España plantea un máster de dos años para la élite de la
Administración, modelo parecido al que ya funciona en otros países vecinos
Revista de prensa. El País.- El Gobierno planteó la
semana pasada un volantazo en el acceso al alto funcionariado, a los
puestos de más responsabilidad y mejor retribuidos. En concreto, el Ministerio
de Función Pública propone un cambio en la vía de entrada a las categoría A1 y
A2, en las que se circunscriben los abogados del Estado, la carrera
diplomática, conservadores de museos, los ingenieros geógrafos, inspectores de
Hacienda...
El planteamiento del Gobierno es
el siguiente: en vez de acceder con las oposiciones tradicionales, a esos
puestos se entraría pasando en primer lugar por institutos y escuelas de la
Administración, donde se cursaría un máster específico de dos años. Para
acceder a ese máster habría una prueba de acceso, que solo superaría una parte
de los aspirantes. Los
que mejores notas lograsen cursarían esos estudios durante dos años y
al final harían otro examen, el que decidiría quienes obtienen las plazas como
funcionarios.
Esta propuesta ha despertado críticas de
los colectivos de funcionarios superiores. Fedeca, la asociación de cuerpos de
élite del Estado, cree que esta idea del Gobierno “no garantiza la igualdad, es
más costosa y menos transparente” que el sistema actual.
Ese modelo, el que opera actualmente en España, se parece al
de otros países europeos, y el que plantea Función Pública también tiene
semejanzas con el que rige en estados vecinos. A continuación repasamos cómo se
accede al funcionariado en algunos de esos países.
Unión Europea y Bélgica: al menos dos lenguas oficiales
En el conglomerado de las instituciones europeas trabajan
más de 60.000 personas procedentes de los 27 países que componen la UE. Aunque
hay diferentes categorías —desde personal permanente (funcionarios) a personal
contractual para tareas específicas y el temporal, con contratos por hasta seis
años— todos los candidatos deben cumplir varios requisitos básicos: ante todo,
ser “apasionados” del proyecto de la Unión Europea y creer en sus valores
(aunque el dinero y la seguridad sean grandes incentivos). Y, también, hablar
“al menos” dos de las 24 lenguas oficiales de la UE. Para convertirse en
funcionario de la UE, que tiene a su vez tres categorías (administradores,
asistentes y secretarios o personal administrativo), los aspirantes deben
someterse a un proceso de oposiciones regulado por la Oficina Europea de
Selección de Personal (EPSO).
Una vez superados los exámenes, que van desde pruebas de
habilidades de razonamiento a una “prueba de conocimientos de la UE” que puede
llegar a ser extremadamente específica, los seleccionados pasan a engrosar una
bolsa de trabajo, oficialmente denominada lista de reserva, desde la que pueden
postular a diferentes puestos. Los salarios varían enormemente en función de la
categoría, los méritos y la antigüedad, yendo de una base de 3.000 a 5.000
euros brutos mensuales hasta los más de 20.000 en las categorías más altas, de
director general.
Para ser funcionario en Bélgica, se debe pasar un examen de
selección organizado en función de los puestos, accesibles por otra parte según
el nivel de estudios del candidato. El salario medio de un funcionario belga
está entre los 2.500 y 4.000 euros brutos mensuales, con aumentos por
antigüedad e indexación.
Italia: a la Escuela Nacional de Administración para ser
directivo
En Italia el acceso al empleo público está regulado por el
artículo 97 de la Constitución, que establece que el personal no directivo debe
ser seleccionado mediante oposiciones y el directivo, a través de oposiciones y
de cursos ofrecidos por la Escuela Nacional de Administración, con distintos
requisitos de titulación y antigüedad.
En la actualidad, el país transalpino cuenta con algo más de
tres millones y medio de funcionarios. De ellos, en torno a 6.000 son
considerados altos funcionarios, de los cuales 400 son de primer nivel. Es
decir, ocupan puestos en la cúpula de los ministerios, la Agencia Tributaria,
la Seguridad Social, la Protección Civil, la Agencia Italiana del Medicamento o
las Delegaciones del Gobierno. Se trata de altos cargos con responsabilidades
estratégicas y de coordinación sobre un gran número de recursos humanos y
financieros.
