Por José Ramón chaves. delaJusticia.com blog.- Hoy es un día negro para los administrativistas. Alejandro Nieto (1930-2023), el catedrático de mente lúcida, el científico que dormía poco, el escritor de pluma vigorosa, el letrado que decía verdades como puños. El filósofo, el humanista, el pragmático, el historiador, el entrañable Pepito Grillo del Derecho.
Y sobre todo, el maestro de una legión de administrativistas.
Como tuve ocasión de exponer en su día, en lo que a mí respecta, Alejandro Nieto fue el jurista que me enseñó que “el Rey del Derecho está desnudo”, que el sistema de leyes y sentencias es manifiestamente mejorable, y que el mundo feliz de los libros no es el mundo terrenal cotidiano de los tribunales.
Primero, me asomé a La organización del desgobierno (que por cierto, me lo dedicó el propio Alejandro Nieto al tropezármelo entre las estanterías de la librería Bosch allá por 1985). A partir de ahí se me despertó la afición por la prosa “alejandrina” y devoré libros y artículos suyos, ocupando un lugar especial sus reflexiones por mi trayectoria profesional, obras tales como «La tribu universitaria» (1985), «Derecho Administrativo Sancionador» (1994), «El arbitrio judicial» (2000) y «El desgobierno judicial» (2004), y como no, sus artículos en revistas jurídicas, sin olvidar su Libro de Prólogos, como gusto de calificar al estilo Borgiano a su publicación por el INAP de los 34 artículos seleccionados de la Revista de Administración Pública con ocasión de su centenario (1983) cuya introducción general y la introducción particular de cada artículo, son la mejor crónica de una época del legado de una generación genial para la disciplina.
Finalmente, señalaré que su obra a dos manos, de diálogos jurídicos con Tomás Ramón Fernández (El Derecho el Revés (Ariel, 1998, con múltiples reediciones), debía ser de lectura obligada para todo abogado y juez (frescura, agudeza, valores y normas, reflexiones impagables y la visión de las simas ocultas del derecho y su aplicación).
Para dibujar una semblanza atinada de su figura, nada menos que las palabras que le dedicó en su día ese otro gran maestro que es Francisco Sosa Wagner, con trazo inmejorable en un artículo periodístico;
Como conferenciante, oyentes de toda España. Como jurista, Nieto nos ha desvelado las claves de los más intrincados rincones del Derecho Administrativo siempre con la mirada buida y la pluma pulida. Pero Nieto ha sido además historiador, ensayista, gestor público como presidente que fue del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Ha recibido premios con el Nacional de Ensayo y ocupa hoy un sillón en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
La mirada al plano personal:
Alejandro Nieto es además un tipo entrañable, provocador y divertido y, sobre todo, alejado de las convenciones. Es precisamente por esta condición una suerte de sublevado muy original, un sublevado que no combate los molinos de viento sino el viento mismo, el viento que arremolinan las mentiras y las gilipolleces sociales. Gasta boina barojiana con cuya mala leche es obligado emparentar la de Nieto.
Bueno seria releer a modo de homenaje sus Testimonios de un jurista (1930-2017), que rebauticé cariñosamente «Testimonios de un jurista mayúsculo».
En suma, se nos van los grandes pilares del frontal del Partenón del derecho administrativo (Eduardo García de Enterría, Ramón Martín Mateo, Jesús González Pérez, Francisco González Navarro, etcétera), pero nos queda su colosal obra, la huella de grandes palabras que dicen grandes cosas.
Y en el caso de Alejandro Nieto, desde su enorme erudición y con una envidiable soltura expositiva nos enseñó una manera de aproximarse al Derecho sin prejuicios, con lo que el llamaba jocosamente «ácido cínico».
Un modelo a seguir, alguien que sabía de todo, y sabía decirlo con gracia y rigor, que avivó los corazones y la mente de quienes aprendimos con su obra a comprender que el Derecho es un Everest difícil de comprender sin esfuerzo y perdiendo jirones de piel y confianza.
Descanse en paz. Vaya donde vaya, don Alejandro sabrá hacer las preguntas adecuadas y ofrecer respuestas incómodas.
Más lamentos…
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