«Las instituciones, los reinos, las repúblicas, nacen, florecen y se marchitan de vejez, como nosotros» (Montaigne, Ensayos, Cátedra, 2003, p. 676)
Por Rafael Jiménez Asensio. La Mirada Institucional blog.- Tras más de nueve años batallando en este Blog por la mejora de las instituciones en España, ha llegado la hora de reconocer que tantas energías depositadas en tan loable fin han dado frutos pírricos; y si somos honestos, más bien ninguno. Por tanto, es hora de cerrar este particular enfoque institucional que, si bien desde la década de los ochenta del siglo pasado ha formado parte de mi desarrollo funcionarial, académico y profesional, ha sido livianamente reflejado en estas entradas que, inicialmente y con una finalidad divulgativa si bien con pretensiones (no se si cumplidas) de cierto rigor, comenzaron a editarse en este formato de La mirada institucional desde 2015.
Visto cómo operan nuestros voraces partidos políticos, cada vez con más desparpajo (sin que al parecer a casi nadie le perturbe) tanto en el ámbito estatal como autonómico o local, es obvio que (según he expuesto en un reciente librito: Instituciones rotas (PROMOCIÓN) DEF-1) el Estado clientelar de partidos no hace sino multiplicarse por doquier. ha echado raíces muy fuertes en España y los nuevos caciques, los jefes de cualesquiera de los partidos, son los nuevos reyes de una corrupción institucional silente o con escaso ruido, que
Observando los temas tratados en las numerosas entradas difundidas en este Blog, se puede percibir que hay muchas reiteraciones (como se han dado cuenta no pocos lectores inteligentes); pero esa reiteración es, además de una persistencia tozuda de quien esto escribe propia de la ribera del Ebro, fruto asimismo de la permanencia de problemas nunca cerrados o, lo que es peor, nunca abordados en este país. Esta ha sido, junto a la siempre endémica situación de estancamiento institucional en España en la que no se percibe solución alguna, una de las razones que también han motivado a dar el carpetazo a este Blog.
Tras tantos años, uno tiene la percepción de estar dando siempre vueltas al mismo sitio. Pocos países hay en la Unión Europea en los que se pueda tratar y escribir durante cuatro décadas de las mismas reformas, nunca realmente alcanzadas: eso es lo que he estado haciendo, y solo son algunos ejemplos, con la administración y la función pública desde la década de los ochenta, así como con la dirección pública profesional desde 1992 hasta estos días, o más recientemente con los gobiernos locales. Por no hablar de las desgraciadas e inalcanzadas reformas del poder judicial o de la lucha sin cuartel y sin resultado, por la mejora institucional. Sin que apenas nada se haya hecho. Y nada o muy poco se perciba que se hará.
Dicho de otro modo, seguir escribiendo sobre las mismas cuestiones para un selecto grupo de académicos, altos funcionarios, profesionales o directivos públicos con vocación de serlo de verdad, que han sido los consumidores habituales de estas entradas, creo sinceramente que, ya a estas alturas, ha perdido todo su sentido. Quienes deben tomar nota no lo hacen. Como me recordaba un colega hace años con cierto punto de exageración: “Los políticos solo leen a los periodistas y los periodistas no leen a nadie”. Aunque no andaba muy desencaminado, pues como expuso recientemente Manuela Carmena (https://elpais.com/videos/2023-09-15/video-en-la-biblioteca-de-manuela-carmena-es-dramatico-que-haya-politicos-que-no-leen-un-solo-libro.html), tenemos una clase política bastante iletrada, que por lo común no lee ni se interesa por la lectura. Y tenemos también un periodismo banderizo que algún día tendrá que entonar también el mea culpa por el deterioro actual de la propia política y de las instituciones en este país.
En suma, seguir pegado a la prosa del análisis y mejora institucional como foco de este Blog, tiene muy poco sentido cuando ya cerré mi vida funcionarial, estoy abandonando el mundo profesional o ya he zanjado (salvo aspectos puntuales) mi actividad académica. El paso del tiempo impone sus reglas. Y cuando el final asoma, hay que cambiar el ritmo y la perspectiva de las cosas. Prefiero a partir de ahora priorizar la digestión lenta frente a la expeditiva obsesión de estar a la última, que siempre es la penúltima o la de anteayer. Como decía también sabiamente Montaigne, «estar en todo es no estar en nada». La velocidad se la dejo a los que les gusta la adrenalina de ir de bólido (como se dice en Cataluña). Lo que ya no será mi caso. Todo ello no implica que, si la salud y el estímulo intelectual no me fallan (lo que puede suceder cualquier día), desde otros foros, en otros medios u otros Blogs no siga participando en actividades formativas o publicando entradas, libros o artículos que tengan que ver con las instituciones, pues –como se dice- “la cabra tira al monte”.
Tras muchos años de andadura funcionarial, académica y profesional tratando las instituciones públicas, he llegado a la convicción de que buena parte de los nudos nunca resueltos en esa materia derivan de fenómenos de mayor calado que solo se explican a través de análisis que requieren más profundidad y más tiempo, más lecturas y también más sosiego. Muchas de las entradas recogidas en el Blog de La Mirada Institucional si algunos de ellos la vieron, cuando los liderazgos políticos o ejecutivos que las impulsaron desaparecieron de la escena, murieron súbitamente. Este es otro signo de este país: nada se institucionaliza realmente, todo depende de las personas que lo impulsan. Si estas se van, mueren o se aparcan sus reformas. eran contingentes muestras de proyectos profesionales en curso o cerrados. Cuando ya la actividad profesional declina, no tiene sentido intentar alimentar una Web de miradas prácticas que no existirán, al margen de que de los proyectos impulsados profesionalmente tampoco muchos vieran la luz.