Al margen de los cargos de nombramiento directo como jueces
de altos tribunales, delegados del Gobierno o directivos de autoridades
independientes como la Oficina Anticorrupción, el resto de altos funcionarios
deben realizar un curso de la Escuela Nacional de Administración de un año de
duración, combinado con cuatro meses de prácticas en distintas oficinas
públicas. Para acceder a este periodo de formación, deberán superar previamente
una oposición.
Numerosos observadores han señalado que estos cursos son
demasiado teóricos y que no sirven para evaluar suficientemente la capacidad
real de liderazgo, la toma de decisiones bajo presión o la gestión de equipos
complejos de los candidatos. El coste de este sistema y la desigualdad son
también algunos de los puntos más criticados, ya que los funcionarios internos
mantienen su salario durante el curso, mientras los candidatos externos deben
pagar una cuota de 5.000 euros para participar, además de correr con los gastos
de estancia durante el periodo de estudio. Además, las administraciones que
envían a sus empleados a participar en la formación, deben afrontar costes de
misión y costear convenios con la Escuela, una condición que se aprecia como un
obstáculo para la igualdad de oportunidades.
Aunque el sistema se basa en el concurso público, son
numerosas las denuncias por nombramientos a dedo o filtraciones internas que
favorecen a candidatos con padrino político o contactos en la Escuela
o los ministerios.
Francia: acceso por oposición y altos cargos a una escuela
elitista
En Francia hay 5,7 millones de funcionarios, que representan
alrededor del 20% del empleo total, según el último informe del Ministerio de
la Función Pública publicado en 2024. Son 61.900 personas más que en 2022, un
incremento que se justifica por el aumento de contrataciones en hospitales.
Según el instituto nacional de estadística francés (Insee), desde 1997 el
empleo público ha crecido un 23%, nueve puntos más que el avance de la población
(14%), mientras que los trabajadores del sector privado han aumentado un 18%.
Del total de funcionarios, el 45% pertenece a la administración del Estado, el
34% a los organismos territoriales y un 21% se emplea en los servicios públicos
de salud.
El acceso es por oposición. Muchos de los altos cargos del
Estado se forman en el Instituto Nacional de Servicio Público, la antigua ENA,
la elitista escuela donde se han instruido muchos de los presidentes franceses,
así como ministros. También se hacen contratos externos, sobre todo en la
educación, cuando no se pueden cubrir todas las vacantes. Se reparte en tres
categorías, A, B y C, que van en función de los estudios.
Para poder acceder a una plaza hay que tener nacionalidad
francesa o ser europeo. En el primer caso es imprescindible para para los
sectores considerados clave (Justicia, Interior, Defensa o Exteriores).
Reino Unido: sin la seguridad laboral del funcionario
español
Los amantes de la política y del sentido del humor
británicos recordarán la serie televisiva Yes
Minister (Sí, ministro), en la década de los ochenta. El secretario
permanente del ministerio, Sir Humphrey Appleby, es un personaje astuto y
sibilino que maneja a su antojo al político de turno. Es la imagen por
excelencia del llamado civil servant (servidor civil), la figura del
trabajador de la administración obligado a ser políticamente imparcial,
nombrado por el Servicio Civil Interior del Reino Unido, cuya tarea es dar
apoyo —legal, burocrático o analítico— a los distintos ministerios,
departamentos o agencias del Gobierno.
A diferencia del término “funcionario” o “empleado público”
español, el servidor civil británico tiene una tarea mucho más definida que la
de otros trabajadores del sector público como policías, maestros, médicos,
enfermeros o miembros de las fuerzas armadas, a los que no se conoce con ese
nombre. Con datos del pasado marzo, procedentes de la Oficina Nacional de
Estadística, se cuentan actualmente en el Reino Unido un total de 516.455
servidores civiles. El Ministerio de Justicia, del que depende el departamento
de Prisiones, y el Ministerio de Trabajo y Pensiones suman entre ambos casi un
30% de esa cifra.
Hay varios modos de acceder a esta carrera profesional. El
más habitual es el programa de Vía Rápida de Aprendizaje del Servicio Civil:
dos años de formación a los que pueden tener acceso los graduados escolares.
