Cataluña reinicia un nuevo ciclo gubernamental. Y puede ser oportuno volver la mirada a quien fuera uno de los impulsores del catalanismo político: Francesc Cambó
Revista de prensa. El confidencial blogs. Por Rafael Jimenez Asensio. Cataluña reinicia un nuevo ciclo gubernamental. Y puede ser oportuno volver la mirada a quien fuera uno de los impulsores del catalanismo político: Francesc Cambó. Su labor es conocida como político, escritor, empresario e, inclusive, mecenas; sin embargo, ha sido menos divulgada su moderna visión y empeño personal por una gestión pública eficiente e íntegra.
En una conferencia impartida en 1912, se ocupó de "la tendencia de los catalanes a huir de los cargos burocráticos y de toda profesión ligada a los servicios estatales". Así decía que, "fuera de la carrera consular y en menor grado la universitaria, los catalanes estaban ausentes de todos los demás servicios estatales: Diplomacia, Ejército, Judicatura, etc.". Para Cambó esa ausencia tenía consecuencias graves: "La primera es que en todos los centros burocráticos reina un espíritu de hostilidad hacia Cataluña; la segunda que el día en que Cataluña obtuviera algún grado de autonomía no habría personal con aptitudes burocráticas para administrarla". Se oponía a "la vieja tradición del catalanismo folclórico, que rechazaba toda función pública". Sin una Administración eficaz no había solución alguna para Cataluña.
Si algo caracterizó a Cambó fue su indudable energía gestora. El político catalán tuvo grandes dotes organizativas. Según relata en sus Memorias, cuando arriba al Ayuntamiento de Barcelona, en 1901, su objetivo es "estudiar la Casa y sus problemas". Confiesa que "en el reparto de cargos no tuve ninguna pretensión y acepté la misión que nadie quería: la de estudiar el problema del personal y de proponer todo un plan de reorganización". Su objetivo era "hacer posible que hubiera una burocracia competente y honrada que atenuara los grandes estragos" que producían la corrupción y el caciquismo. Una visión de innegable modernidad. El Ayuntamiento fue su escuela política.
En el Gobierno Nacional de 1918 que lideró Maura, Cambó asumió la cartera de Fomento, un Ministerio importante. Su política de nombramientos fue muy atinada. Mantuvo a algunos altos cargos de trayectoria irreprochable y el resto de cargos los dio a funcionarios competentes y honestos. El propio Cambó reconocía que "esa falta de espíritu caciquil me ganó la estima del personal". Su obra en el Ministerio fue breve (8 meses), pero intensa. Los altos funcionarios se alinearon con su política.
Su gestión como ministro de Hacienda en otro Gobierno Maura durante los años 1921-22 siguió las mismas pautas: midió mucho su política de nombramientos, con algunos perfiles fieles a su política (Bertran y Sedó), confirmó a altos cargos y nombró otros entre personal técnico "de la más alta reputación, tanto en competencia como en honestidad". Todo ello "produjo un magnífico efecto entre los funcionarios" y cortó de raíz los brotes de indisciplina interna, atajando asimismo "todos los actos de favoritismo y todas las injusticias que habían fomentado el descontento". Afrontó, asimismo, "la supresión de trámites inútiles e incluso perturbadores". Sus éxitos se asentaron en no limitarse a proyectar y decretar, sino también a gestionar: "La ejecución no es cosa subalterna: es, en el Gobierno, factor de primer orden".
Hoy en día, Cataluña tiene un sector público obsoleto y mastodóntico (más de 220.000 empleados públicos), en el que, si bien se han multiplicado las falsas vocaciones de servicio público, se halla carente de estructuras directivas profesionales, muy poroso al clientelismo político y con una imparcialidad a veces cuestionada en aspectos críticos. La inestabilidad política y las rotaciones permanentes de directivos, así como un empleo público vicarial y poco profesionalizado, han hipotecado una prestación de servicios públicos cada vez más deficiente.
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