"Si el periodismo entra en crisis, la democracia también lo hará"
Por Ángela González. Agenda Pública blog.- El 23% de los jóvenes obtiene sus noticias en TikTok, una tendencia que, según Ángela González Montes, está transformando un pilar clave de nuestra democracia: la información. Para evitar que estas dinámicas impulsen a los jóvenes hacia movimientos antidemocráticos, la autora sugiere innovar en la comunicación para acercarse a ellos, regular los algoritmos de manera ética y promover el pensamiento crítico.
Hace muchos años, un profesor de mi facultad nos puso la
canción Video Killed the Radio Star de The Buggles para ilustrar cómo
las innovaciones tecnológicas, desde la imprenta de tipos móviles de Gutenberg
hasta WhatsApp, han transformado nuestra manera de consumir información y, por
lo tanto, de configurar nuestra opinión pública.
Hoy en día, un 23% de los jóvenes
entre 18 y 24 años acceden a noticias a través de TikTok. Con más
de 2.000 millones
de usuarios a nivel mundial, la aplicación más descargada del mundo en
la actualidad capta la atención de millones de jóvenes (el 70% de sus usuarios
tienen entre 18 y 34 años) y reconfigura el modo en que nos relacionamos con
las noticias y con el mundo que nos rodea. TikTok es la nueva killer app que
define toda una nueva era, la sociedad de la prisa: fragmentada, superficial e
instantánea.
"Si el periodismo entra en crisis, la democracia también lo hará"
Por primera vez desde la Revolución Francesa, nuevos actores
ajenos al mundo del periodismo y sus reglas vertebran la opinión pública de una
generación entera. Pasamos del modelo Ciudadano Kane al modelo
Elon Musk. Este cambio en el consumo tiene implicaciones profundas para
nuestras democracias. Si el periodismo entra en crisis, la democracia
también lo hará. La relación entre desinformación, nuevas formas de
consumo de noticias y auge de ideas autoritarias entre los jóvenes no es
casual. Se está creando un caldo de cultivo que pone en peligro el relevo
generacional de nuestras democracias.
La era de los influencers
La crisis de consumo de esta franja de edad siempre ha sido una constante.
Basta analizar el perfil de lector de prensa generalista en los años 90, cuando
no había internet, para comprobar que sigue siendo muy similar al actual;
hombre clase media de entre 40 y 60 años.
Sin embargo, en la actualidad, el consumo de noticias entre la juventud ha
cambiado radicalmente. Antes, leer un periódico suponía unos 30 minutos;
ver un telediario, una hora frente al televisor. Había un inicio, un fin, una
estructura, una clasificación de contenidos por importancia y secciones.
Informarse hoy a través de redes sociales es un totum revolutum fragmentado,
dirigido por un algoritmo predefinido, en gran medida, por los propios gustos
del consumidor.
Para bien o para mal, con los medios tradicionales, todas las personas
pasábamos por un periodo de socialización política a través de ellos que,
aunque con diferente nivel de implicación según el nivel adquisitivo y la edad,
seguía unas pautas y unas reglas similares para todos.
La gran diferencia ahora es que hay una brecha digital que divide a la sociedad
en dos: los nativos y los migrantes digitales. Los jóvenes prefieren consumir
noticias en plataformas de vídeos cortos como TikTok o YouTube en lugar de los
medios tradicionales porque no conectan ni aguantan el ritmo del periodismo de
los medios de masas.
"Solo el 37% de los jóvenes confía en los medios tradicionales, comparado con el 47% en audiencias de más edad"
La audiencia juvenil tiende a evitar las noticias en
televisión no solo por aburridas, sino porque las perciben como
negativas. Solo el 37% de los
jóvenes confía en los medios tradicionales, comparado con el 47% en audiencias
de más edad.
Ojalá fuera solo un problema de formato. Nos enfrentamos a un problema
mayor: una falta de confianza y descreimiento en el sistema, que se extiende a
las grandes cabeceras mediáticas. Hemos pasado del modelo Oprah Winfrey
—un solo apoyo suyo en prime time podía hacer tambalear a la
mismísima Casa Blanca— al modelo Taylor Swift y su ya icónico apoyo a Kamala
Harris firmando como Childless
Cat Lady.