El Civil Service Fast Stream, o Servicio Civil Acelerado, supone cuatro
años de aprendizaje para los licenciados universitarios que aspiran a ocupar
los escalafones más elevados de la carrera pública.
Como cualquier estructura de función pública, la británica
tiene niveles jerárquicos que se pueden ascender a lo largo de la trayectoria
profesional. Asistente administrativo, oficial ejecutivo, oficial ejecutivo
senior, grado 6, grado 7 o servidor civil senior. Estos últimos incluyen los
puestos de director, director general o secretario permanente, como Sir
Humphrey, el personaje de la serie. En esos niveles, su papel es clave en las
decisiones políticas y saltan de un Gobierno a otro, con colores políticos
diferentes, heredados por el ministro entrante.
Bajo la legislación actual, solo los exministros,
exsecretarios de Estado o altos funcionarios (servidores civiles del nivel de
un secretario permanente) deben informar al regulador público de su salto al
ámbito privado, ante posibles incompatibilidades durante los dos primeros años
de la transición. Pero hay cientos de servidores civiles que han estado
implicados en tareas de adquisición o licitación de servicios que pueden
cambiar de trabajo a través de unas puertas giratorias muy poco controladas.
Cada año se producen unos trescientos de estos saltos a la empresa privada.
Los servidores civiles no gozan de la seguridad laboral que
tienen los funcionarios en España. Sus contratos son similares a los del ámbito
privado: indefinidos, temporales, parciales o de obra. La capacidad del
Gobierno de turno de prescindir de ellos es más amplia, pero también es cierto
que su especialización les convierte en indispensables para cualquier ministro
recién llegado, en muchos de los casos. Cuando el actual primer ministro, Keir
Starmer, estaba aún en la oposición, pero tenía cada vez más claro que podía
ser el nuevo inquilino de Downing Street, contrató como jefa de gabinete a Sue
Gray, hasta entonces la segunda secretaria permanente del Gabinete (entonces
bajo control de los conservadores). El fichaje causó un breve escándalo, por la
supuesta imparcialidad política reclamada a los servidores civiles. Pero
Starmer necesitaba desesperadamente la experiencia y conocimientos de una alta
funcionaria como Gray, capaz de organizar desde el primer día un nuevo Gobierno
para evitar sorpresas y fallos de recién llegado.
Alemania: tantos accesos como administraciones
A la imagen de su federalismo, Alemania no dispone de un
sistema centralizado y único en la formación de los altos funcionarios. En cada
ministerio y en cada nivel de la Administración, federal o estatal, las vías de
formación y reclutamiento son distintas.
En un artículo comparando ambos países, Cornelia Woll, actual
presidenta de la Hertie School, recordaba que, después de la II Guerra Mundial,
las autoridades en la zona que ocupaba Francia en la Alemania derrotada
fundaron en la ciudad de Speyer la Universidad de ciencias administrativas. La
inspiración en Escuela Nacional de Administración (la ENA francesa), fundada
poco antes, eran evidentes.
Pero, aunque Speyer, u otros centros como la Alta Escuela de
la Federación para la Administración Pública con sede en Brühl, puedan guardar
algún parecido con la ENA, ni ocupan el mismo lugar ni tienen la misma función.
Para ser un alto funcionario alemán, las vías son plurales. Pasan por los
estudios universitarios comunes. Y es exigible, según la
página oficial del Ministerio de Interior, un nivel de máster o similar, aunque
“resulta igualmente muy ventajoso acabar los estudios con un título de
doctorado”. El título de doctor otorga en este paíd un estatus social
particular y resulta muy habitual en los altos escalafones del sector público y
privado.
En Alemania, país de 83 millones de habitantes, hay unos 5,3
millones de empleados de los servicios públicos en la Federación, los Estados
federados o länder, los municipios y los organismos de la seguridad
social. De estos, un 33,5% son funcionarios o jueces, un 63,4% empleados del
servicio público y un 3,2% soldados profesionales.
Con información de Silvia Ayuso (Comisión Europea
y Bélgica), Lorena Pacho (Italia), Raquel Villaécija (Francia), Rafa
de Miguel (Reino Unido), Marc Bassets (Alemania) y Emilio
Sánchez Hidalgo (España)
Más información: La
economía se extranjeriza, pero no la administración pública: el muro de los
foráneos para ser funcionarios