciclo en el que lo urgente siempre gana la batalla a lo importante. En áreas como la sanidad o la educación, las soluciones temporales y los «parches» se convierten en la norma, mientras los problemas estructurales permanecen intactos.
Superar esta dinámica requiere un cambio de mentalidad. No se trata de ignorar las urgencias, sino de gestionarlas sin sacrificar las reformas necesarias para el largo plazo. Es aquí donde la paciencia y la planificación cobran un valor especial. Los cambios profundos, aquellos que realmente transforman, no se logran de la noche a la mañana, pero son los únicos que garantizan que no tengamos que seguir apagando incendios constantemente.
En el ámbito de la sanidad pública, por ejemplo, los planes de choque para reducir las listas de espera suelen ser percibidos como soluciones rápidas, pero insuficientes. Para que estos resultados sean sostenibles, es necesario ir más allá de lo inmediato: mejorar la planificación de recursos, garantizar la contratación de personal y reforzar la infraestructura sanitaria. Una administración que invierte en estas bases está entregando un regalo duradero, no un parche temporal.
Otro ejemplo lo encontramos en la digitalización de los servicios públicos. Aunque frecuentemente se anuncian mejoras tecnológicas en este ámbito, los resultados tangibles solo se materializan cuando estas iniciativas logran un impacto directo y positivo en la experiencia de los ciudadanos.
Esto incluye aspectos como la simplificación efectiva de los trámites online, permitiendo su realización de manera intuitiva y ágil, la interoperabilidad entre plataformas para evitar duplicidades de información, y la reducción significativa de los tiempos de espera en procedimientos administrativos. Sin embargo, estas mejoras requieren no solo de inversiones en tecnología, sino también de una adecuada formación del personal, el rediseño de procesos internos para adaptarlos a las herramientas digitales y una estrategia centrada en las necesidades del usuario final. Es en estos puntos donde la digitalización pasa de ser una promesa a convertirse en una realidad transformadora.
La estrella fugaz: el control público como guía, como aliado estratégico
Para que estos regalos lleguen a la ciudadanía, las administraciones necesitan una guía. El control público es esa estrella que ilumina el camino, asegurándose de que las promesas «lanzadas al aire» por nuestros dirigentes se cumplan y los recursos se utilicen de forma eficaz y eficiente.
El control como aliado estratégico, ya lo he apuntado en más de un artículo de este blog. El papel del control en la administración pública es crucial. Más allá de garantizar el cumplimiento normativo, el control tiene la capacidad de aportar una visión global, estratégica y constructiva que permita mejorar la gestión pública.
El control no debe limitarse a señalar fallos, su verdadera fortaleza está en su capacidad para identificar problemas estructurales, analizar sus causas y proponer soluciones. Por ejemplo, en la gestión de subvenciones, puede detectar no solo errores en la justificación del gasto, sino también ineficiencias en el diseño de las convocatorias, proponiendo mejoras que simplifiquen los trámites y garanticen que los recursos lleguen a quienes realmente los necesitan.
Otro caso lo encontramos en los informes de auditoría sobre infraestructuras. Detectar deficiencias en la planificación de proyectos no es suficiente; el control debe proponer soluciones concretas, como mejorar la evaluación previa de impacto o establecer plazos más realistas. Esto transforma el control en un aliado estratégico, no en un mero mecanismo correctivo o, como a veces se percibe, punitivo.
En el ámbito del control de los expedientes de gasto en infraestructuras, detectar deficiencias en la planificación de proyectos no es suficiente, el control debe proponer soluciones concretas, como mejorar la evaluación previa de impacto o establecer plazos más realistas. Esto transforma el control en un aliado estratégico, no en un mero mecanismo correctivo o, como a veces se percibe, punitivo.
En resumen, el control de lo público, bien enfocado, puede convertirse en un aliado estratégico para la gestión pública. Para ello, debe adoptar un enfoque menos punitivo y más colaborativo, trabajando junto con las áreas auditadas para construir soluciones y fomentar una cultura de mejora continua.
Conclusión: Un compromiso para durar
Oro, incienso y mirra. Confianza, transparencia y resultados. Estos son los regalos que las administraciones deben entregar a la ciudadanía. No como promesas efímeras, sino como compromisos reales y duraderos.
Y para que estos regalos lleguen a su destino, necesitan una estrella que las guíe. El control público, bien entendido, es esa luz que asegura que cada paso que dan las administraciones se traduzca en un beneficio real para las personas.
Porque, al final, lo que define a una institución no son las palabras que pronuncia, sino los resultados que entrega (los objetivos que cumple, en caso de que los mismos se hayan establecido o pensado). Y esos resultados, como los regalos de los Reyes Magos, deben ser un símbolo de algo más grande: el compromiso con quienes confían en ellas.