Los menores de 30 años han sustituido a los periodistas por los influencers,
que mezclan entretenimiento con política. En eventos como la Convención
Nacional Demócrata de EE. UU., más
de 200 creadores fueron invitados a cubrir el evento. En EE. UU., el influencer más
citado es Tucker Carlson, conocido por difundir teorías de conspiración de
extrema derecha. En Francia y Reino Unido, influencers como Hugo
Décrypte y Dylan Page reúnen a más de 20 millones de seguidores.
Una sociedad distraída es más fácil de manipular
Lo que alguna vez se presentó como una revolución liberadora para superar al
cuarto poder ha derivado en nuevas formas de control. Román Gubern describía a
la televisión como el "chicle para los ojos", pero hoy las redes
sociales han ido más allá, convirtiéndose en ladrones de tiempo y destrozando
nuestra capacidad de atención.
En su obra El
valor de la atención, Johann Hari advierte sobre los peligros de una
sociedad distraída. El scroll constante de las redes ha sustituido al
antiguo zapping televisivo, y los algoritmos determinan lo que vemos,
generando cámaras de eco que refuerzan nuestras ideas preexistentes. Es como si
en un restaurante nos ofrecieran siempre el mismo menú porque saben que nos
gusta. Es el sesgo cognitivo que activa nuestro córtex prefrontal, es decir, la
parte de las emociones y la dopamina. Este es un escenario perfecto para la
manipulación.
Cas Mude destaca la relación entre el auge de los partidos de extrema
derecha y el incremento de la desinformación, ya que esta alimenta el
descontento, refuerza sus narrativas populistas, debilita la confianza en los
medios tradicionales y facilita la creación de ecosistemas mediáticos paralelos
donde sus mensajes pueden prosperar sin restricciones.
"En España el 75% de los votantes de Alvise tienen
menos de 45 años"
Este fenómeno afecta a los jóvenes de manera
asombrosa. En Alemania, la
AfD ha triplicado su apoyo entre los votantes menores de 24 años, pasando
del 5% en 2019 al 16% en 2024. En Francia, el Rassemblement National cuenta con
el 34% del apoyo de los votantes menores de 30 años. En España el 75%
de los votantes de Alvise tienen menos de 45 años (con más de 700.000
seguidores en Telegram, casi el mismo número de votos que recibió en las
Elecciones Europeas de 2024).
Nostalgia y autoritarismo como elementos de atracción
Nos encontramos en un momento en el que la sociedad mira más al pasado que al
futuro. Unos para revisarlo —cultura woke— y otros para
idealizarlo. De todos los relatos utilizados por la extrema derecha, la
narrativa de la nostalgia y la necesidad de volver a un pasado que, en
realidad, nunca fue mejor es uno de los más efectivos.
Lo llamativo es que
este relato esté calando tanto entre aquellos que ni siquiera vivieron ese
pasado. Esta narrativa de la nostalgia ayuda a reforzar un sentimiento de
identidad perdido entre los más jóvenes, que se une a la desafección hacia las
instituciones y una rebeldía hacia lo políticamente correcto. Vídeos como
el de AfD
generados por IA que culpabiliza a las personas migrantes se vuelven
virales.
Esta vuelta al pasado en realidad simboliza la vuelta a un lugar seguro en
momentos de incertidumbre. Como explica Katharina
Niemeyer, "la idealización del pasado corre el riesgo de eliminar los
matices y reforzar el extremismo político". ¿Qué es "Make America
Great Again" al fin y al cabo más que un relato de la vuelta al pasado
glorioso de EE. UU. en medio de su pérdida de liderazgo mundial?
En EE. UU. precisamente el voto joven apoya
mayoritariamente a Harris. Aquí se ve claramente cómo actúa el
sesgo por razón de sexo entre la juventud, ya que el respaldo a la candidata
demócrata es particularmente fuerte entre las mujeres jóvenes, con un 70%
apoyándola, en comparación con el 23% que apoya a Trump.
