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jueves, 21 de noviembre de 2019

Sentencia de los ERES: Derecho, ética y política

"Una realidad ineludible: los partidos políticos se corrompen y roban y, lo que es peor, parece que necesitan hacerlo para subsistir en la coyuntura actual"

Por Hay Derecho web.- La publicación de la sentencia de los ERES nos obliga a hacer algún comentario editorial, pues no por esperada resulta menos relevante. El análisis de este tipo de acontecimientos debería implicar la distinción entre el ser y el deber ser y también entre las dimensiones política, ética y jurídica.

 La triste realidad es que, mientras el análisis jurídico queda en barbecho hasta el momento en que la sentencia pueda ser leída por quienes tenga capacidad de interpretarla – y presumiendo siempre la calidad del trabajo realizado por los jueces, en definitiva unos profesionales independientes- el análisis político surge en tromba en los medios y en las redes, aunque con un alcance limitado a dos perspectivas: la de quienes estiman que el fuerte varapalo a un partido que esta sentencia implica debería tener las mismas consecuencias políticas que el que tuvo la sentencia que afectó al otro partido, y las de quienes estiman –los del partido hoy afectado- que la sentencia se refiere a dirigentes políticos anteriores que se encuentran espiritual, jurídica y políticamente a galaxias de distancia de los actuales, por lo que huelgan los comentarios y, por supuesto, las consecuencias políticas.

Lamentablemente, este tipo de análisis se agota en sí mismo y solo produce la íntima satisfacción partidista de constatarse mejor que el contrario político, después de sesudas y detalladas disquisiciones acerca de si el montante del desfalco fue menor o mayor, si el superior jerárquico estuvo o no enterado, si la corrupción era regional o nacional o si el político de turno robó para sí o para el partido. Todos ellos, en definitiva, instrumentos sicológicos para almibarar la situación, para distanciar psicológicamente, con una importante dosis de fudge factor, una realidad ineludible: los partidos políticos se corrompen y roban y, lo que es peor, parece que necesitan hacerlo para subsistir en la coyuntura actual. Es más, ni siquiera esta inútil e improductiva farsa sirve a corto plazo para conseguir objetivos políticos, pues han de conjuntarse los astros para que la aparición de una sentencia como esta o como la de Gürtel derribe un gobierno. Tristemente, la crítica política se va a quedar en autosatisfacción sicológica de cortos vuelos para el ciudadano y un penoso espectáculo de medios de comunicación y presuntos intelectuales de parte que son capaces de blanquear lo inblanqueable, quizá por un plato de lentejas, con más o menos compango, o casi peor, convencidos de lo que dicen.

Análisis ético
Se echa, pues, de menos un análisis ético, de consecuencias políticas. La discusión sobre los contactos entre Moral, Política y Derecho son centenarios, y modestamente nos alineamos con quienes entienden que la separación absoluta entre las tres disciplinas es peligrosa, si bien la cuestión de cuál deba ser el contacto sea discutida. Pero lo que no parece de recibo es que no produzca efecto moral alguno la constatación que los principales partidos en el poder desde hace décadas tuvieran montados unos sistemas de desvalijamiento de los fondos públicos que podríamos llamar estructural, en el sentido de que forma parte del normal funcionamiento del sistema. No esperamos que hubiera habido, de acuerdo con las antiguas herramientas morales, examen de conciencia, dolor de los pecados, confesar los pecados, propósito de la enmienda y cumplir la penitencia; pues quizá la terminología se considere obsoleta y responde a principios religiosos y no políticos; pero no habría sobrado un mínimo reconocimiento del mal realizado al país, sea por los dirigentes actuales o por los antiguos, un rechazo ético de las actuaciones y un firme propósito de cambio estructural para que no vuelva a ocurrir. Es más, no solo no ha habido eso, sino que las actuaciones previas de obstaculización a la justicia, retardo malicioso, negación de la realidad han mostrado paladinamente su escaso arrepentimiento y previsible continuación en la linea de actuación, si se pudiera.

