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sábado, 4 de abril de 2020

Manuel Pimentel: Escenarios realistas y no edulcorados de nuestra economía postcoronavirus

"Salir, saldremos. Pero no sabemos ni cuándo, ni cuántos. Tampoco cómo quedaremos después del paso de los jinetes del apocalipsis que nos asolan"

Por Manuel Pimentel en EsPúblico blog. No nos dicen la verdad. La versión edulcorada de aplausos y respiradores improvisados con gafas de Decathlon que nos muestra la televisión trata de interponer una gasa de color rosa entre la realidad y nosotros. Pero la realidad es tozuda y trágica, tanto en el número de muertos – lo más importante – como en las consecuencias económicas que tendremos que sufrir durante años. Y de esto queremos hablar, de economía. Por eso, con la frialdad de los datos, queremos mostrar los posibles escenarios económicos que tendremos que afrontar en función de la duración e intensidad de la maldita epidemia que nos asola.

Salir, saldremos. Pero no sabemos ni cuándo, ni cuántos. Tampoco cómo quedaremos después del paso de los jinetes del apocalipsis que nos asolan. Si salimos de la mal llamada Gripe española y sobrevivimos a las espeluznantes pestes medievales, también, por supuesto, saldremos de ésta. Ya haremos el recuento de muertos cuando no nos queden lágrimas ya para llorarlos. A estas alturas no sabemos si nos encontramos con una plaga que dejará, tan sólo en España, veinte mil o ochenta mil muertos. Posiblemente, nos dicen, por ahí en medio andará. Lo que sí sabemos es que, como daño colateral, la pandemia dejará también a la economía en la UCI y queremos acercarnos para tratar de reconocerla. Y lo haremos con la frialdad del cirujano, exponiendo simplemente las posibles repercusiones de tres escenarios posibles, en función de la extensión de la epidemia y, por tanto, del estado de alarma en sus distintos gradientes. He tomado las previsiones de distintas fuentes, en principio serias y razonables. No nos equivocaremos mucho, así que, atento, lea con detenimiento el mapa de los posibles aconteceres. No se trata de asustar, sino, simplemente, de analizar lo que se nos viene encima. Si usted es de los que agradece la realidad y aborrece los discursos edulcorados de camuflaje, quizás algún día se alegre de haber leído con detenimiento estas cortas líneas. Vamos a ello.

Escenario A. El más positivo. El estado de alarma se alarga hasta finales de abril. A partir de mayo, paulatinamente y de manera escalonada, se retorna a la actividad, tanto esencial como no esencial. En octubre la incidencia del coronavirus sería baja. En este caso, en algunos sectores la recuperación sería rápida, pero, en otros, como los vinculados al turismo, exasperantemente lenta. Se perderán más de cien mil empresas. Podemos estimar una caída del PIB que oscilaría entre el 9% – 15% según las diversas fuentes disponibles. La recaudación pública caería alrededor del 25-35% y precisaríamos, obligatoriamente, de fondos europeos para ayudarnos a salir del trance. Si nos fuerzan a los fondos de rescate europeos, la economía sería intervenida y los recortes afectarían a funcionarios y gasto público. La deuda pública podría subir hasta alrededor del 110% en el plazo de un año y el desempleo superará los cuatro millones de parados.

Escenario B. El medio. El estado de alarma se prolonga todo el mes de mayo y a partir de junio comienza a suavizarse lentamente. En octubre la incidencia sería media, pero obligaría a algunas medidas de confinamiento. La situación se complicaría entonces. Más de doscientas mil empresas cerrarían sus puertas, y el desempleo podría irse casi a los 6 millones de parados. La caída del PIB superaría con holgura el 20%. La recaudación publica caería más del 50%. Entraríamos en economía de guerra, con problemas de suministros de todo tipo, lo que forzaría el racionamiento para la población. Dependeríamos de la ayuda europea, que nos impondría severos recortes. Podría existir intervención pública de los recursos financieros y de ahorro para captar fondos a la desesperada. Autónomos, pequeños empresarios y trabajadores en paro quedarían en la ruina. El desempleo podría superar los 6 millones de personas, algo desconocido hasta ahora. La deuda pública ascendería, al menos, al 125% del PIB.

Escenario C. El pesimista. El estado de alarma, de manera más o menos intensa, se prolonga todo el verano para enlazar con el otoño, donde se volvería a reactivar para prevenir el rebrote de la epidemia. En ese supuesto, la economía privada, sencillamente, desaparecería, con muerte masiva de empresas. El Estado precisaría, además de la ayuda europea, la intervención del FMI, ya que entraría en suspensión de pagos. Los ingresos públicos caerían más del 60%, lo que conllevaría una drástica disminución de gasto público, salarios de funcionarios y pensiones incluidas. El desempleo superaría los siete millones de parados y la deuda pública se elevaría por encima del 140%. La economía quedaría casi por completo intervenida, con producción bajo control y racionamiento militar a la población. Podrían producirse apagones en el suministro energético, de agua, gas o telecomunicaciones. El estado intervendría el ahorro de empresas y familias, tanto monetario, como en instrumentos de inversión o fondos de pensiones.

Esperemos quedarnos en la opción A, luchemos entre todos por conseguirlo. La erradicación de la pandemia tendrá la palabra. El acierto o yerro de nuestros gobernantes tendrá, también, mucho que decir en la gestión y superación de la crisis. Desgraciadamente, me temo, visto lo visto, que no estamos precisamente en las mejores manos para afrontar una situación tan grave como la que padecemos. Pero, en fin, es lo que tenemos.

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