"Si conseguí desconectar en una semana, es curioso que he conseguido conectar en un minuto… y ya no me detendré. Cosa de galeotes togados"
Por José Ramón Chaves. delaJusitica.com blog.- Acabo de regresar de disfrutar una semana de vacaciones en Egipto, y pese a que dejé la mesa de mi despacho limpia de papel y sin cuestiones pendientes, me incorporé hoy lunes y encuentro la mesa atestada de autos judiciales, alimentada por los funcionarios de la oficina judicial, que con diligencia y buen hacer, los colocan ahí para su impulso y resolución.
Permítame invitarle a asomarse a la foto y así
conocer mi despacho (antes de que el teletrabajo los engulla). He tomado la
foto de mi propio despacho ovetense a las 8:30 de este mismo lunes, puede verse
una austera estancia muy alejada de los despachos de las autoridades
administrativas, aunque no debemos juzgar la estatua por el pedestal.
Pues bien, si examinamos lo que muestra la foto, nos
percataremos de algunos detalles curiosos:
a) el distinto color de los «autos» que yacen
sobre la mesa, como Lázaro esperando un «levántate y anda» (amarillo –
procedimientos ordinarios; verde – apelaciones; azul – cautelares…);
b) los consabidos post-it que los funcionarios
de la oficina judicial colocan para señalar el trámite o misión del juez (ej.
“resolver”, “casación”, “cautelar”, “ejecución”, etcétera);
c) el ordenador con dos pantallas (una para
escribir y la otra para visualizar los expedientes electrónicos de forma
simultánea, o para buscar jurisprudencia);
d) un vasito con bolígrafos y lapiceros
(¡imprescindible marcar!). Y el toque humano: un óleo de mi propiedad como
ventana abierta al mar, y otro que me representa y recuerda que estoy vivo y
que no debo flaquear en la lucha por el derecho.
No se ve la «bola de preso» con su cadena bajo
la mesa, porque no hay mayor vigilancia que la responsabilidad personal por el
trabajo.
El examen de la mesa atestada, lo efectúo para
explicar ese efecto «bola de nieve» cuando me ausento de vacaciones (como la
inmensa mayoría de mis compañeros jueces contencioso-administrativos).
Primero. En la justicia
contencioso-administrativa no hay silencio procesal positivo ni negativo, que permita alzar la ficción de estimación o
desestimación de la demanda o apelación, por el transcurso del tiempo (cosa
lógica, porque el “silencio administrativo” responde a la eficacia
administrativa y a facilitar el acceso a la justicia a quien deshoja la
margarita de su asunto y se demora excesivamente). Y por supuesto, la justicia
es cosa seria y no puede ser fruto del azar o silencio, sino de la aplicación e
interpretación del derecho, pues la «tutela judicial efectiva» es radicalmente
incompatible con la «tutela judicial pasiva».
Segundo. En la justicia
contencioso-administrativa, tanto si se actúa como titular de un juzgado
contencioso como miembro de una Sala, no existe la práctica propia de la
Administración pública de que,
mientras disfruta las vacaciones el empleado público, asume otro compañero la
resolución e impulso de lo pendiente por aquello del derecho al juez legal y
para concentrar toda incidencia en la misma cabeza. No. Cada uno resuelve sus
asuntos, sean buenos o malos, simples o complejos (salvo que se aprecie
imperiosa urgencia).
En estas condiciones confieso
que, cuando me voy de vacaciones en período hábil, me siento culpable. como
quien se va de casa y deja un grifo abierto, y sabe que cuando vuelva se
encontrará la casa inundada. También admitiré que unas vacaciones
como las que me he tomado en Egipto, combinación de cultura, arte,
historia y gente luchadora, en un contexto de desequilibrio económico y
lastrado con tradición y religión, mejoran mi perspectiva e inmersión social
para poder enjuiciar aquí y ahora.
En fin, he ahí la soledad del
juez. Y dicho este lamento de lobo ante la luna, que sirve de desahogo y no de
queja, pues toca “achicar el agua de la barca judicial”. Y me pongo a ello. Si
conseguí desconectar en una semana, es curioso que he conseguido conectar en un
minuto… y ya no me detendré. Cosa de galeotes togados.
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