Creemos, pues, que este análisis ético debería ser el principal y conllevar las reformas estructurales que desde hace tiempo venimos reclamando. Lo importante no es la maldad o bondad de determinados políticos o ideologías, sino la constatación de que tales conductas obedecían a incentivos del sistema que llevaban a que los partidos se financiaran de esa manera, a que a consecuencia de ello invadieran todas las instituciones para beneficio propio y de su clientela, a que la carrera política dependa de la lealtad al jefe y no al ciudadano y a que se generaran caudillismos políticos exentos de toda responsabilidad política. La caída del bipartidismo tuvo mucho que ver con ello, pero no parece que tal batacazo haya supuesto una lección aprendida y aprobada, sino que, por el contrario, hasta los nuevos partidos, que enarbolaban la bandera de la regeneración, parecen haber sucumbido a las mieles y comodidades del sistema.

Sin embargo, la salud de éste pasa, tanto en este asunto como en la resolución de la  incertidumbre política actual, en un gran pacto político que se haga consciente de esos problemas estructurales y les ponga remedio. En beneficio de todos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Blog Politikon: El fin del bipartidismo (versión autonómica)

"Mirando a las Comunidades Autónomas con tradición de gobiernos de coalición tampoco parece que les haya ido tan mal. O como poco, no peor que allí donde la regla es la absoluta"
 
 
 Veremos si al final hay la fragmentación que señalan los sondeos o si es un espejismo momentáneo causado por el voto en blanco, indecisión o la abstención. La tendencia en todo caso está clara. Sin embargo creo que el caso estatal es mucho menos interesante para lo que quiero hablar hoy; gobiernos y multipartidismo. Sería pura especulación. Lo que os invito es a que miremos al nivel autonómico, que controla más de la mitad del gasto público y cosas tan “irrelevantes” como sanidad y educación, donde sí tenemos experiencia en la materia.
 
Desde que se hacen análisis electorales en España se ha hablado con frecuencia de “las Españas electorales” para referirse a la gran variedad de sub-sistemas de partidos existentes. Junto al eje izquierda derecha en muchas comunidades el centro-periferia se solapa, generando más oferta política. Esto, junto con unos umbrales electorales menores que en las Elecciones Generales ha permitido la formación de un variado multipartidismo en ellas. No estoy descubriendo nada nuevo, el multipartidismo ya existe en muchas autonomías. Esto es interesante, porque nos permite ver in situ algunas de las cuestiones sobre las que hablaba Roger el otro día. Repaso rápido a vista de pájaro el número efectivo de partidos parlamentarios en su última elección (entre paréntesis la suma de porcentaje de los dos primeros partidos):
 
enep
 
Como se ve rápidamente, hay una clara división norte-sur respecto a la fragmentación del sistema de partidos. Por número efectivo, Cataluña, Asturias, País Vasco, Canarias y Navarra son con diferencia los que más partidos tienen. Si nos quedamos con aquellas en las que los dos partidos más votados tienen menos del 75% de los votos, esto es así en unas nueve de las diecisiete comunidades, lo que hace pensar que esto del bipartidismo autonómico va por barrios. La expectativa a futuro es que veamos, justo en las menos fragmentadas, un mayor multipartidismo. Tanto si IU crece como si UPyD logra colarse en más asambleas regionales veremos una mayor atomización del sistema de partidos, aunque seguramente seguirá lejos de aquellas comunidades en las que el eje centro-periferia está activo.
 
El incremento del número de partidos hace que sea menos probable que se produzcan gobiernos de mayoría absoluta. Y si no la hay, como dice Roger, no se sabe quién gobernará al día siguiente. Sin embargo, creo que merece la pena poner introducir algunos matices.
 
El primero es que lo primero que no tenemos claro es cuál será la morfología del gobierno. Cuando no existe un gobierno con mayoría absoluta en la cámara se pueden dar diferentes configuraciones. Puede existir un gobierno monocolor en minoría con apoyos externos (como hoy en Euskadi con PNV, Asturias con PSOE, Extremadura con PP o Cataluña con CiU), una coalición mayoritaria – si sumando llegan a la absoluta, (como en Andalucía PSOE+IU o en Aragón PP+PAR) o una coalición minoritaria, en la que se integran dos partidos pero no alcanzan la mitad más uno de escaños (caso del último año del Maragall, con PSC e CV pero ERC fuera del gobierno). A continuación presento los datos de la morfología de los gobiernos autonómicos en las comunidades autónomas desde 1981, además dividido si el partido principal es estatal o no – nota: cambia gobierno si cambia presidente o partidos integrantes de gabinete, con absoluto entre paréntesis.
 