Esta nueva tendencia de división ideológica entre hombres y
mujeres jóvenes proviene, en parte, de la segregación
que el algoritmo hace entre "cerebros rosas", ellas más
expuestas a narrativas de justicia social, feminismo y bienestar, y cerebros
azules, ellos más expuestos a contenidos conservadores o reaccionarios,
diferenciando así entre valores duros para ellos y valores blandos para ellas.
Aquí cabe preguntarse quién alimenta realmente a la bestia. La venganza del
algoritmo se alimenta de nosotros mismos.
¿Qué democracia nos espera?
Según el Democracy
Index 2023, nos enfrentamos a un contexto de repliegue democrático. Solo el
7.8% de la población mundial vive en democracias plenas, mientras que el 39.4%
lo hace bajo regímenes autoritarios.
Esta regresión coincide con el aumento de la influencia de las redes sociales y
el descontento juvenil con las instituciones democráticas. En España,
según un estudio
reciente de 40dB, un 26% de los encuestados afirma que, en determinadas
circunstancias, preferiría un gobierno autoritario. Con una media de edad
de 40,8 años en las democracias plenas, las generaciones más jóvenes muestran
un menor apoyo hacia sus sistemas democráticos, lo que pone en duda el relevo
generacional de nuestras democracias. No es casualidad que la propia
presidenta de la Comisión Europea haya establecido
como prioridad en este mandato acercar la institución a los jóvenes
europeos.
En un contexto donde los jóvenes se alejan tanto de los medios tradicionales
como de las fuentes de información fiables, las instituciones públicas tienen
un papel crucial. Para ello, me gustaría destacar tres ideas clave que merecen
mayor atención y profundización.
En primer lugar, la importancia de la innovación en comunicación y la búsqueda
de nuevos formatos que conecten y atraigan a los jóvenes. Si existe una
tendencia a confiar más en las personas que en las grandes cabeceras
mediáticas, será necesaria una mayor colaboración entre influencers consolidados
y nuevos talentos, instituciones y medios de comunicación para captar la
atención de estas nuevas audiencias. Iniciativas como Solutions
Journalism Network (SJN) o el programa Creative Europe muestran
resultados positivos. Conectar a los jóvenes con el periodismo es, en esencia,
conectarlos con la democracia.
En segundo lugar, es imprescindible una regulación más estricta sobre el uso de
algoritmos y la transparencia de las plataformas digitales. Esto nos lleva
al antiguo debate sobre la función social de los medios: informar, formar y
entretener.
"En un entorno donde se premia la mentira y la exageración, es fundamental
que los algoritmos se desarrollen bajo principios éticos"
La Unión Europea ha dado un paso significativo con la implementación
de normativas que regularlas. La reciente victoria en la batalla contra TikTok Little es un ejemplo de
cómo las instituciones pueden crear espacios que promuevan un consumo saludable
de la información. Incluso el propio Elon
Musk ha terminado cediendo ante el Tribunal Supremo de Brasil.
En un entorno donde se premia la mentira y la exageración, es fundamental que
los algoritmos se desarrollen bajo principios éticos. Regular los algoritmos
es, en definitiva, regular el espacio donde se conforma el debate público y
garantizar el derecho a una información veraz y plural, pilares fundamentales
de cualquier democracia avanzada.
Por último, resulta esencial fomentar el pensamiento crítico y la participación
en las democracias como antídoto a la manipulación emocional. Aquí tenemos
el modelo finlandés, pero en países como Austria -donde acaba de triunfar un partido fundado por nazis- se
están aplicando fórmulas que buscan el contacto presencial entre jóvenes e
instituciones como antídoto a las burbujas digitales. En este caso, como casi
siempre, todo empieza por la educación.
Hannah Arendt señalaba que aun en los tiempos más oscuros tenemos el derecho a
esperar cierta iluminación. Esa luz somos nosotros. Lo que hagamos ahora
como poderes públicos y profesionales de la comunicación determinará que, en el
futuro, ningún estudiante tenga que escuchar a su profesor hablar de una
canción titulada El algoritmo mató a la democracia.
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