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miércoles, 9 de octubre de 2024

Mejorar la calidad gramatical de las sentencias

"El Consejo General del Poder Judicial en España se ha avanzado en ofrecer versiones de sentencias en “formato de lectura fácil” para hacer accesible la información a personas con dificultades de comprensión mediante palabras sencillas y frases cortas"

Por JR Chaves. delaJusticia.com.- Resulta incuestionable que las sentencias deben ser razonadas y congruentes con lo que hay en autos, y deben serlo a cargo de jueces con libertad e independencia de criterio, sometidos al imperio de la Ley.

Partiendo de esta premisa propia del Estado de Derecho, creo que la inmensa mayoría queremos que nos juzgue un juez, y no una máquina. Y no debería importarnos el juez que nos corresponda pues como decía el conde de Mirabeau, protagonista de primera línea en los albores de la revolución francesa: «dadme al juez que queráis; parcial, venal, incluso mi enemigo; poco me importa con tal de que nada pueda hacer si no es cara al público». No obstante, lo deseable sería que tuviese “más conciencia que ciencia” (pues al decir de Pantagruel, personaje de la célebre novela de Rabelais, «ciencia sin conciencia es ruina del alma»).

Lo que sí deberíamos exigir y obtener como ciudadanos, ya que las sentencias zanjan conflictos y deben entenderse los argumentos, es que estuviesen bien escritas, claras y con estilo…De hecho, en 2015 dediqué un breve artículo a inventariar «los gazapos y otros errores formales en los escritos procesales».

Es aquí donde me entero de la noticia de la iniciativa de mi admirado Gustavo Arballo, pionero en los blogs jurídicos desde Argentina («Saber leyes no es saber Derecho“), de la creación de una herramienta basada en la inteligencia artificial que “evalúa” la calidad de redacción de las sentencias (basándose en una previa “Guía de redacción” de un tribunal regional). La herramienta se llama “Genaro” (en honor a un gran escritor) y tras cargarle la sentencia en pdf y solicitarse la evaluación del texto, ofrece una respuesta en tres secciones que califica con estrellas.

En cada sección de forma breve, indica aspectos positivos, negativos y sugerencias.

Por ejemplo, he aquí un primer resultado de una caso real (como el Macdonalds: se sube la sentencia y sin apearse del ordenador, se obtiene la califiación de estilo):

El autor resalta dos carencias. Primero, que no capta las citas inadecuadas, innecesarias o redundantes. Segundo, que no puede apreciar si la extensión escrita se ajusta a lo que requería el caso.

Personalmente creo que, pese a tratarse de una herramienta experimental, no institucional y de otro país, va en la línea deseable en el ámbito de las sentencias de cualquier país civilizado.

En primer lugar, porque el justiciable tiene derecho a una respuesta en formato de sentencia, y a comprenderla, sin que la forma le distraiga del fondo.

En segundo lugar, porque los jueces se beneficiarían de una herramienta para “revisar” sus propias sentencias antes de formalizarlas. Hoy día, cada juez revisa personalmente sus propias sentencias (elaboradas de puño y letra, o de tecla y pantalla), por lo que su particular estilo y formación gramatical queda tallado en la sentencia, para lo bueno y para lo malo. De ahí, que no estaría más que a título doméstico, como herramienta de apoyo, se dispusiese de esa tecnología para que cada juez, si lo estimase oportuno, sometiese sus propias sentencias a esa sencilla valoración tecnológica previa, que podría llevarle a corregir errores, erratas y mejora de sintaxis. Se trataría no solo de que las “sentencias se consulten con la almohada”, sino de “consultarlas con la herramienta correctora”.

Es cierto que por el Consejo General del Poder Judicial en España se ha avanzado en ofrecer versiones de sentencias en “formato de lectura fácil” para hacer accesible la información a personas con dificultades de comprensión mediante palabras sencillas y frases cortas. Ahora se trataría de algo más simple, universal y técnico: explorar herramientas para el uso privado por el juez de la corrección de sus propias sentencias.

Con ello, con esa simbiosis entre inteligencia artificial e inteligencia natural, se mejoraría la tutela judicial efectiva, pues poco «efectiva» es la sentencia, si su razón de decidir resulta farragosa, incomprensible o con errores gramaticales que pervierten el mensaje.

En definitiva, si la justicia es solemne e importante, tanto los jueces como los abogados deben ajustarse a las reglas gramaticales y ofrecer un mensaje claro, y bien escrito. Otra cosa provoca deslucimiento del escrito jurídico y con ello, oscuridad en su comprensión. La Justicia debe ser «ciega» pero no los justiciables ante sus sentencias.

En este punto recomiendo vivamente la lectura de este artículo realizado a dos manos, por un magistrado del Tribunal Supremo (Ignacio Sancho Gargallo) y por un lingüista (Ricardo-María Jiménez Yáñez), titulado «Resoluciones judiciales correctas, claras y precisas» (InDret 4.2021 ,pp. 432 – 452) que resulta de deliciosa lectura e inmensa utilidad.

P.D. Casualmente, el eminente jurista argentino Gustavo Arballo, genio creador de la citada aplicación, tuvo la amabilidad de invitarme a ofrecer una charla para Argentina titulada «Espejismos y Trampas que acechan en la mente de un juez», en la que ofrecí una visión general de las dificultades de todo ser humano para hacer justicia, porque «afortunadamente» no es un robot. Nadie merece un «juez desalmado», y el precio del alma son los «humanos errores». Aquí está disponible por si resulta de interés:

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