tabla gobiernos coalicion
Coaliciones
Como se ve, casi el 60% de los gabinetes autonómicos han sido coaliciones mayoritarias, minoritarias o gobiernos en minoría. Si uno repasa la literatura clásica del tema, las coaliciones minoritarias no suelen resistir demasiado – o integran a más partidos y son mayoritarias o caen -. Los otros dos suelen resistir más tiempo, pero siempre menos que un gobierno monocolor con la mayoría de los escaños. Por supuesto, optar por uno u otro viene explicado por diferentes componentes. Hay una extensísima literatura sobre el tema pero solo por ejemplo muy de moda últimamente, que el partido principal tenga muchos escaños y esté “centrado“ ideológicamente hace más factible un gobierno en minoría (no necesita atraer con carteras a otros partidos). Por otro lado, parece que las crisis económicas también hace más viable esta opción dado que nadie quiere ensuciarse directamente las manos tomando decisiones impopulares.
 
Pero vamos, que el arreglo de un gobierno de coalición es solamente uno más de los posibles. Sin embargo, la segunda cuestión, es que tampoco no es algo tan incierto quien gobernará en un entorno multipartito. Primero, porque (casi siempre) la ideología supone anclajes que hacen determinadas combinaciones imposibles. Segundo, porque insistimos, la negociación se hace sobre bases programáticas, y no todos son compatibles – y la intensidad de las preferencias varía. Tercero, porque los partidos anticipan el comportamiento en las urnas de dar el gobierno a unos u otros partidos (y a veces no bien, que se lo digan a Puigcercos). Cuarto, porque también pesan los acuerdos que ya se han explorado o tienen lugar en otros niveles (ya sea el municipal, ya sea el Congreso). Y por último, porque en una negociación median componentes tan sutiles pero tan evidentes como la propia relación personal entre los líderes, cuadros y militantes de los partidos.
 
Creo que todos estos componentes reducen la aritmética de coaliciones posibles. Es cierto, no acaba con la incertidumbre total de un Westminster pero tampoco es que no sepamos  (del todo) lo que saldrá. Además, creo que hay un componente importante a considerar. Aunque la negociación en los partidos grandes suele ser a nivel de elites, los que son más pequeños (y que suelen ser los decisivos) suelen tener procedimientos internos más abiertos. Es obvio que las bases y los electores no coinciden, al menos pueden dar un viso de legitimidad a su decisión si consultan a las primeras. Es una cura en salud para evitar el castigo posterior si se da un paso en falso.  Sin considerar el rol de las bases difícilmente se puede entender Extremadura o Cataluña hoy. Por eso, aunque no se ha tratado, creo que las estructuras internas de los partidos también ayudan como un anclaje adicional a las coaliciones posibles.
 
Socio minoritario
Por último, también se plantea es si el tener como actor con capacidad de veto a ese “socio minoritario con 7% de bases muy chifladas” impedirá hacer reformas propuestas por el partido grande. Bien, el tema es que cuando se hace un gobierno de coalición no se dejan las cosas al azar. Lo normal suele ser llegar a un acuerdo programático, redactado, en firme, con establecimiento de prioridades políticas. Es la esencia misma de la transacción; no consigo todo lo que quiero ni tu tampoco. Además, muchas veces estos acuerdos tienen una parte explícita y pública, pero también una parte secreta. Incluso a veces tienen protocolos para la gestión de desacuerdos o descoordinación. Todo ello para intentar asegurar la viabilidad del gobierno el máximo tiempo posible y obtener políticas que satisfagan a los partidos que lo integran.
 
Es verdad, no tener un gobierno de absoluta no permite gobernar a salto de mata (te puede sobrar voluntad, pero te faltan escaños), hace central el acuerdo programático (incumplir un programa, repito, no sale gratis) y que hace las ruedas de prensa en el parlamento sean, al menos, tan interesantes como las del palacio de gobierno. Los escenarios de coalición son la norma en los países europeos, los raros somos nosotros (a nivel nacional). Y si han de llegar (más) no hay por qué tener miedo. Total, .
 
Nota: Si queréis revisar los acuerdos programáticos de los gobiernos de coalición en las Comunidades Autónomas, aquí los tenéis recopilados.