La principal amenaza a día de hoy para la democracia
española a día de hoy es la partitocracia, la anteposición del interés
partidista al interés general, que está provocando mermas en nuestro sistema
institucional. Por ello, desde Agenda Pública, el autor presenta una lista de
prioridades para una reforma verdadera de la democracia en España.
Jordi Sevilla. Agenda Pública. Blog. La regeneración de la democracia española no puede venir
impulsada desde quien ha sido y es responsable principal de su degeneración: la
partitocracia. Aquella perversión que hace que se actúe poniendo los
intereses de los partidos políticos por delante del interés general, llegando a
negar, incluso, la existencia del mismo. Como prueba: todos los programas
electorales de (casi) todos los partidos llevan tiempo incluyendo medidas de
regeneración, constatando con ello su urgente necesidad, pero ninguno, hasta
ahora, las había impulsado tras las elecciones.
El actual contexto, obliga a matizar las recientemente
medidas aprobadas por el Gobierno, mezcla de trasposición de directivas
comunitarias y gazpacho de medidas sueltas, olvidadas hasta ahora. No parece
que puedan contar con un respaldo amplio, que se supone a este tipo de
iniciativas que afectan al funcionamiento del sistema, más allá de quien ocupe el
poder coyunturalmente. De hecho, la mayoría de propuestas eluden el núcleo del
problema y ofrecen respuestas a otros problemas, solo vinculados de manera
indirecta con el asunto.
"La tolerancia es, pues, un principio definitorio de la
democracia, así como la aceptación de quien no piensa como uno, en adversario,
pero nunca en enemigo"
La democracia es un sistema de organización social en el
cuál, conviven, colaboran y trabajan con objetivos comunes, personas que no
piensan igual, no creen en los mismos dioses, o no tienen el mismo color de
piel. En democracia, el "nosotros", el demos, son todos
aquellos que viven y trabajan en el marco de un mismo país (las democracias
siguen siendo de base nacional) y aceptan las reglas constitucionales de las
que se han dotado, compatibles con diferentes creencias y actitudes
privadas. La tolerancia es, pues, un principio definitorio de la
democracia, así como la aceptación de quien no piensa como uno, en adversario,
pero nunca en enemigo.
La democracia es el sistema más sofisticado de cooperación a
gran escala entre humanos jamás inventado, ya que se centra en los que nos une
y desinflama aquello que nos diferencia. La confrontación sistemática, la
violencia, el insulto, la polarización son enemigos de la democracia contra los
que debemos estar prevenidos.
La democracia reconoce la interdependencia entre humanos. La
noción de que juntos, ganamos; y la practica del diálogo, la negociación y el
acuerdo. Los totalitarismos desprecian al otro y reducen el nosotros al grupo
homogéneo que comparte una identidad hegemónica, confrontando y expulsando al
resto del sujeto común, empequeñecido.
En democracia, la soberanía reside en el pueblo. Por razones de eficacia,
delega parcialmente el ejercicio de esa soberanía en los tres poderes clásicos:
legislativo, ejecutivo, judicial, al que podemos incorporar hoy en día, un
cuarto poder, los medios de comunicación.
"La delegación del ejercicio de la soberanía, se realiza bajo el principio
de la desconfianza, para evitar una usurpación de la soberanía por parte de
alguno o todos los poderes delegados"
La delegación del ejercicio de la soberanía, se realiza bajo
el principio de la desconfianza, para evitar una usurpación de la soberanía por
parte de alguno o todos los poderes delegados. Por ello, se diseñan las
instituciones democráticas para que puedan controlarse de manera cruzada, se
les exige transparencia en el rendimiento de cuentas y se les acompaña de
organismos independientes de control, cuando la complejidad de la materia hace
difícil que el pueblo pueda ejercerla directamente.
Todo ello tiene una finalidad clara: evitar los abusos por parte de los
diferentes poderes delegados y la usurpación, total o parcial, de la soberanía
popular. Repito, desde el principio de la desconfianza respecto a quienes
ejercen dichas funciones: para evitar tentaciones de mal uso y los abusos de
poder.
La compleja regulación de este entramado institucional tiene como
referente habitual la Constitución como gran marco regulador, sus leyes derivadas,
pero, también, un amplio conjunto de reglas no escritas, comúnmente aceptadas,
pero sin las cuales, el todo democrático no acaba de funcionar de manera
correcta. Por ejemplo, no mentir a sabiendas o aceptar el resultado de las
elecciones salvo que se pueda demostrar ante un juez, alguna irregularidad.
La democracia se compone, pues, de libertades políticas, estado de
derecho y reglas no escritas. Y, sobre todo, dación de cuentas, control
independiente y controles cruzados entre los poderes delegados.
La democracia enferma
Las democracias son un sistema de gobierno minoritario hoy en el mundo.
Según el Indice de The Economist sobre el estado de la
democracia global, apenas el 8% de la población mundial vive en
democracias plenas. Proliferan las autocracias y lo que se llaman regímenes
híbridos donde la existencia de elecciones otorga una apariencia falsa de
democracia.
