" Estraburgo se está ensayando un modelo distinto de convivencia urbana que tiene en su punto de mira el buen uso del tiempo y el buen uso del ocio"
Por Francisco Sosa Wagner. esPúblico blog.-- Ahora ya se conoce también en los medios de comunicación españoles que Estrasburgo, capital de Alsacia, está viviendo desde hace años una revolución urbana protagonizada por su Ayuntamiento apoyado por las autoridades regionales.
Estrasburgo está ubicada junto al Rhín, a través de dos puentes, uno peatonal y otro para tráfico rodado se pasa a Alemania, a la ciudad de Kehl. En su estación hay un cartel que recuerda cómo a ella llegó Sigmund Freud desde Viena huyendo de la persecución nazi.
Estrasburgo tiene el supremo encanto de las ciudades-frontera que son maravillosas por su ambigüedad, porque propician el encuentro de los pueblos y la mescolanza de los vinos.
Pero si la traigo a este blog es porque en Estraburgo se está ensayando un modelo distinto de convivencia urbana que tiene en su punto de mira el buen uso del tiempo y el buen uso del ocio.
Se busca un cambio de mentalidad en los ciudadanos. Desde hace muchos años la red de tranvías – que no hacen ruido y son de una puntualidad asombrosa- cubre todos los rincones de la ciudad. Cuando yo era eurodiputado, tenía derecho – para algunos trayectos oficiales- a utilizar un coche del Parlamento. Rara vez lo hacía porque me gustaba aprovechar el servicio del tranvía.
El plan piloto actual trata de conseguir que el ciudadano pueda acceder a todos los servicios caminando o con el transporte público. En las paradas de los tranvías se ha instalado la información del tiempo necesario para acudir andando a cada una de las paradas del trayecto. Hay un presupuesto especial para invertir en líneas de tranvía y en autobuses de alta velocidad.
Junto a eso, ya están contabilizados diez mil desplazamientos diarios en bicicleta. Hay iniciativas curiosas como por ejemplo la de ampliar para peatones y ciclistas el tiempo en verde de los semáforos, aumentar el número de bancos para descansar o llevar determinados servicios públicos, ubicados siempre en los centros, a los barrios de la ciudad.
A todo esto se le llama “políticas de uso del tiempo”. Incluye también un programa provisional de ampliación del teletrabajo para los empleados de organismos públicos, otro de reducción al mínimo de las reuniones de trabajo y la celebración de las mismas de forma telemática para evitar desplazamientos y otras formas de pérdida de tiempo que todos conocemos.
¿Es esto posible en España? Me consta que iniciativas parecidas se están llevando a cabo en algunos municipios catalanes, por ejemplo, Lérida, aunque no tengo datos acerca de su amplitud.
No creo que puedan exportarse fácilmente estas ideas e incorporarse al diario trajín de cualquier ciudad. Cada una es un mundo distinto y su sujeción a determinadas circunstancias es imposible de orillar.
Pero el conocimiento de que “otro modo de hacer ciudad” es posible siempre resulta aleccionador, en cualquier caso sirve para despabilar la imaginación de los responsables municipales que deben ser pioneros a la hora de enseñarnos a los ciudadanos a desterrar hábitos rutinarios.
De momento, nos quedamos pensando en Estrasburgo y recordando que en ella vivió Gutenberg por lo que floreció una importante industria de impresión de libros ya a finales del siglo XV. ¿No estará emparentado el amor a los libros con la inventiva enriquecedora?
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