sábado, 23 de agosto de 2014

Ley electoral: la reforma municipal equivocada

"El gobierno no sólo estaría apelando a un populismo mayoritarista como solución mágica (y completamente inútil) para males reales, sino que además lo hace para regalarse a sí mismo un buen puñado de alcaldías"
 
Blog Politikon:  Dos de los temas recurrentes en Politikon en general (y en “La Urna Rota” en particular) son los problemas de corrupción en los gobiernos municipales en España, y que las reformas electorales no son soluciones mágicas.
 
Los ayuntamientos en los años de la burbuja fueron una de las principales fuentes de casos de corrupción en nuestro país: los pelotazos urbanísticos, amiguismos y politización de muchas corporaciones locales se repitieron con deprimente frecuencia, señal de un diseño institucional deficiente.
 
El gobierno de Rajoy, en un extraño ataque de reformismo democrático, ha decidido que era hora de mejorar la gobernanza del sistema municipal español, y ha decidido hacerlo con una reforma de la ley electoral. La idea, según ellos, es promover la rendición de cuentas democrática en los ayuntamientos haciendo que los ciudadanos escojan directamente a los alcaldes, haciendo el sistema más transparente y evitando el bochornoso espectáculo de coaliciones, transfuguismos y sonadas deserciones de concejales bajo la promesa de una recalificación o dos.
 
Me gustaría criticar la substancia de la ley, hablando sobre el mecanismo específico que nuestros líderes han decidido para introducir este cambio. De forma bastante lamentable esto no va a ser posible, ya que el PP es de la opinión que uno puede cambiar las reglas del juego en unos comicios democráticos meses antes de las elecciones sin hacer público el contenido de la reforma hasta el último momento. Están barajando una variedad de fórmulas de implementación, están dispuestas a enseñarlas al resto de grupos parlamentarios cuando hayan acabado por decidir algo, y están dispuestos a aprobarlo ellos solitos, sin el más mínimo debate, para que entre en vigor justo antes de las elecciones.
 
Calidad de gobierno
Si la idea es mejorar la calidad de gobierno de nuestros municipios haciendo que los votantes puedan tener un control más directo sobre quién es el alcalde, me temo que el PP anda bastante confundido. Como hemos comentado por aquí repetidamente (y discutimos en detalle en “La Urna Rota“) las leyes electorales son importantes, para muchas cosas, pero tienen una influencia muy limitada en la calidad de los gobiernos que salen de ellas. Las reglas con la que traducimos votos en representación política pueden afectar la competición electoral, la cantidad de partidos con representación o la organización interna de los partidos, pero tienen un peso muy limitado en qué hacen los políticos una vez llegan al poder.
 
El motivo es que los votantes, en general, son bastante torpes castigando a los políticos corruptos en las urnas, especialmente a nivel municipal.  La literatura es bastante clara en este aspecto (aquí tenéis un artículo de Jorge recogiendo multitud de estudios al respecto, que discutimos en detalle en nuestra tertulia), así que confiar en la rendición de cuentas tienen escasas posibilidades de solucionar el problema. Aunque el temor de los políticos a perder el cargo en las urnas es algo saludable, la calidad del gobierno, sobre todo a nivel municipal, depende mucho más de los incentivos a los que se enfrenta en político y a los corsés y límites institucionales que limitan su capacidad de maniobra.
 
En el caso español, nuestro gran problema es la enorme discrecionalidad que tiene un alcalde para tomar decisiones, y la extraordinaria politización del sistema de toma de decisiones. Hemos enlazado este artículo de Victor Lapuente unas doscientas veces, pero es más relevante que nunca en este debate. Si queremos que los ayuntamientos estén mejor gobernados, más que cambiar cómo escogemos en el alcalde, es profesionalizar la gestión municipal y quitarle de en medio para decisiones de carácter técnico. Cambiar la ley electoral para mejorar la calidad de los gobiernos locales es como utilizar un martillo para apagar un incendio: algo podrás hacer, pero no es la herramienta adecuada para arreglar el problema.
 
Por supuesto, todo esto sería concediendo el beneficio de la duda a Rajoy y creyendo que sus pretensiones reformistas son completamente sinceras. Como comentaba Pablo el otro día, es perfectamente aceptable querer echar adelante una reforma electoral. Hay otros países europeos que utilizan sistemas en teoría parecidos a la reforma que se supone quiere impulsar Rajoy, aunque no sean demasiado habituales. Como comentaba también Pablo, lo que es bastante más extraño y mucho menos aceptable es acometer un cambio tan fundamental de las reglas del juego con estas prisas e improvisación, y más impulsando una reforma que favorece al partido que está impulsándola de forma exagerada. La reforma se encamina a intentar dificultar un tipo de gobierno perfectamente democrático y funcional, las coaliciones, que son la base de la inmensa mayoría de sistemas parlamentarios con representación proporcional. Las prisas, secretismos y la voluntad de echar todo el proceso adelante sin ningún debate ni consenso debería dejar claro que la intención no es mejorar la gobernanza a nivel local, sino manipular las reglas descaradamente para autofavorecerse.
 
La reforma de Rajoy sería, en este caso, no sólo inútil, sino casi irresponsable. El gobierno no sólo estaría apelando a un populismo mayoritarista como solución mágica (y completamente inútil) para males reales, sino que además lo hace para regalarse a sí mismo un buen puñado de alcaldías.
 
¿Pucherazo?
El procedimiento seguido por el PP para manipular el juego a su favor sería completamente legal, pero en esta clase de reformas la legalidad no es lo único que importa. Uno de los principios básicos de cualquier régimen democrático es que todo el mundo pueda participar bajo las mismas reglas y con la misma probabilidad de victoria. Cuando un partido intenta utilizar una mayoría puntual, una victoria electoral conseguida en un determinado momento para autootorgarse una ventaja legislativa a largo plazo lo que está haciendo es utilizar la voluntad de los votantes de ayer para restringir la capacidad de decisión de votantes futuros. Está rompiendo as reglas del juego.
 
Sea cual sea el contenido de la reforma, el PP no debería ni siquiera plantearse aprobarla en solitario, y desde luego, no debería entrar en vigor hasta pasadas estas elecciones municipales. Ahora mismo no podemos decir que sea un pucherazo, pero está peligrosamente cerca.
     

No hay comentarios:

Publicar un comentario