"Apenas el 8% de la población mundial vive en democracias plena"
Está creciendo, en todo el mundo occidental, la preocupación
por la deteriorada salud de nuestras democracias. La prueba imbatible de
este retroceso democrático podemos fijarlo en el auge del populismo que, desde
USA hasta Europa refleja, sobre todo, a partir de la crisis financiera de 2008,
una creciente insatisfacción ciudadana con el funcionamiento de las
democracias.
Los sistemas democráticos no están respondiendo a las necesidades y
expectativas que generan entre los ciudadanos, sobre todo, en un mundo en
pleno cambio disruptivo de la mano del cambio climático y la Inteligencia
Artificial, percibidos como amenazas a las que no estamos sabiendo dar una
respuesta adecuada. Esto genera inseguridad, susceptible de transformarse
en miedo y en crisis de representación política: aumenta la distancia
entre el mundo político y las preocupaciones de los ciudadanos, provocando
enfados y reacciones de apoyo al populismo y su mensaje simple, aunque falso, capaz
de movilizar la ira ciudadana contra supuestos culpables.
Las democracias mueren hoy, no tanto por golpes de estado militares, sino
desde dentro, por no usarlas correctamente. Bien porque alguno de los
poderes se impone a los otros, reduciendo el control cruzado, o porque se
adormecen los organismos independientes de control externo, o porque se
arrinconan las reglas no escritas de funcionamiento, poniendo en cuestión todo
el entramado y dejando de hacer su función principal: resolver los problemas de
los ciudadanos que le han delegado su soberanía.
Las dos mayores amenazas hoy para la democracia occidental
provienen de la partitocracia y, como efecto derivado, la polarización
política. La primera, porque reduce la eficacia de los controles cruzados y
adormece los controles independientes. La segunda, porque al fortalecer aquello
que nos diferencia, incita a la confrontación y debilita lo que une, lo
común.
La partitocracia sitúa el interés particular de los partidos
por delante del interés general que, muchas veces, ve negada incluso su
existencia. La vemos cuando los partidos subordinan los medios por el fin
de llevarlos al Gobierno, cuando expanden, desde el Ejecutivo, su control sobre
el resto de poderes, cuando sitúan a peones suyos al frente de los organismos
independientes de control y cuando la voluntad del líder se acaba imponiendo
sin los oportunos controles y contrapesos.
La partitocracia se nota, también, cuando dejan de hacerse las reformas
institucionales necesarias para el bien común, porque para hacerlas hace falta
la colaboración entre los principales partidos que, con frecuencia, saldrán
perjudicados de dichas reformas. Las reformas electorales, como paradigma.
La crispación y polarización, fomenta la división y la
confrontación, rompiendo el demos común y anulan cualquier posibilidad
de diálogo y acuerdo entre diferentes. Transforman al adversario en
enemigo y acaba con la posibilidad del diálogo transversal, esencia
constitutiva de la democracia, fragmentando a la sociedad en "buenos"
y "malos". Es el clima que necesita la partitocracia para
justificar un choque de legitimidades entre poderes, avanzar en su proyecto de
colonización de los poderes y controles institucionales. Como evidencia del
impacto de la crispación, los delitos de odio han incrementado en España un
300% en 2023, último año sobre el que hay datos.
"Transforman al adversario en enemigo y acaba con la
posibilidad del diálogo transversal, esencia constitutiva de la democracia,
fragmentando a la sociedad en "buenos" y "malos"
La crispación se ha llevado al terreno de la información,
utilizando las tremendas capacidades de expansión permitidas por las nuevas
redes sociales. La desinformación, es decir, la difusión deliberada de
información falsa, se ha convertido en sistemática y, por ello, en uno de los
principales riesgos de la sociedad abierta actual, dando lugar a profesionales
de la desinformación, los bulos y las mentiras, a veces, animados por fuentes
extranjeras interesadas en crear confusión y malestar en las sociedades
occidentales. Con ello, se pervierte el derecho a una información veraz y se
contribuye al malestar social.
La Unión Europea ha aprobado una estrategia, incluyendo
mecanismos legales, para luchar contra la desinformación, incluyendo la
injerencia extranjera en forma de manipulación de la información para crear el
caos y desestabilizar. La lucha contra la desinformación sistemática no
puede encubrir, sin embargo, amenazas al libre ejercicio del periodismo y a la
libertad de los medios de comunicación frente a los poderes públicos.
España y el populismo
España se incluye entre las democracias plenas. Un 73% de ciudadanos
creen que la democracia es preferible al autoritarismo (menos que antes de
2010, pero más que entonces), aunque crece el número de jóvenes para los que es
más importante que los gobiernos sean eficaces a la hora de resolver sus
problemas, que el hecho de que sean democráticos o no.
"En el reciente Informe de la Comisión Europea sobre el estado de la
democracia en Europa, España se encuentra en la media, con varias tareas pendientes
y mejoras por realizar"
En el reciente Informe de la Comisión Europea sobre el
estado de la democracia en Europa, España se encuentra en la media, con varias
tareas pendientes y mejoras por realizar. A pesar de ello, hay datos de
suficiente preocupación sobre la salud de nuestra democracia como para
prestarle atención.
