La única vía realista hacia la prosperidad sostenible es un aumento radical de nuestra productividad, impulsado por la adopción y generación de tecnologías punteras
Por Jesús Fernández-Villaverde | Luis Garicano | Tano Santos.- La mano invisible. El Confidencial blogs.- Si el fracaso de la revolución industrial en España marcó el declive relativo del país durante el siglo XIX y definió nuestro turbulento siglo XX, hoy nos enfrentamos a un riesgo aún mayor: quedar al margen de la revolución de la inteligencia artificial. Las consecuencias de este fracaso serían todavía más devastadoras que las sufridas en el siglo XIX.
La urgencia es innegable. España está inmersa en un colapso demográfico sin precedentes que amenaza los fundamentos de nuestro estado del bienestar y prosperidad económica. Aunque la inmigración puede ofrecer un alivio temporal, no es una solución sostenible y presenta sus propios desafíos socioeconómicos y fiscales, dado que los inmigrantes con baja cualificación relativa cuestan al Estado, a lo largo de su vida, mucho más de lo que aportan a las arcas públicas. La única vía realista hacia la prosperidad sostenible es un aumento radical de nuestra productividad, impulsado por la adopción y generación de tecnologías punteras.
¿Está España preparada para este reto? Por desgracia, no. Nuestro país carece de una estrategia a largo plazo que movilice nuestros recursos nacionales para abordar lo que debería considerarse una emergencia nacional. Esta inacción refleja un problema más profundo: nuestras instituciones y políticas están paralizadas por la magnitud de los desafíos, atrapadas en la gestión del cortísimo plazo y desatendiendo los problemas estructurales. España acumula ya más de dos décadas sin un liderazgo político y económico real: primero adormecida por una burbuja inmobiliaria que ofreció una prosperidad ilusoria y, después, paralizada por la gestión de las crisis sucesivas y por los conflictos distributivos e identitarios entre españoles.
Nuestra propuesta es radical por su sencillez: una política económica basada en el crecimiento y el dinamismo tecnológico. Esta política debe apoyarse en mecanismos de mercado que fomenten el mérito y la iniciativa. Tanto España como la Unión Europea necesitan una agenda que elimine trabas administrativas, facilite la acumulación de capital, potencie la creación de empresas, promueva su crecimiento y fomente la movilidad laboral. Esto requiere un cambio de mentalidad y la creación de marcos legales que incentiven el progreso.
Además, es esencial resistir la tendencia hacia políticas industriales amplias, tan populares en 2024. Las administraciones públicas españolas no están preparadas para liderar estrategias de crecimiento, seleccionar sectores ganadores o gestionar recursos de manera eficiente. Si no dominan tecnologías básicas -como quedó patente en la reciente gestión de la DANA-, ¿cómo podrían liderar la revolución de la inteligencia artificial?
El primer paso debe ser la adopción masiva de tecnologías existentes, seguido de la generación de nuestras propias innovaciones. Sin duda, un obstáculo para esta adopción es el marco regulador de la Unión Europea, marcado por un excesivo garantismo. Como señala Anu Bradford en Digital Empires, el modelo de regulación europeo se centra en una regulación preventiva que limita la experimentación, en comparación con el modelo de Estados Unidos, más abierto a las nuevas ideas y la regulación a posteriori. Europa, también, necesita un impulso reformista que España debe liderar.
En España, esta situación se ve agravada por la fragmentación del mercado nacional en 17 realidades distintas y una regulación laboral arcaica que, en esencia, sigue anclada en principios franquistas. El tamaño reducido de nuestras empresas dificulta la inversión en tecnología. Muchas optan por no asumir los costes fijos necesarios porque su volumen de negocio no les permite rentabilizar estas inversiones. Sin embargo, la adopción tecnológica —como la migración tecnológica a la “nube”— es clave para reducir costes y mantenerse competitivas en un mercado global.
La falta de adopción tecnológica será un problema crítico en un mundo donde surgirán competidores digitales de la noche a la mañana. Sectores como la sanidad, la educación o las finanzas, históricamente protegidos por barreras locales, serán especialmente vulnerables. El único nicho que quedará para muchas empresas españolas será el que requiera un componente local tangible, como la restauración o la hostelería. Pero estos sectores no liderarán la creación de valor añadido ni la innovación.
¿Qué ocurre con la innovación tecnológica? A menudo, la adopción y la innovación se presentan como tareas separadas, pero en la economía de 2024 están profundamente conectadas. España no carece de talento ni de ideas originales, pero sí de continuidad. Ejemplos históricos como la máquina de vapor de Jerónimo de Ayanz o el submarino de Isaac Peral muestran que el problema de España no es la falta de “primeros”, sino la ausencia de “segundos” y “terceros”. Es necesario permitir que las empresas fallen, aprendan y lo intenten de nuevo.
En este sentido, es crucial reducir los costes de reestructuración para las empresas en dificultades. Todas las compañías, ya sean jóvenes o maduras, atraviesan momentos críticos y necesitan flexibilidad para reestructurarse, incluso dentro de procesos concursales. En España, estos procedimientos son los más lentos de nuestro entorno, y mecanismos como los acuerdos extrajudiciales de pagos o la segunda oportunidad, introducidos en la reforma legal de 2014, están infrautilizados, especialmente por pequeñas empresas. Esto dificulta la asunción de riesgos, que es fundamental en una economía de mercado. De nuevo, aquí un obstáculo clave son las obsoletas regulaciones laborales, que hacen que la reestructuración sea tan cara que el fracaso absoluto es, a menudo, inevitable, cuando un fracaso solo parcial (y una reestructuración) debería haber sido posible.
Sin embargo, no todo son desafíos. España cuenta con una ventaja competitiva extraordinaria en el ámbito energético, un factor crucial para la revolución tecnológica. Nuestro país dispone de uno de los mayores potenciales de Europa en energías renovables, con espacios abundantes para instalaciones solares y eólicas, y una irradiación solar excepcional. Combinando estas energías renovables con una flota nuclear mantenida y modernizada, España podría ofrecer a las empresas tecnológicas algo que escasea en Europa: energía abundante, estable y a precios competitivos. Esta ventaja energética, bien aprovechada, podría convertir a España en un centro tecnológico natural para Europa, atrayendo centros de datos, instalaciones de computación de alta potencia y empresas intensivas en consumo energético. La clave está en desarrollar una política energética racional que aproveche todas nuestras fuentes de energía limpia, sin ideologismos que nos priven de ninguna de ellas. Cerrar las nucleares, repitiendo el error que ahora todos reconocen en Alemania, es una frivolidad imperdonable.
Esperamos, en próximas entradas, elaborar algunos de nuestros argumentos con más detalle. Pero el resumen es sencillo: la asunción de riesgos, el crecimiento, la reorganización y el dinamismo empresarial deben ser el centro de nuestra política económica. Crear mercados de capital y trabajo flexibles es una prioridad nacional. España necesita crecer porque no tiene otra opción. Pero el tiempo se agota. Aunque la revolución de la inteligencia artificial está aún en sus comienzos, es vital crear un entorno que permita que las reformas maduren y den fruto. El coste de la inacción no será simplemente económico, sino que amenazará la cohesión social y el futuro de las próximas generaciones. No debemos esperar a que un historiador futuro escriba: El fracaso de la revolución de la inteligencia artificial en España, 2012-2111.*
*El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913 es un clásico de la historiografía económica española publicado por Jordi Nadal de 1975. Alex Krizhevsky, Ilya Sutskever y Geoffrey Hinton circularon en 2012 el artículo sobre aprendizaje profundo que causó la actual revolución de inteligencia artificial.
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