Por Florentino Felgueroso. Nada es Gratis blog.- El aumento del SMI y la preparación del terreno para una
contrarreforma laboral están monopolizando nuestro panorama laboral local en
este inicio de año.
Ambos temas están generando toneladas de artículos de
opinión que a su vez han suministrado un buena cantidad de combustible para las
redes sociales. Me quedo con dos textos, representativos de los dos lados
del ring. El primero, tan corto como que es un simple comentario a un tuit,
aunque con una buena carga de profundidad. El autor del tuit se quejaba amargamente
que se hubiera tomado de nuevo la decisión de aumentar el salario mínimo sin
una evaluación previa de los efectos que pudo tener el aumento del 2019. Copio
el comentario para no privarles ni de una coma y sólo diré que su autor es
académico y no es economista:
Lo primero que pensé al leerlo es que se deberían
generar dos series: una de empleo digno, y otra de empleo que no es mínimamente
digno. Sería bastante útil, y facilitaría las cosas a la hora de fijar un
salario mínimo óptimo. Claro que debería incorporarse a las estadísticas
oficiales, y publicarse al menos cada trimestre. ¿Pero, qué incluiríamos en
este indicador de trabajo digno? El término "empleo o trabajo
digno" es quizás el que más ha utilizado este gobierno. De hecho, ya en
los primeros Consejos de Ministros, se aprobó el Plan
director por un trabajo digno. Este Plan consta de un conjunto de 75
medidas para combatir los fraudes en la contratación temporal, en la
contratación a tiempo parcial, las horas de trabajo impagadas, la economía
irregular y los falsos autónomos o los falsos becarios. Medidas destinadas
principalmente a supervisar y penalizar, destinando más recursos y reorganizado
la inspección de trabajo y de la Seguridad Social. Según el
gobierno, el éxito
de este plan es evidente: cientos de miles de contratos temporales
regularizados, ampliación de jornadas a tiempo parcial, otros tantos miles de
falsos autónomos reconvertidos. El éxito de cruzada estaría a la base del buen
comportamiento de la contratación indefinida, que, según la EPA, alcanzó su
máximo histórico en el último trimestre de 2019.
El segundo texto, más largo, es un artículo reciente
de la Ministra de Empleo y Seguridad Social que encabezó la reforma laboral
para celebrar su octavo aniversario. Nos explica primero cómo se originó y en
qué consistió y, a continuación, se detiene largamente en alabar la reforma por
sus éxitos "indiscutibles":
La valoración de Fátima Báñez
El artículo de Fátima Báñez, explica que ya se habían
convocado a los agentes sociales incluso antes de la investidura del
Presidente. De hecho, yo iría más lejos. Desde que el Presidente Zapatero anunció que
convocaba elecciones anticipadas en julio de 2011, ya se sabía lo iba a
ocurrir, y los miembros del futuro gobierno iban dejando bien claro que lo
primero que harían (parecía que lo único) era una reforma laboral
profunda. La reforma laboral se aprobó a la misma velocidad que el Plan
Director. En nombre del credo de la flexiseguridad, se procedió a desregular. Se
apostó así por incentivar la flexibilidad interna, que en el momento aún álgido
de la crisis, frenaría la sangría de empleo. Y se apostó a su vez por un
conjunto de medidas adicionales que deberían ayudar a crear más empleo en época
expansiva. El éxito, les dejo que la Ministra se lo resuma directamente:
"Ya no es necesario crecer por encima del 2,5%, como ocurría hasta
entonces, para generar empleo nuevo... Esta profunda transformación es la que
ha hecho posible que se hayan creado más de tres millones de empleos desde la
recuperación y lograr acercarnos a los 20 millones de personas trabajando en
España en 2020.
Además, según la ministra, "no hay un crecimiento
más social que ese. Y no hay crecimiento más inclusivo que el capaz de crear
empleo en todas las provincias, sectores económicos y grupos de edad…."
Además, tras ocho años de vigencia de la reforma laboral, podemos afirmar que,
con 785.000 ocupados menos, hay más asalariados con contrato indefinido que
nunca (12.448.000).
En definitiva, ya sea por el Plan Director de unos, o por la
Reforma Laboral de otros, estamos batiendo el récord de empleos
indefinidos. El problema, como ya explicamos en una entrada
anterior, es que la contratación indefinida ya no es lo que era. Más
de una tercera parte de los empleos con contrato indefinido no llegan a superar
el año, y entre los que superan el primero, cerca de otra tercera parte, no
supera el segundo año.
Claro está estas separaciones o destrucciones de
emparejamientos entre empresas y trabajadores no son todas motivadas por
despidos, también se produce una abundante movilidad voluntaria de los
trabajadores hacia otras empresas. Los despidos, y en especial, los
improcedentes son, en cualquier caso, la causa principal de las rupturas.
No, la contratación indefinida no debería ser el indicador
principal, y menos el único del trabajo digno, ni tampoco como éxito de la
reforma laboral. Son muchas las medidas incluidas en el Plan Director que
merecerían sus propios indicadores para este tipo de trabajo. No sólo las
conversiones y otras regularizaciones logradas con amenaza de
sanciones. De hecho, tampoco es éste el primer plan de regularización.
Otro similar, aunque menos completo, se desarrolló durante el gobierno de
Zapatero. En ese momento Nacho Conde y yo escribimos una
entrada bastante crítica, subrayando el hecho de que la economía
irregular, el abuso de los contratos temporales y el paro, son en realidad
caras de unas mismas monedas. Resultarían más eficaces medidas que ataquen la
raíz más profunda de unos problemas tan estructurales de nuestro mercado de
trabajo que intentar resolverlo sólo con espadas de Damocles y
palos. Quienes dirigen hoy el Ministerio de Trabajo, proceden en su
práctica totalidad, del mundo jurídico-laboral, es lógico pues que tengan más
fe en la inspección, en la fiscalización y en la ideología, en lugar de probar
los beneficios de una buena evaluación. Espero, sin embargo, que no se
encierren entre estos muros irremediablemente.
Como mostré en el Estudio
sobre la Población Especialmente Vulnerable ante el Empleo, hace aún un par
de años, había en España unas 4 millones de personas atrapadas en la trampa del
desempleo y de la pobreza laboral, 1,5 y 2,5 millones, respectivamente. El
umbral usado en este estudio para fijar la trampa de la pobreza laboral era,
residir en un hogar en riesgo de pobreza, y no ser capaz de conseguir una renta
laboral equivalente al salario mínimo anual. Este fue un umbral
arbitrario que se eligió por ser el SMI (en su momento) más estable que la
mediana. Con el aumento del SMI, si se mantuviera este criterio este número de
personas se ampliaría notablemente, hasta los 5-6 millones de personas, y
podría ser un buen indicador que relacione dignidad en el empleo con riesgo de
pobreza.
Por otra parte, y volviendo al Salario Mínimo y al empleo
digno. A la hora de evaluar los efectos de la subida del 45% en 4 años,
convendría recordar la teoría de las diferencias compensatorias, no sólo los
posibles efectos monopsonistas (que no dudo que existan también) y sobre el
efecto renta (qué también). Es de manual de los 90: el coste laboral incluye la
remuneración del trabajo y muchas más condiciones laborales que también
son costosas para las empresas y sobre las que pueden compensar los aumentos
salariales (formación, seguridad, higiene, promociones, estatus de asalariado
con pago de cuotas a la seguridad social). No se queden sólo en lo
cuantitativo, lo cualitativo también importa. En resumen, al menos en teoría,
aumentos del salario mínimo pueden atentar a la dignidad del empleo que se
pretende promover.
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