"Si hablamos de la moderna gestión de una ciudad , desconfíe de aquellos modelos que no se apoyan en un Plan estratégico"
Víctor Almonacid.- Blog Nosoloaytos.- Convencidos de la necesidad de entendimiento y de trabajo coordinado de políticos y técnicos, estamos participando este segundo semestre en una serie de acciones formativas para políticos impartidas por funcionarios, cuya finalidad, más allá de la estricta formación, es precisamente la de familiarizar a unos con otros, a nivel funcional e incluso personal.
Portada de libro del que es autor el titular de este blog |
Esta es una tendencia -o más bien una necesidad- muy relacionada con nuestro término #eficracia, y con este libro (#agendagestionmunicipal), que pretende ser la Guía de gestión o el “Manual de instrucciones” para dirigir los Ayuntamientos en la recién estrenada legislatura 2015-2019:
Ya están aquí las nuevas Corporaciones. Tal y como se intuía, la regeneración es mayor que la producida tras anteriores comicios. Esta notable renovación de cargos –que no es tanto ideológica o generacional, que también, como personal–, conlleva la irrupción de una gran cantidad de Alcaldes, Concejales y Diputados provinciales noveles, hecho por sí mismo que ya justificaría una obra como esta, destinada a ser el “manual de instrucciones” de los nuevos gestores municipales para esta legislatura 2015-2019. Por el mismo motivo puede resultar de gran utilidad para “los que ya estaban”, y nos referimos ahora principalmente a los funcionarios, ya que esta mezcla que se produce entre veteranos y novatos (dicho sea con todo el respeto) puede producir alguna situación de desconcierto para la que en realidad nadie está preparado. En este sentido, la inteligencia emocional y la capacidad de empatizar, comunicarse, liderar y resolver conflictos son sin duda habilidades necesarias en el moderno gestor público, tanto si su perfil es político como técnico, ya que todos remamos en el mismo barco.
Y tiene que ver asimismo con los Códigos de Buen Gobierno, porque cuando hablamos de “buen gobierno” (expresión asimilable, aunque no sinónima, a la de “gobierno bueno”), hablamos al mismo tiempo de excelencia: política, económica, técnica y ética.
Funciones directivas
Por otra parte, pocos discuten que es importante el buen funcionamiento de una entidad pública, pero menos saben que igual de capitales son las cuestiones organizativas, que de hecho son la premisa del anterior. Como dijimos en “Competencia y #eficracia frente a la crisis y los cambios”, debemos tomar las riendas de la parte más organizativa de la administración electrónica, esa tan importante, quizá más, que la informática, y ejercer un liderazgo que ha brillado por su ausencia en las Entidades Locales españolas, lo cual ha perjudicado claramente la gestión. Cabe reivindicar con fuerza las aludidas funciones directivas, algo que en su máxima expresión daba lugar a la #eficracia, término que acuñamos hace ya un tiempo y que se puede definir, muy coloquialmente eso sí, como el gobierno de los legitimados por las urnas, controlados pero ayudados en un ambiente de buena sintonía en pos del interés general, por quienes más saben. Una definición muy similar, aunque más trabajada, sería la siguiente:
“Forma de gobierno o de gestión pública que busca la eficacia y la eficiencia sin descuidar la democracia. Se basa en la acción conjunta de los legitimados por las urnas como máximos decisores públicos, que no obstante se encuentran controlados pero ayudados -en un ambiente de buena sintonía y en pos del interés general- por quienes se han formado específicamente en la gestión técnica pública y además son funcionarios de carrera objetivos e independientes”.
También se puede explicar el término de una manera más freak, sin duda. Todas las explicaciones son buenas para su mejor comprensión, y sobre todo para su asimilación.
Amateurismo
La idea que subyace es que los gobernantes “mandan”, pero son mucho menos técnicos que los técnicos (y precisamente por eso existen los técnicos, y además su nombramiento no debe ser político). No pretendemos ofender a nadie, pero se habla mucho de la corrupción, y aunque desde luego es un gran problema quizá se olvida que la inaptitud (o ineptitud, que por una letra no vamos a discutir) no se queda atrás como tara del sistema. Lo decimos con toda la honestidad (y todo el respeto), y con el ánimo y la intención más constructivos que sean posibles. Y es que para gestionar “lo público” ya no basta con ser una “buena persona” o ponerle buena voluntad, y que conste que partimos de la base de que esto es indispensable (no el ser Teresa de Calcuta pero sí tener interiorizado un fuerte Código ético, incluida la “vocación de servicio público” y la “lealtad institucional”). Hace diez años la gente se conformaba con que el político no robase, o incluso que “robase poco”. Ahora ya no hay pastel que repartir. Ahora, además, habrá que estar preparado. Los colectivos COSITAL y UDITE lo estamos (y por supuesto también el resto de funcionarios). Es el momento de reivindicar nuestra legitimación para tomar las riendas de forma compartida con los a su vez legitimados por la democracia. “Compartida” pero un peldaño por debajo, para que los seducidos por el poder no se pongan a la defensiva, o simplemente, para los puristas, para que aquélla democracia no sea sustituida por esa fría tecnocracia que tampoco ha sido un éxito allí donde se ha querido probar.