Ante unas instituciones devastadas por los fenómenos del clientelismo, los partidos políticos y su proceso de profundo deterioro en sus fines institucionales, así como con unos actores políticos con cada vez más marcada mediocridad, amén de su ya (¿irreversible?) vocación de vivir eternamente de la política, proponer análisis y mejoras institucionales es, como se dice en el argot popular, “echar margaritas a los cerdos”. A pesar de ello, esos temas tan cruciales siguen requiriendo, a mi juicio, particular atención (y posiblemente una mayor carga de crítica ácida, que es la única que, al parecer, escuchan), si bien con una ampliación del ángulo de visión más allá de la putrefacta realidad que nos invade y que los medios machaconamente tratan un día sí y otros también con una contingencia y pobreza argumental que aburre a cualquiera. Es, por tanto, en lo lejano (con perspectiva) y no en lo inmediato, donde se pueden hallar soluciones a gran parte de los enquistados problemas que flagelan este país, como acabo de tratar en ese reciente ensayo antes citado sobre Instituciones rotas. Pero no seamos ingenuos: sin una movilización radical de la sociedad civil y unas respuestas contundentes en el fondo y en la forma, nunca se logrará torcer el brazo de los caciques políticos que gobiernan, dominan y pueblan la (mala) política y colonizan nuestras instituciones. Y una reacción así de este desdibujado demos, sin embargo, no se observa por ningún lado. Como escribió el filósofo Alain, en su magistral obra El ciudadano contra los poderes continuada, en dueños del Estado y de sus instituciones. “nuestro enemigo es nuestro dueño”. Y todavía no hemos comprendido bien (ni sabemos reaccionar frente a ello) que nuestros actuales partidos se han ido convirtiendo, también de forma silente y (Tecnos, 2016),
Ciertamente, la mala política no es el único nudo, pero hoy por hoy es el determinante. Los reiterados y cosméticos ensayos de regenerar la política española se han saldado siempre con un sonoro fracaso. Y sin conocer las causas de todo ello difícilmente podremos llegar a encontrar soluciones. En suma, mis declinantes energías y esfuerzos en lo que me reste de vida activa y en lo que toca a mis modestas inquietudes intelectuales, se volcarán sobre los aspectos indicados. Y, en tal sentido, no descarto seguir prestando atención a estos temas en un Blog redefinido, aunque alejado de la dura prosa. Pero eso es algo que aún no tengo decidido. Y si lo hago no será por el afán de arreglar nada, que no lo pretendo, sino al menos con la finalidad de explicarme a mí mismo (y, en cierta medida, hacer pedagogía) por qué hemos llegado hasta aquí y donde están los cuellos de botella que impiden cualquier avance efectivo.
A los más de 1.800 suscriptores al Blog de La Mirada Institucional y al resto de lectores que me han acompañado durante esta ya larga travesía por el desierto, quiero mostrarles mi enorme gratitud por la fidelidad y confianza depositadas. Solo por ellos ha merecido la pena dedicar tanto tiempo y esfuerzo a una batalla, sin embargo, bastante inútil, al menos en sus resultados. Este país, y particularmente esta clase política, nunca han sabido (ni querido) conjugar el verbo reformar. Y cuando lo han hecho, ha sido siempre de mentiras o con apenas pulso transformador, cuando no obligados (como ahora) por la Unión Europea. Los únicos verbos que aún conjugan nuestros políticos son los de subvencionar y (mal) gastar. El de gestionar hace tiempo que también lo olvidaron. El tiempo pasa y el país se estanca cada vez más. Sin remedio. Quizás las nuevas generaciones cojan el testigo de la renovación. Habrá que seguir animándolas; pues nosotros, los que frisamos la vejez, estamos ya de retirada. Y la sensación que se tiene al final del camino es que, a pesar del tiempo transcurrido y ante las innumerables propuestas doctrinales y los no escasos ejemplos de buenas prácticas aportados, como nada cambia o lo hace de mentira, hemos seguido hablando y escribiendo de las mismas cosas durante estos más de cuarenta años. Llega un punto que, tanto persistir, agota a uno mismo y a los demás.
Mientras tanto, el mundo se ha ido transformando a una velocidad vertiginosa, y aun así sigue habiendo muchísimos actores que, desde el poder o sus aledaños, niegan la evidencia con sus resistencias constantes al cambio, practicando a la vez un clientelismo atroz propio del caciquismo decimonónico oligárquico más desenfadado, o llevando a cabo pretendidas reformas cosméticas que no suponen más que “la reinvención permanente del agua caliente” o, como se dice vulgarmente, «marear la perdiz». A veces da la impresión de que el tiempo de España se hubiera detenido en el siglo XIX (como traté en el también reciente y para mí muy querido ensayo sobre El legado de Galdós. Los mimbres de la política y su cuarto oscuro en España, Catarata 2023: https://rafaeljimenezasensio.com/galdos-y-la-politica-en-espana/). En esta sociedad estancada, ellos (los políticos y otros actores que ahora no vienen al caso) se encuentran bien, en su zona de confort, mientras que el resto de la sociedad acumula problemas que nadie sabe bien cómo resolver y tampoco nadie desde esos niveles de “responsabilidad” pública parece preocuparse lo más mínimo de qué manera hacerlo. La política endogámica es eso: solo mira a su ombligo. Lo de siempre. Que nunca parece cambiar. Por mucho que los días, meses, años o siglos pasen. Así es España … O así quieren que sea quienes son sus pretendidas y autoerigidas élites políticas. Para desgracia de todos.
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