"Yo creo que el gobierno de Madrid debería insistir en que las universidades consigan objetivos de excelencia para mejorar su financiación. ¿Es un pacto Fáustico? Puede ser, pero es un pacto necesario"
Nota. Esta entrada se publicó originalmente como una tribuna en El Mundo el 20 de noviembre de 2024.
Por Antonio Cabrales. Nada es Gratis blog.- Sigo la polémica de la financiación de las universidades públicas madrileñas con preocupación y con una cierta perplejidad. Preocupación porque al fin y al cabo soy un empleado, y parece que la financiación actual no da ni para pagar los salarios. Perplejidad porque el argumento de que la Comunidad de Madrid tiene que pagar “al menos los salarios” es muy raro cuando se entiende cómo funcionan las universidades públicas.
Las universidades reciben del estado unas cantidades de dinero para realizar su misión: educativa, de investigación y de transferencia de conocimiento. Pero al revés que muchos otros organismos de la administración gozan de una considerable autonomía de gestión. En la práctica esto quiere decir que administra los recursos para llevar a cabo su misión con mucha libertad, aunque siempre dentro del marco legal correspondiente, como es natural. Por ejemplo, la administración no decide cuántos profesores, ni de qué tipo, tienen que tener en plantilla. Algo que, por ejemplo, pasa en Alemania. A mí el sistema español me parece mejor que el alemán porque es más probable que un rector sepa si hace falta un catedrático más de economía aplicada, o uno de derecho constitucional a que lo haga un funcionario de la consejería correspondiente. Y, de hecho, muchos rectores, con buen criterio, dejan que los departamentos administren sus presupuestos para configurar el tamaño y composición de sus plantillas.
Por ese motivo pedir que se paguen “al menos los salarios” es tener un poco de cara (ojo, no sé si es lo que han hecho los rectores). Si yo fuera el consejero les respondería que les dejo que se administren el dinero para que no me mareen con cuánta gente tienen que contratar. Si no les da el presupuesto, que prescindan de alguien.
Una solución es dejar a la consejería que audite plantillas y decida cuántos profesores hacen falta en cada sitio. Y si realmente hacen falta, se les paga. Pero creo que eso sería un error mayúsculo, aparte de que probablemente es técnicamente inviable. Imaginen la escena de un auditor con formación financiero/contable/legal diciéndole al catedrático de biología molecular que el ayudante doctor número tres no es necesario. Me recuerda a la anécdota de aquel colega que (hace muchos años en tiempos menos ilustrados) fue a la biblioteca de su universidad a pedir que se suscribieran a una nueva revista científica. Respuesta del bibliotecario (al que dado el momento del tiempo me puedo imaginar con una colilla de cigarrillo medio consumida entre los labios): “¿Pero ya te has leído todas esas de ahí?”.
Una solución mucho mejor que le recomendaría al consejero es hacer un “acuerdo Fáustico” con las universidades (en recuerdo del que hace en la leyenda alemana Fausto con Mefistófeles vendiendo su alma por algún bien terrenal, que dependiendo de quién la cuente es la juventud, el conocimiento, o simplemente dinero y placer). Voy a argumentar que aparte de solucionar el problema de la universidad se puede convertir en un modelo para otras negociaciones con otros proveedores de servicios públicos esenciales.
El pacto consiste simplemente en ofrecer mejoras presupuestarias condicionadas a que todo (o una parte muy importante de) el presupuesto dependa de la calidad de los servicios que provee la universidad.
Empecemos por la docencia. La mayoría de la gente va a la universidad para mejorar sus posibilidades profesionales. ¿Lo consiguen? La respuesta inequívoca es que sí, no haga caso de aquel viejo refrán de que la universidad es una fábrica de parados. Este país es una fábrica de parados, aunque ese es otro tema, pero la universidad lo mitiga razonablemente bien. Y los salarios de los universitarios son considerablemente mayores en media a los de los que no estudian. Pero esto no es igual para todas las universidades ni todos los grados o másteres. Y esto no es demasiado sorprendente. Las universidades reciben financiación en general por el número de los estudiantes en las aulas, no por el número que encuentra un empleo, ni por su salario. De manera que los incentivos de los claustros para que sus estudiantes encuentren empleo son, en el mejor de los casos, muy limitados. Así que mi primera recomendación es que las universidades cobren por los estudiantes que encuentran trabajo, y por los salarios que ganan los primeros años desde que se gradúan. Así, si un grado no consigue colocar bien a sus estudiantes, habría incentivos serios para mejorar su formación, o en caso de que sea imposible, cerrarlos o reducir su tamaño para que esos graduados tengan más posibilidades.
Siguiendo por la investigación, aquí también la universidad cumple. Las publicaciones científica de España son más o menos lo que le corresponde dado su PIB. Pero hay países como Estados Unidos o Gran Bretaña que publican mucho más de lo que les corresponde (y ojo que esto tiene en cuenta que son más ricos). Si se utiliza una medida del impacto de esas publicaciones tampoco salimos muy mal, ni muy bien. Podríamos pensar, bueno, pues ya está, ¿no? Yo creo que no. Si alguien nos dijera que la selección española de fútbol no gana nunca un título despediríamos sin contemplaciones al entrenador y buscaríamos nuevos jugadores. Además, por mucho que el fútbol contribuya a la felicidad privada, no tiene el impacto que tiene la ciencia de excelencia en el crecimiento económico. Y me temo que, dados los desafíos demográficos, tecnológicos, y climáticos que nos van a llegar en las próximas décadas más nos vale crecer. Necesitamos más ciencia, y sobre todo más ciencia de excelencia. Por esto mi segunda recomendación es también sencilla. Que las universidades cobren por el número de citas que reciben sus artículos (una buena medida de la importancia e impacto de los mismos) normalizada al campo de estudio (no todos lo campos citan igualmente).
La última misión importante es la transferencia de conocimiento a la sociedad. En realidad, la docencia también es transferencia de conocimiento. Pero cuando se habla de transferencia tendemos a referirnos a aplicaciones de los descubrimientos científicos. En algún sentido es la plasmación concreta de la ciencia que se hace en los claustros universitarios. En este ámbito yo veo más problemas. Estamos en el décimo puesto de Europa por solicitud de patentes europeas. Tanto por PIB como por volumen de publicaciones deberíamos estar más arriba. La innovación es la forma más concreta con la que la ciencia apoya el crecimiento económico. Y como ya he indicado, ese crecimiento debe ser una prioridad absoluta para nuestro país. Y con esto llega mi tercera recomendación. Páguese a las universidades por el volumen de patentes, y por las citas de esas patentes en otras solicitudes de patentes (una buena medida del impacto de las mismas). También por el volumen de contratos de innovación y transferencia que obtengan de terceros.
Yo creo que el gobierno de Madrid debería insistir en que las universidades consigan objetivos de excelencia para mejorar su financiación. ¿Es un pacto Fáustico? Puede ser, pero es un pacto necesario. El único que me parece que tiene sentido en estos momentos. Podría poner a la comunidad de Madrid a la vanguardia económica de Europa. Y daría ejemplo a los ciudadanos de que la gestión de los recursos se hace pensando en su bienestar, y no en el de los empleados de esos servicios públicos. Los empleados deberíamos aceptarlo para demostrar nuestro compromiso con el servicio a esos intereses. De paso recuperamos tanto políticos como servidores públicos la confianza de los ciudadanos, que buena falta nos hace. Así que ya saben, dinero por goles, un buen pacto Fáustico.
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