La #eficracia bien podría ser un medio para el alto fin del “buen gobierno”. Por otra parte, tanto en la Ley como en el discurso político quizá están demasiado adheridos los conceptos transparencia y Buen Gobierno, en gran medida por el problema de la corrupción. Está claro que son conceptos allegados pero no sinónimos. Es por ello que en la Comisión de modernización de la FEMP primero abordamos la redacción de la Ordenanza de transparencia y ahora hemos redactado el nuevo Código de Buen Gobierno. Ya adelanto que la versión del mismo que se ha hecho pública es una bastante reducida en relación a la que desarrolla todas las ideas que ahora mismo únicamente han quedado indicadas. Una de ellas es un apartado sin precedentes sobre las relaciones internas entre las personas al servicio de la administración local, a fin de que no haya conflictos, por ejemplo, entre Alcaldes e Interventores. Para ello hemos introducido el sometimiento voluntario a un procedimiento de mediación previo a cualquier expediente disciplinario. Mi idea, llámenme iluso, es que todos nos llevemos bien (ver minutos finales de esta intervención), como no puede ser de otra manera entre marineros que reman en el mismo barco (y hacia un único puerto).
No tengo duda de que en un marco de buenas relaciones personales, principios como la legalidad, la transparencia y la eficiencia se cumplen infinitamente mejor (salvo que todas las personas de una organización sean extremadamente corruptas y estén “en el ajo”, pero eso nunca es así). Quede claro, por tanto, que a pesar de la nomenclatura de la Ley estatal de transparencia, esta no equivale exactamente a buen gobierno, que es más que ninguna otra la idea que queremos transmitir en esta entrada (y en los citados cursos), aunque evidentemente ni que decir tiene que un “buen gobierno” debe ser transparente (y muy participativo). Es por ello que Buen Gobierno y Gobierno Abierto son dos expresiones totalmente vinculadas.
Por lo demás, ya hablamos de #eficracia en “Control de la legalidad, pero sobre todo interiorización de la ética” (publicado el 9 de diciembre de 2014 en nuestra sección digital de Levante EMV):
Criterio de oportunidad para los políticosOtra medida imprescindible es que los directivos públicos, los funcionarios técnicos, “los que saben” (dicho sea con todos los respetos) participen muy activamente y estén plenamente involucrados en la toma de decisiones (sin perjuicio del principio de oportunidad que corresponde al órgano político y de la legitimidad democrática del mismo) pero, sobre todo, en la ejecución práctica de las políticas públicas. Imposible reparar un proyecto en el que el técnico ha participado e incluso lo ha liderado personalmente. A esto no se le llama tecnocracia, por si lo usted lo está pensando, sino “#eficracia”, que es algo muy distinto. Todo esto estaría muy bien pero sobre todo, y ante todo, pido grandes dosis de ética. Interiorícenla. Practíquenla o váyanse de lo público. Desde la administración se sirve a los intereses generales, no a los particulares. Esto hay que grabárselo a fuego. Cuando los políticos (y los funcionarios, y todo el mundo) sean honrados, poco habrá que controlar.
En definitiva, un técnico no puede entrar en el criterio de oportunidad mientras un político no debe adentrarse en el del legalidad. Es la diferencia entre la forma y el fondo. El político manda, es la base de la democracia. El funcionario no dice qué, pero sí dice cómo. En el gobierno abierto, que por cierto encaja en este planteamiento como anillo al dedo, el ciudadano participa más que nunca. Todos coordinados somos una #eficracia. Este es el sistema de equilibrios en que se apoya la moderna gestión pública, que debe ser legal, transparente, eficiente… y muy humana.
“Donde reina el amor sobran las leyes” (Platón).
Por último, en esta reflexión sobre la mejor manera de gestionar nuestras Corporaciones, no puedo dejar de incorporar la nueva idea de Human City, que por decirlo resumidamente se erige en la nueva fase de la tendencia Smart City, y se apoya en los servicios sociales, el medio ambiente y el deporte más incluso que en la tecnología, la cual por cierto intenta hacer accesible a todo el mundo. Esta era la idea que intentamos transmitir en nuestra colaboración en el blog de Esporti Revolution, titulada “El deporte como piedra angular dentro de un Plan de ciudad“:
Si hablamos de la moderna gestión de una ciudad (Ayuntamiento, municipio, pueblo, municipalidad), desconfíe de aquellos modelos que no se apoyan en un Plan estratégico. Este Plan debería tener en cuenta, a nivel interno, la organización y el funcionamiento (electrónico) de la entidad; y a nivel externo, el servicio público y su impacto en la ciudadanía, con la que en todo caso se debe empatizar. Uno de estos planes bien podría ser de Smart City, desarrollado ya no tanto en el sentido tecnológico (sensorización, plataformas, big data, open data…), para nada desdeñable pero quizá ya un tanto manido, como en la línea de fomentar determinadas políticas públicas que resuelvan los problemas de los ciudadanos (servicios de mediación) y mejoren su calidad de vida (medio ambiente, salud, deporte, y por supuesto protección de los colectivos más desfavorecidos). Es por ello que nos agradan más, dentro de la tendencia Smart City, otras expresiones como Green City, Human City o Social City.
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