Por
Luis Barbado. Gestores Públicos blog. El miércoles 3 de abril se cumplen 40
años de las primeras elecciones democráticas de 1979, celebradas tras el largo
paréntesis de la dictadura franquista, periodo que abarcó desde 1939 hasta 1975. Aunque fue la UCD la que formalmente
ganó aquellas primeras elecciones locales con el 30,6% de los votos, por
primera vez los ciudadanos hicieron una decidida apuesta en las urnas por los candidatos de izquierda -sobre todo en
las grandes poblaciones, logrando el 41,3% de los votos entre PSOE (28,2%) y
PCE (13,1%)- y que, gracias al acuerdo
alcanzado entre ambos, los candidatos socialistas se hicieron con las alcaldías
de muchas grandes y medianas ciudades y no pocos pueblos.
Pasquall Maragall, alcalde de Barcelona en el periodo 1982-1997 |
Ese entusiasmo por el
nuevo municipalismo tuvo como primera
consecuencia política la llegada a la presidencia del gobierno de Felipe González en 1982, cargo que ya no
abandonaría hasta 1996.
En esos primeros años de
los ayuntamientos democráticos, al menos hasta 1987,
una vez superada la crisis económica del petróleo y la incorporación a la Unión
Europea, las nuevas corporaciones gestionaron con más voluntarismo y gestos que planes estratégicos e inversiones. Tras los primeros años del gobierno de Felipe González se
sentarían las bases de un Estado moderno y empezarían a contar con más recursos económicos –propios
por la confección de los primeros padrones completos de IBI y por mayores transferencias
del Estado y de las recién constituidas
CCAA-, nuevas normas (la primera versión de la Ley de Bases del Régimen Local, Ley 7/85, y la de Haciendas Local,
Ley 39/1988) que permitieron mejorar la gestión local y alcanzar la década de los noventa con un
cambio de cara radical de nuestras ciudades, ya equiparables en muchos aspectos
a las de nuestro entorno europeo.
Alcaldes carismáticos
De aquella década de los
ochenta, muchos vecinos todavía echan en falta aquél clima de optimismo que
infundieron algunos de sus carismáticos alcaldes
que en muchos casos aún son recordados en su memoria o incluso con placas en el callejero o dando nombre a equipamientos sociales. Fue el caso, entre
otros, de Enrique
Tierno Galván en Madrid, (1979-1985); Pascual
Maragall en Barcelona (1982-1997); Pedro
Aparicio en Málaga (1979-1995); Ramón Sainz de
Varanda en Zaragoza (1979-1986) ; Francisco
Vázquez en A Coruña (1983-2006); Ricard
Pérez Casado en Valencia, (1979-); Joaquín
Nadal en Gerona (1979-2002); Vicente Álvarez Areces en Gijón (1987-1999); Julio Anguita y Herminio Trigo, en Córdoba (1979-1995) y Tomás
Rodríguez Bolaños en
Valladolid (1979-1995). Este último, fallecido en 2018, fue también presidente
de la Federación de Municipios y Provincias (diputaciones), -FEMP-, igual que
Ramón Sainz de Varanda, Pedro Aparicio y Paco Vázquez, todos ellos del PSOE.
A
partir de las elecciones locales de 1991 y la irrupción de una nueva crisis económica, tras los fastos del 1992
empezó el declive socialista siendo los populares los que
pasarían a tomar el relevo y tener más
protagonismo en la vida local española.
En los años noventa el
Partido Popular, que ya venía siendo el partido más respaldado en algunas convocatorias anteriores,
también obtuvo varias alcaldías a partir de las elecciones de 1991 y 1995,
dando paso a José María Aznar a la presidencia del Gobierno tras las elecciones
de 1996.
Ley de Grandes Ciudades de 2003
La aportación más recordada
del PP al municipalismo de esa etapa quizás
fue la Ley de Grandes Ciudades o Ley de Medidas
para la Modernización del Gobierno Local (Ley 57/2003, de 16 de
diciembre,
que entró
en vigor el 1 de enero de 2004), estableciendo un modelo de gobierno local más presidencialista
y teóricamente más gerencial y ágil, trasladando
asuntos de competencia del Pleno mensual hacia la Junta de Gobierno semanal, que es el sistema
vigente en muchos ayuntamientos de más de 75.000 habitantes.