Los partidos políticos han pasado de ser vistos como los
"instrumentos fundamentales para la participación política" como los
define la Constitución a serlo como uno de los principales problemas de España
y fuente de malestar y desconfianza.
La mitad de los españoles no se sienten representados por ningún partido
político y una mayoría piensa que los políticos solo se preocupan de ellos
mismo.
Crece el porcentaje de ciudadanos que no confían en la
política para que resuelva sus problemas. Los políticos no tienen capacidad, ni
voluntad, para cambiar las cosas, mejorar sus vidas y facilitarles un futuro
mejor.
Aumenta el número de ciudadanos que se consideran
políticamente radicales: de izquierda y de derecha. Este fenómeno, con reflejo
en los votos, está arrastrando a los dos partidos centrales a la
radicalización. Con ello, se hace, todavía más inviable, los acuerdos
necesarios para resolver problemas comunes.
Crece el número e importancia de reformas atascadas o
aparcadas, porque hacerlo exige un acuerdo entre los dos grandes partidos que
es imposible en el actual clima de crispación. La reforma de la Constitución, o
de la educación, como ejemplos.
Empieza ya a ser habitual tanto la politización de la
justicia, como la judialización de la política. Ambas, perversiones de la
democracia.
Las dos mayores amenazas hoy a la democracia española provienen desde dos
frentes; ambos, usando las herramientas de la crispación y la desinformación:
-Lo que empieza a llamarse ya, la juristocracia, un intento
de reducir la autonomía del poder legislativo y ejecutivo invadiendo sus
competencias desde el judicial, mediante una interpretación especial (y
partidista) de las normas aprobadas con intención de interferir en el proceso
político.
La clásica autocracia, o expansión irrefrenable del poder
Ejecutivo, controlando el Legislativo (o marginándolo), los nombramientos
claves en el Judicial y poniendo a leales al frente de los órganos
independientes.
El resultado es una pérdida de calidad democrática, un
alejamiento del pueblo soberano respecto de sus órganos delegados, la parálisis
de las reformas estructurales imprescindibles que requieren acuerdos amplios y
transversales (financiación autonómica o reforma constitucional) y el auge del
populismo.
"Defender hoy la democracia en España es, pues,
reforzar los controles sobre los poderes delegados, principalmente, el
ejecutivo, y reducir la polarización y todo aquello que la alimenta"
Defender hoy la democracia en España es, pues, reforzar los
controles sobre los poderes delegados, principalmente, el ejecutivo, y reducir
la polarización y todo aquello que la alimenta (bulos, desinformación
etc), fortaleciendo el espacio de lo común. Y defender la independencia
judicial ejercida desde una imparcialidad, a menudo, ausente y sometida a las
reglas y el control de la disciplina profesional.
Dado el origen del problema, es ingenuo esperar que las
soluciones provengan del ámbito de los partidos políticos que han puesto en
marcha el proceso de manera paulatina y acumulativa. Nada de lo necesario
para regenerar nuestra democracia puede llevarse adelante sin la colaboración
de los partidos parlamentarios, pero la iniciativa y la presión necesaria para
conseguirlo a lo largo del tiempo necesario solo puede provenir de la sociedad
civil.
Ha habido muchas iniciativas en este sentido, algunos muy
recientes. Todas ellas valiosas, interesantes y que aportan ideas y propuestas
que deben tenerse en cuenta. Podríamos decir que existe ya un catálogo amplio
de reformas imprescindibles, conocido y buena parte del cual ha llegado a
formar parte de los programas electorales de casi todos los partidos que se han
presentado a elecciones.
Existe un consenso amplio sobre el qué hacer. El
problema es conseguir aglutinar la masa crítica suficiente de sociedad civil
presionando sobre los partidos para forzarles a pactarlas y ponerlas en marcha. Ese
es el objetivo de la presente iniciativa desde Agenda Pública, que solo
puede llegar a buen puerto desde el empeño de incorporar a cuanta más personas
y organizaciones, mejor, para reforzar lo común, poniendo el interés general y
la democracia por delante de cualquier otro interés particular.
La estructura de la propuesta debe ser integral, con los siguientes
objetivos:
-Recuperar la neta separación de poderes y reforzar las funciones de
contrapesos institucionales.
-Garantizar la adecuada independencia de los órganos,
existentes y nuevos, independientes y de control.
-Profesionalizar la función pública, desarrollando el EBEP.
-Diseñar y aplicar un Sistema de Integridad en los tres
poderes, incluyendo un Plan Nacional Anticorrupción, reforzando los compromisos
éticos de los poderes públicos y su garantía de control.
-Impulsar la transparencia como termómetro de la democracia.
-Articular el Gobierno Abierto y conseguir que la
participación ciudadana sea columna vertebral de la elaboración de iniciativas
públicas.
-Mejorar la calidad regulatoria, simplificando la carga que
las administraciones representa sobre empresas y ciudadanos.
-Introducir la cultura de la evaluación de resultados en
todas las grandes partidas presupuestarias e iniciativas legislativas.
-Garantizar la libertad de prensa y de expresión, haciéndola
compatible con el derecho a recibir información veraz.
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