Igual
que los socialistas tuvieron un elenco de alcaldes carismáticos, en la etapa
popular erigieron como alcaldes estrella Alberto Ruíz
Gallardón en Madrid, entre 2003 y 2011 –tras sustituir a Álvarez del
Manzano, que ostentó la alcaldía de la capital entre 1991 y 2003; Rita Barberá en Valencia entre 1991 y 2015; Teófila Martínez en Cádiz, (1995-2015), o Francisco de la Torre, que aún sigue en la
alcaldía de Málaga (2002-2019)
La
alternancia en los gobiernos locales por parte
del PSOE/PP –aparte de los
nacionalistas vascos y catalanes en sus respectivos territorios, con grandes alcaldes como José Ángel Cuerda en Vitoria (1979-1999) - no
cambió radicalmente el mapa de los ayuntamientos españoles tras las elecciones
de 2015, a pesar de que supuso un cierto
terremoto la irrupción de alcaldes ajenos a esas formaciones en las grandes
ciudades (Manuela Carmena en Madrid- Ada
Colau en Barcelona, José María González, Kichi, en Cádiz, etc., todos ellos apoyados por la formación izquierdista Podemos, que quizás vivió su mejor momento ). Ese cambio tal
vez puede explicarse como consecuencia de un cierto hartazgo del electorado hacia el
bipartidismo PSOE/PP, grupos a los que muchos ciudadanos percibieron e esos momentos como responsables de la larga crisis económica de
2008-2014, que conllevó grandes recortes en la prestación de servicios básicos
a cargo de las distintas AA.PP, incluidos los ayuntamientos al ver disminuir drásticamente sus ingresos por una menor recaudación de partidas vinculadas a la actividad económica
(ICIO, IAE, etc.). Esa crisis fue aprovechada por el gobierno de Mariano Rajoy -con Cristobal Montoro de ministro de Hacienda y AA.PP- para poner en marcha desde 2011 controvertidos proyectos de control del gasto y limitación de competencias en las AALL con el fin de impedir su quiebra económica y poder atender los servicios básicos en tiempos de crisis.
Incógnitas
y retos para después del #26M
Recuperados parcialmente de esa crisis económica, en las próximas elecciones locales convocadas para el próximo
26 de Mayo, las undécimas desde 1979, los ciudadanos acudirán a las urnas con
una oferta variada de candidaturas en las que previsiblemente el PSOE y el PP tendrán que
buscar aliados en otras tres
formaciones nacionales de distinto signo, incluso con sesgos populistas, surgidas tras el inicio de la crisis de 2008 (Ciudadanos, Podemos y Vox) para poder conformar
mayorías que permitan gobiernos estables durante los próximos cuatro años. Los
resultados de las elecciones generales del próximo 28 de abril tal vez den pautas
para la cita en las urnas de un mes después.
En
todo caso, el panorama político actual -muy fragmentado y crispado por la situación catalana- hará difícil los acuerdos tras las municipales,
tan necesarios para abordar nuevos cambios y retos, muchos pendientes desde
hace décadas y que están bloqueando y retrasando
la modernización del país en muchos aspectos que dependen de las Administraciones Públicas.
- - Nueva gobernanza
local.
La reforma pendiente del conjunto de las
AA.PP lastra en mayor medida la gestión de las entidades locales,
resistentes a su profesionalización/modernización/digitalización, retrasando que se transformen en administraciones inclusivas, dado el excesivo peso de la
discrecionalidad y arbitrariedad política que impide que los funcionarios sean
seleccionados y promocionados en base al mérito y la capacidad y por tanto
independientes frente al sectarismo/clientelismo político vigente.
Si
bien estas últimas cuatro décadas han sido favorables para el municipalismo español,
en la actualidad el entusiasmo social es mucho menor que en los años 80 y 90 porque los desafíos son nuevos y quizás
mayores. Con el agravante de que aún teniendo mucho recorrido por delante, estos
retos ya no podrán abordarse solo desde los ayuntamientos y ni tan siquiera desde las CC.AA o gobiernos
nacionales, por más que en estos días de campaña los partidos políticos se
pongan en modo populista –más si cabe- ocultando al electorado la cruda realidad
y la inviabilidad de muchas de sus propuestas esbozadas. Unas por falta de recursos y otras,
más económicas pero difíciles de implementar, porque requieren amplios acuerdos de los que la mayoría
es escéptica por el modo excluyente de gestionar la política diaria.
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